domingo, 14 de diciembre de 2008

¿Seremos como el Che? o una miserable indiferencia ante la verdad


Ante el desafío de Emilio Ichikawa, yo, que no creo que el Che fuera una persona abusiva, sino un asesino confeso (“Fusilamientos sí. Hemos fusilado, fusilamos y seguiremos fusilando mientras sea necesario. Nuestra lucha es una lucha a muerte”), me siento obligado a hacerme la pregunta propuesta: ¿soy como el Che? Y también me obligo a darle pública respuesta al preguntón.
No encabezo ninguna lucha contra todos los autoritarismos, sólo encabezo mi lucha contra el autoritario que llevo dentro, y trato todos los días de cumplir con esa máxima cabalística que invita a la no reacción, aunque eso no quiere decir que esté dispuesto a poner la otra mejilla.
Todos los días acepto muchos hechos que no son mi dogma, porque en realidad no tengo dogmas: ni científicos ni religiosos ni sistémicos ni doctrinarios, aunque tal vez, pensándolo bien, tengo uno inmenso: el relativismo. Para mí nada es absoluto ni permanente. Por lo tanto acepto todas las dudas, porque dudo de mis propias certezas, que no son muchas. Aunque pensándolo bien otra vez, algunos fanatismos míos son absolutos: le voy a los Yanquis de New York. Idolatro a Los Beatles. Me parece más auténtica Britney Spears que Madonna. Amo la democracia, la libre empresa y el capitalismo, y desprecio a los tiranos, al estatismo y al socialismo en todas sus expresiones… Bueno, tal vez, para ser completamente honesto, debo decir que unos tiranos me parecen menos odiosos que otros- pero no me gustaría ser gobernado por ellos. Me gustan ciertas cosas de la socialdemocracia-pero no me gusta la socialdemocracia. Y el Estado me parece un mal necesario- si no se mete demasiado en lo que no debe: la economía y la libertad individual.
No soy pendenciero, pero me gustan los enfrentamientos y los incito cuando son justificados, sobre todo si son deportivos, literarios o políticos. Pero no soy ajeno a las broncas callejeras, y como Hemingway tengo cierta fascinación por las armas. No juzgo a mis vecinos por lo que no han dicho, los juzgo por los aplausos a los discursos, las cabezas gachas, las firmas acusatorias, los silencios cómplices, los actos de repudio, la apatía, la sodomía intelectual, la doble moral y la ovejuna obediencia política, pero soy incapaz de darles un tiro de gracia o condenarlos al pelotón de fusilamiento.
Parece que Ichikawa, al afirmar que “no se erige un pueblo haciéndole gritar a su niñez: ‘Pioneros por el comunismo: ¡seremos como el Che!’, pero tampoco se hace obligándole a decir: Pioneros por el capitalismo, seremos como el antiche”, nos demuestra que no se resigna a que le derrumben sus mitos guevaristas, mientras establece que “los niños deben ser como ellos mismos, acaso como sus padres, y no como diseñan las autoridades, ya sean castristas o anticastristas, católicas o ateas militantes”. Y sí, los niños debieran tener una formación que permita el libre pensamiento, pero… ¿qué hacer cuando esos niños y los padres de esos niños ya han sido adoctrinados bajo los preceptos de una carnicera ideología? ¿Acaso no son sanas las comisiones de la verdad? ¿Por qué son justos los juicios de Núremberg para unos y no para otros? ¿Por qué vemos con buenos ojos que los judíos luchen porque el mundo no olvide los crímenes antisemitas, y pedimos perdón y olvido para los criminales castristas? Si algo debiera hacerse prioritariamente en una Cuba democrática es desmontar los mitos. Tal vez sólo dos mitos: Fidel y el Che. Los demás ya se cayeron: educación, salud e igualdad racial.
Es evidente que Ichikawa no acepta los testimonios de los actores que se oponen al mito, porque se siente más cómodo con la imagen del Che que le inculcaron. Por eso se niega a que la historia oficial sea confrontada, y a cambio nos propone, a través de la resignación y la desidia, un patético revisionismo de la historia, que consiste en borrón y cuenta nueva, aunque carece de la honestidad intelectual para proponerlo abiertamente. Y lo hace de manera solapada, al plantear: “Una crítica del crimen incluirá necesariamente una familiarización con el mismo; lo que implica que sigamos empantanados en el asunto de quién mató primero y cuál verdugo fue peor”. Una mentira muy poco convincente para cualquiera con una inteligencia mediana. Aquí se impone la verdad de Perogrullo: los pueblos que desconocen su pasado tienden a repetir los errores. Ahí está la Rusia actual, regresando al autoritarismo ruso, viendo al vigilante mayor, al Gran Hermano Putin como su salvador.
Ante el terror de estos regímenes autoritarios hay dos antídotos eficaces: la memoria y la inhabilitación política de los cómplices, además de la necesidad de juzgar a todos los que tienen manchadas las manos de sangre. Eso, señor Ichikawa-se deduce de sus palabras que así lo cree-, no sería revanchismo político, sino justicia. Y sí, no se funda una nación como se funda un campamento, pero menos se reconstruye una nación si no se desmantela primero el campamento, que devino en cuartel de dictadores.
A los niños cubanos que ideologizaron con el mito de un Che glamoroso, que de tanto quedarse quieto en camisetas, fotos y tatuajes se ve estúpido, hay que desmontarles los mitos. Hay que darles una historia no oficial, menos idealista, que no sólo les enseñe que Martí no era de mármol ni el Che un Robin Hood ni Superman un diversionista ideológico ni Fidel el padre de la patria. Una historia que les permita discernir con libertad dónde están las verdades, para que puedan ser ellos mismos y no se parezcan a lo que hoy son, ni a lo que son sus padres, para que nunca tengan que estar “en la manigua cubana sedientos de sangre", ni matar a ningún campesino llamado Eutimio Guerra. Ni asesinar a ningún teniente llamado José Castaño, sin que cometiera delito alguno. Ni fusilar a cientos en juicios sumarísimos. Ni degollar a cuanto vencido caiga en sus manos. Ni odiar a la civilización.
Yo, mientras tanto, me permito la libertad de odiar a Ernesto Guevara de la Serna, alias el Che, y a todo lo que él representa. Y a quienes por ignorancia o compatibilidad lo adoran en el altar de los mitos. Y lo odio, porque odiar al Che significa estar contra todo lo que él representa: “el odio como factor de lucha. El odio intransigente al enemigo, que impulsa más allá de las limitaciones naturales del ser humano y lo convierte en una efectiva, violenta, selectiva y fría máquina de matar. Un pueblo sin odio no puede triunfar sobre un enemigo brutal”.
Estoy de acuerdo, “ninguna precisión historiográfica concerniente al sistema de mitos de la izquierda internacional (el Che sólo es uno de ellos) será suficiente para hacerles renunciar a su propaganda”, pero sí será suficiente para ayudar a pensar libremente a los niños cubanos, para que al menos puedan elegir si quieren o no ser como el Che sin que nadie los obligue. Será suficiente para que los que tuvieron que vivir obligados a construir el hombre nuevo, descubran quién era el monstruo detrás del slogan. El criminal detrás del ícono. Después de eso, allá con su condena los que sigan creyendo en la propaganda, en la CNN de Ted Turner y en las estrellas de Hollywood. Barrer los mitos en Cuba será tan fácil como vital. Para entonces, lo que pase en el resto del mundo con esos mitos no habrá de importarme. El París y el Tlatelolco del 68 los crearon, que se los coman con papas. El mundo nos ha dado la espalda a los cubanos por medio siglo, y quién sabe por cuánto tiempo más lo seguirán haciendo.
¿Seremos como el che? es la propuesta de Emilio Ichikawa para que asumamos una miserable indiferencia ante la verdad. Yo, que no soy como el Che, me niego. ¿Y ustedes?

