martes, 18 de agosto de 2009

Una mirada prismática al concierto de Juanes

La polémica alrededor del concierto de Juanes en La Habana es saludable, y nos muestra una realidad con muchos lados. Una realidad que es como una mirada hecha a través de un prisma, que es capaz de descomponerse para darnos puntos de vista de todos los colores.
En un extremo está el simbolismo exaltado, que a algunos les parece ridículamente primitivo, del grupo de exiliados Vigilia Mambisa, que quema una camisa negra y destruye discos del cantante a martillazos, y en el otro están el vacío ideológico y la conceptualización reduccionista del dúo de cantantes, izquierdistas radicales, Víctor Manuel y Ana Belén. A los primeros, los segundos les llaman extrema derecha, anticastristas, fanáticos, gusanos, y cuanto calificativo creen que puede resultar peyorativo. A los segundos, los primeros les llaman castristas, comunistas, extremistas de izquierda, y cuanto calificativo creen que puede resultar definitorio de su calidad ideológica. Los segundos creen que son superiores a los primeros, porque intelectualmente los apabullan: son artistas, y creen que esta categoría los hace humanamente superiores. Creencia ancestral arraigada en la conciencia de artistas e intelectuales. Los primeros creen que son superiores a los segundos, porque se sienten poseídos por el divino elíxir de la razón. Creencia profundamente incrustada en la piel de cualquiera que haya sufrido las vicisitudes de un exilio forzado, los vituperios de los culpables de su destino y la violencia ejercida por el poder que los desarraiga, los humilla, los desgasta, los ningunea, los utiliza y los elimina siempre que puede.
Pero, ¿cuál de los dos extremos tiene la verdad a la hora de decidir si Juanes hace bien o mal en ir a La Habana a dar un concierto por la paz?
La verdad es que eso no me da ni frío ni calor. Los dos bandos tienen el derecho legítimo de atrincherarse en sus extremos. De la misma manera que Juanes tiene todo el derecho de cantar en La Habana, y yo de no comprar sus discos. De Juanes creer que lo hace por la paz, y yo de creer que es un idiota útil. De Juanes pensar que el concierto va a ayudar a abrir las mentes, y yo de pensar que va a abrir falsas creencias en posiciones aperturistas del castrismo.
En todo esto lo que realmente me interesa es darme cuenta de la falta de solidaridad y comprensión que existe en el mundo ante el sufrimiento del pueblo cubano. La insensibilidad e indiferencia que sufrimos los cubanos ante cincuenta años de crímenes de estado, hambruna, destrucción, despojo de todo patrimonio y destierro. Y todo como consecuencia del antinorteamericanismo más radical e ignorante.
En el asunto Juanes lo más notable no es lo que puedan manifestar los extremos, ni lo que pueda pensar o hacer determinado actor inclinado hacia una posición extrema o moderada, sino lo que piensan y escriben aquellos que se consideran la intelligentzia y se manifiestan a través de la prensa. Y no me voy a referir a los argumentos que usan, para desde una pretendida posición de centro inclinarse hacia el extremo derecho o hacia el izquierdo, según les convenga en un mismo artículo o reflexión-cualquier similitud con el comandante en retiro gastrointestinal no es pura coincidencia-, para desde una falsa objetividad, llevar la balanza en contra de lo que en realidad es lo más importante: la libertad y la democracia en Cuba. Y no lo hago, porque entonces tendría que entrar en una larga e interminable disquisición filosófica, para tratar de demostrar que la derecha no es tan mala como la pintan los de la izquierda ni la izquierda tan inteligente y buena como se pinta así misma. Y sobre todo, porque no es el momento de hablar de jacobinos y girondinos, sino de Juanes y los periodistas que hablan de Juanes, queriendo ignorar los signos anticubanos que el cantante dibuja en su fatua gestualidad pacifista, aunque-quiero creer que así es-la fatuidad sea consecuencia de su ignorancia histórica (evidente), su incultura (obvia), su insensibilidad política (desbordada) y su lenguaraz y vacua egolatría (desmedida)
Pero hay dos casos que me llaman poderosamente la atención, a los que voy a dedicar mi análisis: Julio Sánchez Cristo, colombiano. Y Carlos A. Saladrigas, cubano.
Julio Sánchez Cristo, un periodista colombiano famoso, siempre cercano de los poderosos políticos colombianos-desde el ex presidente Pastrana hasta el actual presidente Uribe-, cuando se trata del tema cubano, tiende a inclinarse hacia posiciones coincidentes con el castrismo, que se extravían entre la ignorancia y la mentira. En su artículo La mirada de Juanes, publicado en El Nuevo Herald, dice, refiriéndose a Silvio Rodríguez y Amaury Pérez Vidal “según periodistas reconocidos en Miami, firmaron una carta apoyando el fusilamiento de tres muchachos en el pasado”. Sánchez Cristo no sólo es inmensamente mezquino, es muy poco profesional. Pretende poner en duda que lo que estos periodistas afirman sea cierto, aun cuando la carta con las firmas de Silvio y Amaury es pública. Más aún, cuando él ha manifestado en su programa de radio que conoce quiénes firmaron esa carta, al decirle en conversación telefónica al periodista Ricardo Brown que Pablo Milanés no estaba entre los firmantes.