sábado, 13 de diciembre de 2008

El bobo de la yuca


Algún jodedor diría que son monjes con las palmas de las manos muy vellosas. Quizás algún otro, con cierta postura culterana, que son parte de una siembra de semillas podridas que brotan fuera de época, hasta convertirse en árboles torcidos que jamás sus troncos enderezan. Lo cierto es que en todos los pueblos de Cuba hay por lo menos un bobo de la yuca.
Estos anormales, a diferencia de otros bobos, no siempre se babean o comen de lo que pica el pollo, pero tienen algo en común: en cuanto ven pasar una mujer se ríen abriendo la boca con desmesura, para provocar el gutural tintineo de la campanilla, que se le mueve en un ligero y sabroso coqueteo con las amígdalas, y la pinga se les pone requetetiesa. Esa pinga que es grande muerta y más grande viva. Esa pinga que puede ser gorda y larga; flaca y larga, pero nunca corta, nunca. Ya bastante tienen los pobres con ser idiotas, como para que encima tengan que arrastrar el miserable peso de tener la pinga chiquita.
Jasón era uno de esos bobos de la yuca. Jasón no se babeaba y era alto y rubio y fornido y de ojos azul oscuro y de no haber nacido con el cerebro medio muerto hubiera podido ser una estrella de cine. Jasón no se babeaba y antes que Mariana empezara a levantarse la saya en sus narices, eran varias las cabronas del pueblo que se lo jalaban hasta la cañada y lo cabalgaban y lo enseñaban a gozar y a hacer gozar. Jasón no se babeaba y se convirtió en el comentario secreto de las mujeres y era el hombre más famoso del pueblo, sin que lo supieran los otros hombres y ninguna cabrona lo confesaba y todas soñaban con Jasón entre sus piernas y unas eran solteras y otras casadas y otras virgencitas como Mariana. Jasón no se babeaba y tenía una sonrisa que hacía florecer a su cara gracias a sus dientes perfectos y blanquísimos. Una sonrisa que parecía estar colgada de los labios. Una sonrisa delicadamente boba. La misma sonrisa que engatusó a la mulata Candita, el día fatal que lo metió en su casa y en su cuarto y en su cama cuando su marido no estaba y parió un vejigo casi blanco y el negro Evaristo casi la mata y el vejigo creció y el pueblo tenía otro bobo de la yuca y Evaristo cogió el cuchillo que le daba su oficio de matarife y se lo metió por la nuca a Candita mientras asaba maíz y se lo traspasó por el gaznate y se lo sacó suavecito para que no le doliera y se lo metió al bobito que jugaba con su pito en la mano zurda y se fue a buscar a Jasón para metérselo quién sabe por dónde y de camino, con el matavacas chorreando sangre, lo agarró la policía y todavía hoy está jalando un burujón de años tras las rejas.
Para Jasón existía una sola cosa: Mariana, la linda pelirroja de catorce años que le hizo olvidar a las otras mujeres del pueblo. Mariana, la de la cara pecosa, que siempre que pasaba frente a su casa, a la hora que él se daba sillón en el portal, como quien pasa sobre el carro de las herejías de Sodoma hacia Gomorra, se detenía y se levantaba la saya a cuadros plisada, para que Jasón viera que no llevaba nada debajo y se ponía a improvisar un can-can y Jasón veía que llevaba unas bien distribuidas pelusas de maíz (que no era el que asaba Candita) en el soñado y tierno pubis, que lograban que el potro cerero le galopara a todo reventar entre un muslo y otro, en un desenfrenado intento por alcanzar lo más alto de la colina. Intento en vano, porque el potro siempre se estrellaba contra el muro de contención de la portañuela, para luego acabar agarrado de las riendas (del tallo) por los dedos de la mano zurda del bobo, que desde media hora antes acechaba dentro del bolsillo del pantalón, con un toqueteo disimulado que no dejaba que el animal se durmiera. Mariana entonces le sacaba la lengua y se iba canturreando y dando salticos como cualquier muchachita ingenua. Jasón entonces exprimía su potro, hasta que éste, destrozado y sediento por el intenso galope, se quedaba quieto, muy quieto, casi estrangulado por la fuerte mano zurda, y se babeaba obligando al bobo a poner los ojos en blanco.
Un día, como todos los días desde hacía más de un año, cuando Mariana iba de Sodoma hasta Gomorra, se dio cuenta que el sillón de Jasón estaba vacío. Se detuvo frente al portal por unos minutos, pero nada. Durante cuatro semanas Mariana esperó ver a Jasón en el portal, pero nada de nada. Una voz corría por el pueblo, como corren las voces por los pueblos chiquitos, azuzada por las llamas del infierno: Jasón está enfermo (primera semana), y el sepulturero se levantó de la cama con todo el peso de sus huevos herniados, que no eran huevos, sino globos. El bobo de la yuca se está muriendo (segunda semana), y el sepulturero fue rumbo al cementerio con sus huevotes arrastras. El anormal está jodido (tercera semana), y el sepulturero caminó entre las tumbas, cansado, con los huevotes sudorosos cocinados en el horno de cuarenta grados de aquel verano, en busca del sepulcro familiar y dispuesto a preparar las condiciones por si había que desenterrar al último difunto. El bobo se parte en cualquier momento (cuarta semana), y el sepulturero abrió la tumba “Para que le dé un airecito”, dijo, y se sentó a hacerle compañía a la abuela de Jasón que estaba hecha polvo, en espera de que la familia le avisara si por fin el bobo se terminaba de morir o no. Y la iglesia se llenó de mujeres rezando (mujeres que Jasón había llevado al hipnótico trance del orgasmo), para que la mano del Señor no le metiera un jalón al pobre idiota y lo mandara al otro mundo. Al más allá. O a donde sea que va a caer la gente cuando se va de este mundo pa’l carajo. Y el silencioso llanto plañidero de las mujeres retumbó en las paredes de la iglesia. Y la familia del bobo no creía en la iglesia católica, porque eran testigos de Jehová. Y los otros testigos del pueblo rondaban la casa como buitres. Y el médico del pueblo quería ver al moribundo a como diera lugar. Y el moribundo no comía. Y no bebía. Y no nada. Encerrado en su cuarto sin querer ver a nadie, con los ojos en blanco, porque el ojo que cohabitaba con sus muslos se babeaba y se babeaba y se babeaba atrapado en su mano zurda, que no era la mano del Señor, porque parece que el Señor no tiene siniestra. Y el médico que insistía en ver al bobo. Y el padre del bobo dice que “Nosotros sólo aceptamos la medicina de Jehová”. Y el bobo que seguía dale que te dale a la Manuela, entre continuos griticos de placer escuchados por su ingenua madre (lamento tras lamento), y su bruto padre (maldición tras maldición). Y los griticos cada vez eran más apagados, como signo de que Jasón iba desfalleciendo.
Afuera nadie sabía lo que en realidad pasaba dentro de la casa de Jasón. Nadie sabía lo que pasaba en el cuarto de Jasón. Nadie sabía lo que estaba haciendo Jasón. Pero todos se empeñaban en devanarse los sesos por solucionar aquel embrollo, porque “Caballero, este pueblo no va a ser lo mismo sin el bobito”, advertía una joven de unos veinticinco años, con voz melancólica. “Hay que entrar a la fuerza. Tomar la casa por asalto y sacar al anormal ése de ahí y llevarlo pa’l hospital, cojones, porque si no en este pueblo de mierda todos se van a volver locos”, gritó, con énfasis autoritario, el jefe del cuartel de bomberos. Entonces comenzó el salpafuera, el dalealquenotedio, el estirayafloja y el quítatetúpa’ponermeyo, y a media noche (la última noche de la cuarta semana) la gente se juntó en el parque del pueblo espontáneamente- esto no es cierto, las mujeres lo organizaron todo y convencieron a los maridos, (las casadas), a los amantes (las solteras), a los amigos (las amantes), al cura (las viudas reprimidas), a los novios (las calienta pingas) y al sacristán (los bugarrones)-, y encendieron las antorchas en marcha hacia la casa del bobo de la yuca dispuestos a todo (nadie sabe a qué). Llegaron al portal con el sillón vacío y empezó la gritería de todos los colores: “¡Entreguen al bobo!”... “¡El anormal es nuestro!”... “¡Liberen a Jasón!” (soltó alguien que seguro acababa de ver la película Liberen a Willy, porque luego agregó: “¡Los animales también tienen derecho!”) “¡Déjenlo salir!”... “¡Abajo los testigos de Jehová!” (gritó el cura, con oportunismo, cansado de que en su rebaño existieran ovejas podridas, que quieran desvirtuar las enseñanzas del Señor) “¡Que se vaya la gusanera!” (fue el grito podrido de un viejo que no sabía que estábamos en la era de las mariposas, y que en ese instante se atragantó con una, de esas grandes y negras que son mensajeras de la desgracia, y se asfixió lenta, lenta, lentamente, sin que nadie en el tumulto se diera cuenta, hasta que cayó muerto entre los huevotes del sepulturero (que estaba ahí por casualidad o por chismoso, porque nadie lo había invitado), con los ojos tan abiertos como la noche. Y la noche aprovechó la muerte, para imprimir el reflejo de sus millones de estrellas en la orfandad de las pupilas dilatadas del viejo. En eso llegó la policía y contuvo los ímpetus de la turba y puso bardas y dibujó un cordón de hombres con escudos y palos en las manos y soltó alguna que otra bombita de gas lacrimógeno, para que las mujeres y los hombres lloraran, como en una telenovela mexicana copiada de una radionovela cubana del año de la corneta.