Pero en el párrafo final, Sánchez Cristo no sólo hace periodismo barato, sino que, tratando de justificar a su compatriota, miente, descaradamente, al decir: “Lo que él quiere (refiriéndose a Juanes) es poner a pensar al mundo en el drama de Cuba (…), un joven que sólo quiere decir con su guitarra que es tiempo de cambiar. Hay sinceridad, este no sólo es un buen cantante, es un buen ser humano, no quiere hacerle daño a nadie. El resto está en la mirada de Juanes”. Para que el mundo piense en el drama de Cuba Juanes hubiera podido hacer muchas cosas que nada tienen que ver con ir a cantar a Cuba, en compañía de dos paladines del castrismo y todos los horrores que este representa: fusilamientos, prisioneros políticos, represión, carencia absoluta de libertades, miseria y alianza con los totalitarismos, las dictaduras y los movimientos guerrilleros más despiadados del mundo, que van desde los Kmer Rojos hasta el terrorismo islámico, pasando por las guerrillas narcoterroristas de Colombia y el chavismo. No es con la guitarra con lo que Juanes va a decir en La Habana que es tiempo de cambiar, sino invitando, para que lo acompañen en esa tribuna, artistas cubanos de la isla que llevan años pidiendo cambios, como Pedro Luis Ferrer. Pidiendo la libertad de Oscar Elías Biscet, un médico negro que muere lentamente en una celda de castigo, y la de cientos de disidentes. O pidiendo que a los cubanos no se les prohíba el acceso al internet. No dudo que Juanes sea un buen ser humano, pero de buenas intenciones está empedrado el camino al infierno.
Tal vez Sánchez Cristo tiene razón cuando dice que el dolor de un cubano en el exilio sólo lo entiende un cubano. Tal vez por eso él, Juanes y todos los que piensan como ellos debieran ser más solidarios y menos complacientes con una dictadura tan cruel y sanguinaria. Por demás, el resto no está en la mirada de Juanes, porque la mirada de Juanes es demasiado estrábica.
Otro que deambula por las cada vez más indigentes páginas de El Nuevo Herald-le abre su espacio con frecuencia aterradora a personajes que no tienen nada que decir-, es Carlos A. Saladrigas. Después de leerlo durante mucho tiempo no logro dilucidar si este hombre es ingenuo o dueño de una perversa necesidad de figurar, que lo lleva a exhibir sus profundas carencias intelectuales-el intelecto no se compra con dinero-, que lo desacreditan como un interlocutor válido-otro derecho que se gana, no se compra-, aun cuando desde hace casi ya una década él se autopromueve como un conservador moderado que ha llegado para ocupar el vacío de liderazgo dejado por Jorge Mas Canosa.
Saladrigas, que jamás será un líder de nada en el ámbito político para los cubanos, pues ni siquiera tiene el talante y la estatura intelectual que alcanzó en la era republicana el primo de su padre Carlos Saladrigas y Zayas-vale destacar que en una entrevista radial con Edmundo García, Saladrigas evidenció que desconoce la historia de Cuba (también el diletante de Edmundo) y de su propia familia, pero eso es harina de otro costal-,dice en su artículo Juanes y su concierto, que "inmovilistas dentro del régimen castrista adelantaron a la prensa internacional la noticia de que el cantautor Juanes planeaba un concierto en Cuba”. Una tesis tan falta de seso que no merecería comentario, de no ser porque mucha gente mal informada puede ser confundida, y porque Saladrigas piensa que “a la larga tiene más fuerza influir con las ideas”.
¿Por qué Saladrigas dice semejante bobería, cuando el viaje de Juanes a Cuba el 24 de junio llevaba el respaldo de uno de sus patrocinadores (el ron Havana Club) y la implícita negociación de las condiciones del concierto? ¿Cree a estas alturas Saladrigas que en el régimen castrista hay alguien con poder decisión que no sea inmovilista? Habría que explicarle a Saladrigas, que la publicación de la idea del concierto salió el día 25 de junio en Prensa Latina, vocero internacional del castrismo, con previa aprobación de la jerarquía, como una forma intencional de politizar la visita de Juanes.
Que Saladrigas crea que realizar el concierto “conlleva riesgos al hermetismo del régimen”, sólo habla de su falta de visión política y de su abismal desconocimiento de la sicopatía represiva del castrismo y de la alta capacidad de manipulación que ejerce sobre débiles mentales como Juanes.