Dentro de la casa, por primera vez desde que empezara toda la odisea, los padres de Jasón escucharon a su hijo pronunciar algunas palabras. La madre, en el desespero total, pegó la oreja a la puerta del cuarto, pero lo que creyó que eran palabras en realidad “Son quejidos”, pensó la mujer en un primer momento, porque el ruido que hacía el padre con las botellas de refresco y el galón de gasolina y la lata de aceite con que preparaba unos cócteles Molotov no la dejaban escuchar bien. Pero aguzó el oído y supo que no eran quejidos. Y comprendió que no eran palabras. Y descubrió que era una palabra. Y era una palabra que ella entendía. Y era una palabra que casi no se oía. Y era una palabra musitada, que, probablemente, era la causa de todo el desvarío de su hijo. Y era una palabra, que en realidad era un nombre: Mariana. Pero ¿quién era Mariana? Ella vivía encerrada en su casa, aferrada a su Biblia, tratando de descifrar lo indescifrable en el Apocalipsis, y no sabía cómo se llamaba la mayoría de la gente del pueblo, más allá de sus vecinos cercanos. Iba a preguntarle a su marido si conocía a alguien llamada Mariana, cuando por una ventana de la sala entró un huevo clueco, que se estrelló en su frente y la sentó de nalgas, más por el susto que por la fuerza del impacto. El marido, que ya tenía listos los cócteles, agarró uno, encendió la mecha y lo lanzó por la misma ventana por donde entrara el huevo clueco, más encabronado por la peste que devoraba el aire respirable, que por el chichón en la frente de su mujer. Cuando se escuchó el impacto de la botella de refresco al reventar contra el pavimento, y a alguien que gritaba “¡Apáguenme, coño, que me quemo!”, Jasón se desgarró las amígdalas con la piñacera que le dio la campanilla en medio de un grito frenético y brutal: ¡Marianaaa!
Afuera de la casa la confusión era total. Nadie esperaba que el padre del bobo les cayera a coctelazos Molotov. Explotaban uno tras otro, con su carga incendiaria. Había gente ardiendo que se revolcaba por la calle, mientras otra gente intentaba apagarlos. La policía, sin órdenes que cumplir, rompió el cordón de seguridad, incorporándose a la actitud colectiva: paticaspa’quétequiero. En menos de lo que canta un gallo la calle se quedó sin un alma, aunque el padre, poseído por alguno de los demonios a los que tanto temía su fanática mujer, seguía tira que te tira cócteles, hasta que se acabó las cinco cajas de refresco, y llegó el silencio.
Y desde el silencio apareció Mariana. Y se sentó en una esquina, con el rostro iluminado a ráfagas por las llamas de los cócteles que se iban apagando. Y esperó en medio de la oscuridad a que el pueblo se metiera en sus camas, más por el susto que por el sueño. Y esperó a que se apagaran las luces de la casa, dispuesta a encaramarse hasta la ventana de Jasón, para averiguar qué era lo que pasaba.
En el cuarto, Jasón estaba tirado sobre la cama, desnudo, masturbándose con la mano zurda y con los ojos en blanco. En el cristal de la ventana del cuarto se sintieron unos toquecitos. Jasón volteó su rostro, y pudo ver el rostro pecoso de Mariana, que sonreía al verlo con aquella cosa enorme en su mano zurda. Y el bobo se reía, como se ríen los bobos de la yuca cuando ven a una mujer. Y el bobo abrió la ventana. Y Mariana entró. Y Mariana se levantó su saya a cuadros plisada. Y Mariana bailó un can can. Y no pudo (o no quiso) sacarle la lengua, y alejarse dando salticos, como cualquier muchachita ingenua, porque el bobo, parado en la cama, la agarró entre sus manos. Y puso su cosa grande entre las piernas de ella. Y se la empujó hasta donde el diablo dio las tres voces y nadie lo escuchó. Y se la empujó sin compasión, sin el límite que siempre le ponían las otras mujeres del pueblo, cuando le amarraban un pañuelo a mitad del rabo, para saber que la gozadera era hasta ahí, porque de ahí para adelante era el suicidio. La bestia babosa de Jasón, al penetrar completico en el sexo reseco y virgen de Mariana, le arrancó casi todas sus bien distribuidas pelusas de maíz.
A la cara de Jasón, una risa estúpida le provocó una felicidad estúpida. A la cara de Mariana, una risa congelada le provocó un dolor congelado en sus entrañas, mientras su cuerpo de catorce años tembló convulsionado a más de medio metro del suelo, sometido al violento e indetenible metisaca de la bestia. Por sus piernas, blancas como la leche, corrió una nata roja que manó de sus órganos destrozados, confundiéndose con el fétido olor de lo que alguna vez pudo ser un orgasmo. Desde su boca, pálida y con una mueca en los labios, un grito se babeó y se cayó al suelo moribundo, mientras sus ojos, desmesuradamente abiertos, contemplaban cómo la noche que se colaba por la ventana imprimía en la orfandad de sus pupilas dilatadas el reflejo de millones de estrellas.

lunes, 8 de diciembre de 2008

La Habana, Cuba, 6 de diciembre de 2008
Convocatoria a marcha en La Habana por el Día Internacional de los Derechos Humanos

Comunicación
Invitación a la tradicional marcha del 10 de diciembre: Día Internacional de los Derechos Humanos y 60 Aniversario de la Declaración Universal de Derechos Humanos LA HABANA, Cuba, 7 de diciembre, - Como es ya tradicional, desde el año 2005 un grupo de activistas de los derechos humanos nos reunimos públicamente, en el parque Villalón, sito en Calzada entre D y E, Vedado, para celebrar la vigencia del 10 de diciembre en Cuba, un día en el que universalmente se recuerda esta importante conquista mundial.
El gobierno cubano se resiste a reconocer el valor de la Declaración de Derechos Humanos para los ciudadanos que vivimos dentro de la isla. Exceptuando la mención de la fecha en algunos medios de comunicación, nunca realiza actos simbólicos o gestos que demuestren su compromiso con los principios que esta Declaración recoge, a pesar de que Cuba es miembro fundadora del recién creado Consejo de Derechos Humanos. Por el contrario, persiste en mantener en prisión a más de 200 activistas, continúa hostigando a quienes solo quieren disfrutar y ejercer derechos reconocidos para todos los ciudadanos del mundo, y conculcando derechos y libertades fundamentales del pueblo cubano.
Parte de ese hostigamiento ha sido la represión desatada contra todos los que hemos decidido expresarnos públicamente con un gesto simbólico, para recordar anualmente la fecha y dejar claro de que en Cuba hay una ausencia capital en el respeto a los derechos humanos. Precisamente el pasado 10 de diciembre, mientras el gobierno cubano anunciaba su intención de firmar los Pactos de Derechos Civiles y Políticos, y Económico, Sociales y Culturales de las Naciones Unidas, intención consumada en febrero de este año, éramos golpeados y vejados quienes asistíamos pacíficamente a celebrar este día. Una muestra de que los propósitos declarados no se correspondían con las verdaderas intenciones de respetar los derechos humanos en Cuba. Desde esa fecha, se cuentan por miles las violaciones sistemáticas de estos derechos.
Nuestra intención este 10 de diciembre, como en las anteriores ocasiones, es marchar pacíficamente en torno a nuestro espacio simbólico, en silencio, sin consignas ni carteles y con la total disposición de no responder a ninguna provocación de las autoridades, o de aquellos que desafortunadamente utilizan para agredirnos física y verbalmente, y luego consumar arrestos arbitrarios. Tal y como ocurrió en el 2005 y 2006, cuando la seguridad del estado dirigió turbas de centenares de personas agresivas que cometieron toda clase de delitos con total impunidad y sin respetar siquiera que lo hacen frente a la sede regional de la UNESCO para América Latina y el Caribe. Esperaríamos esta vez que este organismo tome nota de las acciones de las autoridades cubanas; al tiempo que esperamos que las autoridades de la isla aprovechen este 10 de diciembre para ratificar y divulgar los Pactos firmados, en vez de reprimir a quienes pacíficamente exigen su cumplimiento. Llamamos la atención de la señora Susan Mc Dade, representante de la Organización de Naciones Unidas en Cuba, que elogió al gobierno cubano por la firma de los Pactos el pasado año, y no emitió su autorizada opinión cuando a la misma hora la policía política atropellaba con turbas enardecidas a indefensos y pacíficos activistas que marchaban en el parque Villalón, en simple ejercicio de sus derechos.
Nuestra determinación es clara en esta ocasión. Hay bastantes evidencias testimoniales (fotos, grabaciones y videos que se han mostrado en los medios internacionales) de los atropellos que hemos sufrido y de la violencia ejercida contra nosotros. Esta vez, si volvemos a ser víctimas de la violencia, hemos decidido establecer una demanda judicial internacional contra el ministro del interior de Cuba, Abelardo Colomé Ibarra, como máximo responsable por nuestra integridad física, psíquica y moral. Solicitamos a cualquier persona de buena voluntad en Cuba y en el mundo, o a cualquier organización jurídica relacionada con los derechos humanos, su cooperación, asesoramiento y representación, si nos vemos obligados a establecer esta demanda judicial.
Dr. Darsi Ferrer
Ciudadano cubano

sábado, 29 de noviembre de 2008

Lluvia inútil



Esos hombres mutilaron a la gente de a pie
que, como las semillas de la maraca, hacía fiestas en todas partes. Renombraron
las cosas en reversa nunca hacia el alba,
en vorágine inmóvil, medio vivos multiplicando la locura
en saltos de muros, de musgos, de generaciones polvorientas.
Esos hombres no hablaron del despojo del fuego,
ni se quejaron de sus heces de guerras lamidas en los parques.
No hablaron de los pobres detrás de las persianas
desbordados por el miedo y las mentiras familiares
sin caminos, sin sonidos, sin remedios.
Esos hombres de ruidos estridentes y monótonos,
cual ejército de cigarras, ya sólo se desvisten.
El tiempo en su sabiduría helicoidal los hallará muertos
como burlas en las lenguas de los sabios.
Morir despacio, casi sin crujir, sin saludos
es la lluvia inútil en los patios de las casas.

sábado, 1 de noviembre de 2008

Nancy Pelosi y Piedad Córdova: Amistades peligrosas


¿Será pura coincidencia que ambas estén vestidas de rojo? No lo sé, pero lo que sí sé es que no es coincidencia que Piedad Córdoba sea una pro-chavista y anti-uribista, mientras Pelosi se opone, al igual que Obama, al tratado de libre comercio con Colombia. El único verdadero aliado de Estados Unidos en latinoamérica.

lunes, 27 de octubre de 2008

Epístolas a los otros fanáticos


Primera Epístola a San Andrés Reynaldo

Por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios-Romanos 3:23

En su “Epístola a los fanáticos” San Andrés dice: La deshonestidad intelectual es la savia del fanático. Por mucho que se esconda en sus sofismas, por vueltas que le dé a su empantanada lógica, el fanático no puede admitir error (Andrés 1:1) El apóstol sentencia a los fanáticos a morir en el paredón del pecado. Lo hace sin misericordia. Sintiéndose libre de culpa. Infalible. Decretando para sí-sin decirlo, abandonando su verdad en la llaneza de lo implícito-, la honestidad intelectual que lo libra de la asquerosa y contaminante savia del fanático. Porque él es transparente, directo, franco, y no utiliza argucia alguna ni su lógica se atasca.