Saladrigas no sólo es políticamente ignorante-si no es político, como ha dicho, sino un hombre de negocios, hágase a un lado y no estorbe-, sino musicalmente neófito, dice que en el repertorio de Juanes “hay canciones que llevan un mensaje poderoso de libertad, solidaridad y esperanza”. He escuchado todos los discos de Juanes, y no he podido encontrar eso que dice Saladrigas. Algunas de las piezas más celebérrimas de Juanes dicen vaguedades y tonterías como: Esta vida es un esplendor/un arcoíris de ilusión… No existe la razón, el arte es la televisión/Nadie pone el corazón en lo que hace (canción: “Abre tu corazón”) O frases hechas, insípidas, cursis y humana y éticamente confusas, al estilo de éstas: A Dios le pido/que más nunca te me vayas mi vida…/que mi alma no descanse/cuando de amarte se trate, mi cielo/Que mi pueblo no derrame tanta sangre/y se levante mi gente (canción: “A Dios le pido”). Aunque quizás el colofón se encuentre en canciones como la inefable “La camisa negra”, que habrá de morir en un rincón olvidado donde se lave la bobería musical: por beber del veneno malévolo de tu amor/yo quedé moribundo y lleno de dolor. O en la inmutable “Fotografía”, con una estrofa tan frívola que lastima al escucharla: y en la distancia te puedo ver/cuando tus fotos me siento a ver/y en las estrellas tus ojos ver/cuando tus fotos me siento a ver. Y de la parte musical ni hablamos. Es el sonido Juanes tan malo, repetitivo y poco creativo, que sólo lo supera otro mediocre como Ricardo Arjona.
Saladrigas trata de aleccionar al exilio, de regañarlo, porque según él “no es creíble, ni sostenible (…) ser el árbitro de lo bueno o malo para Cuba. Para eso están las voces de los cubanos en la isla”. ¿Quién le dijo a Saladrigas que Cuba sólo son los cubanos de la isla? Esa es la postura tradicional del castrismo y de sus atalayas ideológicos en Miami, de bajo estamento moral y ético, que van desde la delincuencia periodística hasta la cívica.
Por demás, el exilio no ha sido-ni siquiera con los martillazos de Vigilia Mambisa- árbitro de nada. Las voces sólo le han reclamado a Juanes su innegable complicidad con dos comisarios culturales como Silvio y Amaury (superiores como compositores y cantantes a Juanes) Su fruslería, vanidad y ligereza a la hora de plantearse un evento de este tipo en La Habana, que más allá de que sirva para que lo vean miles de cubanos, será un vehículo del castrismo para trasmitir al mundo las imágenes románticas de un evento musical, y maquillarlas como una manera de apertura del sistema. Saladrigas le pide al exilio prudencia, como estrategia para que el castrismo cancele el concierto. Primero, eso no va a suceder ni aunque el exilio sea mudo. Nunca desperdiciarían una oportunidad de propaganda como ésta. Y segundo, el exilio ha sido prudente y civilizado. Cansado como está de que tanto insensible alrededor del mundo lo juzgue prejuiciadamente y le dé la espalda, la reacción lógica ante desafíos como el de Juanes podría ser más fundamentalista. Total, los “projuanistas” ni se inmutan con los desmanes en Palestina o en Irán. Justo es en esos lugares donde debería Juanes organizar conciertos por la paz. Claro, son países que no le reditúan venta de discos. Por cierto, deberíamos pedirle al antioqueño Juanes, que ya que encabeza la Fundación Mi Sangre, le pida a los Castro que quite las minas antipersonales que rodean la base naval de Guantánamo, donde tantos cubanos han muerto despedazados intentando escapar de eso que Chávez llama “el mar de la felicidad”. Sería la mejor manera de que haga algo por los cubanos.
El balance de Saladrigas cierra con una mentira rotunda: “La historia de (…) las transiciones europeas fueron precedidas por numerosos intercambios culturales”. Esta sentencia no resiste análisis. La historia ha registrado las verdaderas razones que provocaron esas transiciones –ya sea en la España franquista o en la Europa socialista- y los caminos que llevaron a éstas.
Pero la causa por la libertad y la democracia en Cuba está llena de cubanos como Saladrigas, que conspiran contra ella por convicción o por idiotez, al afirmar que Juanes puede ayudar a “quebrantar las estructuras totalitarias y represivas”.
La Cuba de hoy está saturada de rumba. La lata, el palo y el ron se han convertido, junto con el choteo del que nos previno Mañach, por enajenación sociocultural, en la desgracia de la nación. Ya lo dijo Pánfilo: Jama, lo que Cuba necesita es Jama, y para eso no hace falta el concierto de Juanes, hacen falta voces que se alcen pidiendo libertad y democracia. Hacen falta muchos maleconazos. Muchos más disidentes. Muchos más Oscar Elías Biscet, y menos complicidades de los Sánchez Cristo y los Saladrigas, que juzgan, condenan y demeritan al exilio cubano con confabulaciones degradantes e histórica y políticamente inmorales.