Pero el apóstol no se da cuenta que la fogosidad, la exaltación y el arrebato con que defiende su honestidad intelectual pretendiendo alcanzar la otredad, la condición de ser otro distinto, lo convierte en otro fanático. Aunque, en honor a la verdad, no lo convierte, siempre lo ha sido. Si no se ha dado cuenta, es porque desde la siniestra (aviesa, malintencionada, infeliz, funesta, aciaga, resabiosa, viciosa y dañada costumbre del hombre de ser propenso a lo malo) del señor siempre se mira como fanáticos a los que están a la diestra (hábil, experta, sagaz, prevenida, favorable, benigna, venturosa y avisada para manejar los negocios), y no se les concede ninguna posibilidad de legitimidad a sus posiciones intelectuales. Para los siniestros, los diestros sólo son una manada voraz que no puede equivocarse, porque errar es de humanos y el fanático siempre aspira a una medida sobrehumana, siempre es partícipe de un programa sobrehumano, siempre se adscribe a una admiración sobrehumana. Si admite error se desploma algo más importante que su sistema de ideas: la idea compensatoria de su persona (Andrés 1:2)

San Andrés ve la paja en el ojo ajeno, mientras trata de mantener el equilibrio en la viga del propio. Olvida que no fue el fanatismo de Dios quien puso a los fanáticos a la derecha, para que los contemplaran con odio desde la izquierda. Fue la Revolución Francesa. Les llamaban girondinos. Eran comerciantes burgueses, defensores de la esclavitud, que enfrente tenían a los jacobinos, con su más insigne, tenebroso y despiadado representante: Maximilien Robespierre, un fanático fundamentalista, del que todavía la humanidad sigue arrastrando algunos de sus peores legados, en nombre de la Libertad, la Igualdad y la Fraternidad. Mientras los girondinos, desde su visión injusta de los derechos del hombre, defendían asuntos terrenales, los jacobinos, en acto de admiración sobrehumana, endiosaban eso que Robespierre llamaba Virtud (ente de origen divino, diabólicamente abstracto), y en su nombre se implantó el terror que guillotinó a miles, para preservar las libertades públicas. Después de todo, el fin justificaba los medios.

Este fanático siniestro mantiene una postura jacobina en pleno siglo XXI. Para él los fanáticos diestros siguen siendo los despóticos comerciantes burgueses, esclavistas y explotadores, a quienes lo único que les importa es hallar un credo que le permita infligir su personalidad sobre el resto de los hombres. Que lo sitúe en una posición de cancerbero. Una atalaya, un látigo (preferiblemente una atalaya y un látigo) para observar al rebaño (Andrés 1:3) Pero en sus elucubraciones ideológicas no reconoce que es a la izquierda del espectro político(su espectro político) donde se han cultivado los credos más infernales de la historia reciente de la humanidad, que han vigilado, desde lo alto y con un látigo en la mano, a los pueblos: Revolución Francesa, Revolución Haitiana, Revolución Rusa, socialismo, nacional-socialismo, stalinismo, o castrismo son sólo algunos ejemplos.

También se equivoca el escriba al querer establecer un dogma, y termina, por lógica definición, garrapateando una falsedad: Por eso, cuando su credo se desploma, el fanático salta inmediatamente para otro credo. No pocas veces, para el credo estrictamente contrario. Porque el fanático necesita vivir en el absoluto, como ciertos números que no admiten ser combinados, disminuidos, multiplicados ni divididos. Cuando el fanático tropieza con los matices, su estatura disminuye. Y el fanático necesita siempre mirarnos desde arriba. Desde muy arriba y, además, por el bien de nosotros (Andrés 1:4 ) Un fanático, si es un verdadero fanático, nunca (apréndelo San Andrés), absolutamente nunca, salta para el credo contrario. A lo máximo que llega es a ajustar su credo a las circunstancias, y cambiar las tácticas y estrategias, para solventar la situación y fortalecer su fanatismo (alguien de izquierda, como el apóstol Andrés, debería saber que eso se llama dialéctica pragmática, ya sea de derecha o de izquierda), tal y como ha hecho, de manera ejemplar durante medio siglo, Fidel Castro.

Quienes cambian de credo son los oportunistas (yo, por ejemplo, soy fanático de Los Beatles y odio a Los Rolling Stones. Me fanatizo con Los Yanquis y detesto hasta la muerte a Los Medias Rojas. Amo la democracia, la libre empresa y el capitalismo, y desprecio a los tiranos, al estatismo y al socialismo en todas sus expresiones. Y eso jamás cambiará. Ni siquiera si Lennon resucita y canta con Mick Jagger. O si me mudo a Boston y mi hija se casa con Matzusaka. O si Barack Obama gana las elecciones y suben los precios de las casas, el desempleo baja a tasa cero, se establece un seguro de salud universal y se decreta una total exención de impuestos para los que ganamos menos de 250 mil al año-porque esta abundancia duraría lo que un merengue a la puerta de un colegio y, en menos de lo que canta un gallo, el aparente bienestar económico del país se convertiría en un lastre tan profundo, que necesitaríamos a un nuevo Ronald Reagan para volver a reinventar la nación.) Quizás ese es el motivo por el que los verdaderos fanáticos no abundan ni a la izquierda ni a la derecha. Y a esa pureza suele tildársele de extremista.

Ahora déjenme darles una muestra de cuan fanático extremista y visceral puedo ser, porque San Andrés se lo merece. Cuando este idiota engreído con ínfulas de intelectual izquierdista se decide a entrar en la médula de lo que le molesta de los fanáticos- más bien del tipo de fanático que aborrece, que son los neoliberales-, dice: Ahora, los fanáticos del neoliberalismo tratan, como se dice en Cuba, de dormirnos la niña. Las variantes son para troncharse de la risa. Ante el desguabinamiento de un modelo de mercado concebido para favorecer a la hez del capitalismo moderno, y el descalabro de su ídolo, George W. Bush, que viene a representar con el vicepresidente Dick Cheney la hez de la política norteamericana, los fanáticos se sacan de la manga (o de un trasero huequito del pantalón) algunas explicaciones que no aportan mucho a la comprensión de la catástrofe, pero que arrojan una luz de quirófano sobre su mentalidad de papisas de la explotación corporativa. Sobre su inclinación sadomasoquista a satisfacer un poder, ya sea divino o terrenal (Andrés 1:5) Al terminar su diatriba, ya no puede ocultar la rabia, la furia, la soberbia, el ciego entusiasmo y el desmedido apasionamiento por sus creencias políticas y, como el pez, muere por la boca, evidenciando que pertenece al bando de los otros fanáticos.

Ni Bush ni Cheney son santos de mi devoción. El primero es un político mediocre, intelectualmente enano. El segundo es un zorro, un simulador inteligente. Ambos son fríos, pragmáticos, convenencieros, mentirosos y pésimos oradores. Ambos son responsables del profundo desgaste económico que ha provocado una guerra innecesariamente larga como la de Iraq, con todos sus pro y sus contra-que los tiene, aunque los siniestros no lo reconozcan-Y entiendo que provoquen que San Andrés eche espuma por la boca, para culparlos de todos los males que afronta la nación, pero considerarlos la hez de la política resulta, cuando menos, inexacto. Ninguno de los dos es inocente, pero tampoco son los culpables exclusivos que habitan esa hez. ¿O va a negar el santo Andrés que a esa hez de la política también pertenecen Joe Biden y Hillary Clinton, que son capaces de decir que Obama no está listo para comandar esta nación, y después, sin sonrojarse ante la falta de dignidad, lo alaban en los discursos o aceptan la candidatura a la vicepresidencia?¿O Jesse Jackson, que dice que va a coger por los huevos a Obama, porque se atrevió a decir que los hombres negros deberían ser más responsables de su paternidad?¿O el propio Obama, que miente de manera inmunda, al decirnos que no sabía que su pastor espiritual durante 20 años, Jeremiah Wright, el hombre que lo casó y bautizó a sus hijas, hizo, una y otra vez, en su presencia arengas racistas y de incitación al odio de los negros hacia Estados Unidos. Y que incluso el título de su libro “La audacia de la esperanza” proviene de un sermón de Wright. Ese mismo Obama que nunca le ha dicho a los norteamericanos si “una de las cosas con las que no está de acuerdo” con Wright es el criterio de este, expresado el 16 de septiembre del 2001, cuando dijo: “Bombardeamos a muchos más que los miles de Nueva York y el Pentágono, y nunca hubo ninguna reacción. Hemos aguantado terrorismo de estado contra los palestinos y los sudafricanos negros, y ahora nos indignamos porque nos ajusten las cuentas por todas las cosas que hemos hecho en el extranjero”. Ese mismo Obama que, siendo senador, estuvo en Kenya haciendo campaña por Raila Odinga, quien hoy es el primer ministro de un gobierno tiránico y corrupto en ese país. Ese mismo Obama que es el segundo más beneficiado, en tan sólo tres años de senador, de las contribuciones de Fannie Mae, junto al más beneficiado, otro siniestro: Chris Dodd? Son muchos los que se revuelcan en esa hez, desde Nancy Pelosi a Ted Kennedy, pasando por George Soros, Franklin Raines y Charlie Rangel. En ambos bandos hay mucha tela por donde cortar.

Ahora bien, creer que el modelo económico se ideó para favorecer a la hez del capitalismo moderno, no sólo es intelectualmente endeble e insostenible, sino malintencionadamente fanático.

Es incuestionable que el modelo económico llamado neoliberal fue impulsado por la “revolución conservadora” de Ronald Reagan, con el propósito de sacar a la nación del estancamiento económico y político que encontró. Una situación que venía degenerando la grandeza de la nación desde el gobierno Kenneddy-Johnson, y que continuó con el control de la Cámara de Representantes y el Congreso por los demócratas, durante los gobiernos de Nixón y Ford. Y que se agravó sobre manera, cuando los norteamericanos no quisieron votar por un hombre sensato como Ford- que estaba convencido de que las operaciones comerciales debían desenvolverse con mayor libertad, reduciendo los impuestos que pesaban sobre ellas, y aliviando los controles que ejercían las agencias reguladoras-, porque lo veían como alguien que no fue elegido para el cargo que ejercía. Y se decidieron entonces por Jimmy Carter, en una de las equivocaciones más brutales en la historia del país. Fue un fracaso en todo lo que intentó en política exterior y doméstica-estos cuatro años de Carter, San Andrés no los vivió, porque el llegó por El Mariel en los últimos meses de su mandato, pero debería saber que hacen palidecer al momento actual (filas de horas para comprar gasolina, un desempleo galopante, una inflación del 13 porciento), que es el peor de los ocho años de George W. Bush.

Tuvo que llegar Ronald Reagan para restaurar "el fehaciente rugido del progreso estadounidense y el optimismo” lidiando con destreza con el Congreso, para lograr que se aprobasen ciertas leyes que estimularan la economía, controlasen la inflación, aumentaran el empleo y se reforzasen las defensas nacionales que tanto debilitaran los demócratas. Reagan se embarcó en la tarea de recortar los impuestos y los gastos del Gobierno, y lo logró. Su restauración ha durado 28 años, a pesar de lo que digan los fanáticos de la izquierda, en lo que ha sido el período más estable y de mayor progreso y crecimiento económico y político de Estados Unidos, a pesar de sus lógicas altas y bajas, y del intento de la izquierda por descalificarlo.

Hoy, a pesar de la crisis de las instituciones financieras y del enorme gasto militar, los principales indicadores de la economía mejoraron en septiembre por primera vez en cinco meses; el desempleo es de 6.1 por ciento, menos de un punto por encima de la tasa promedio de 5.5 de los últimos cien años, manteniéndose estable-le recuerdo a San Andrés, este talibán de la izquierda norteamericana, que en la administración Carter, por estas mismas fechas, en 1976, el desempleo era del 7.6 por ciento, e incluso, durante la administración Reagan, en 1984, estaba en 7.3-, a pesar del constante despliegue publicitario de quienes han querido poner en la tinta de los periódicos a un país en recesión, cuando no es así, ni técnica ni prácticamente. Son muchos los economistas que han dejado en claro que la economía está contraída pero no en caída libre; que la economía lleva varios meses de mal funcionamiento, afectada por la crisis de la vivienda, el crédito y las finanzas, pero que no está en recesión, porque no ha mostrado dos trimestres consecutivos de crecimiento económico negativo. Y los números macroeconómicos lo reflejan. Aunque debemos decir que es altamente probable que se den las condiciones para que la economía muestre números negativos durante dos trimestres, porque la compleja situación financiera y la crisis de créditos pueden hundirnos en la recesión.

Pero San Andrés demuestra que no tiene la altura de un apóstol ni la de un profeta, sino la de un sumiso rapavelas de la izquierda fanática, cuando ni siquiera se atreve a mencionar por sus nombres a quienes acusa de ser Los más inteligentes fanáticos neoliberales, aquellos cuyo ego los salva de masticar su propia corbata y salir tranca en mano a cazar infieles, ofrecen la variante viral. Es decir, que la crisis que estamos viviendo era, en cierto modo, inevitable, ya que esto le ocurre al capitalismo de vez en cuando y, al final, todo es para mejor. Un ciclo, si usted viene a ver, con un determinismo de raíz metafísica. Como unas periódicas y purificadoras paperas, vaya. Eso sí, hay que cuidarse de las corrientes de aire y algunos tipos de intereses, no sea que se te bajen a santa parte las paperas y no haya calzoncillo financiero que te sirva en los próximos veinte años (Andrés 1:6) Es evidente que se refiere a Carlos Alberto Montaner y los puntos de vista de su artículo “El poder cicatrizador del mercado”, y a las ideas expresadas por Adolfo Rivero Caro en “Enemigos de fiesta”. Y sí, monaguillo, la crisis era inevitable, pero no porque esto le ocurre al capitalismo de vez en cuando (de manera mezquina y cobarde desvirtúa las palabras de Montaner, que fueron: “la base material que sostiene al conjunto de la sociedad es mucho más rica, saludable y educada que la que existía a mediados del XX, pese a las guerras, las crisis cíclicas, las catástrofes naturales y las estupideces periódicamente cometidas por los gobernantes y por los individuos que conforman la sociedad civil”. Y eso es una verdad que sólo una mente cicatera y sórdidamente perversa puede negar), que también es así, sino porque como nos dijo hace mucho tiempo Warren G. Harding –antes de que inventaran lo de neoliberales heces del capitalismo-lo mejor es que haya “menos gobierno en los negocios y más negocios en el gobierno”. Y en esta historia el gobierno se ha metido demasiado donde no debía. De todas maneras, Montaner, que no necesita que lo defiendan, le respondió en el artículo “El precio de ser libres”, cuando le dijo:”Sólo quienes no tienen memoria histórica ignoran los ciclos empresariales y las crisis periódicas que sacuden a las sociedades en las que predominan la libertad económica y un sistema de producción basado en la existencia de propiedad privada, y en el que los precios los fija el mercado de acuerdo con la ley de oferta y demanda”.

En su siguiente sermón, este gazmoño de la izquierda dice que De hecho, para ellos, la crisis tiene un aleccionador valor purgativo, como si fuera una especie de ritual maratón darwinista. Así que sólo un idiota, un vago incapaz de sacrificarse por la civilización, un energúmeno que no sabe ni un pelín de economía, un comunista, en suma, puede escandalizarse de lo que está pasando, aun cuando se halle a punto de perder su casa, aun cuando su 401-K se haya ido por el tragante del inodoro, aun cuando el seguro médico se resista a cubrirle la quimioterapia. En tono pedagógico, los fanáticos nos conminarán a contemplar el gran diseño histórico. Claro que habrá víctimas, pero no serán unas víctimas de a tres por peseta, sino las víctimas del neoliberalismo, ¡el más grande de todos los proyectos históricos! (Andrés 1:7) Y sí, tiene un gran valor purgativo. Ya lo empezamos a ver. Todas las instituciones financieras que, impulsadas por la excesiva injerencia del gobierno. O por las estupideces y oportunismo electorero de los políticos. O por la avaricia de ejecutivos corruptos e inescrupulosos, se esfumaron o fueron absorbidas por instituciones que, en medio de la debacle, pudieron seguir sosteniendo solidez financiera. Y sí, comenzó la evolución de las especies, porque es que el capitalismo de mercado sale fortalecido de cada crisis, aunque a los fanáticos siniestros esta idea les provoque repugnancia.

Lo que ha hecho el gobierno con este rescate financiero-no nacionalización ni socialización del capital ni ninguna de las estupideces que han dicho los agoreros de la izquierda y la derecha-es asumir responsabilidad y tratar de corregir lo que hicieron mal. Porque ha quedado demostrado que cuando se trata de jugar con reglas y legislaciones populistas, que crean falsas condiciones para los libres movimientos de una economía de mercado, pasan cosas como estas.

Con una capacidad de reduccionismo que da grima y con un hábil escamoteo de las verdades causales de la crisis, este jacobino trata de minimizar responsabilidades y ridiculizar a los fanáticos, diciendo que con una simplicidad que arranca las lágrimas, si es que se pudiera llorar de repugnancia, estos fanáticos le dirán que Wall Street se cayó porque a usted y a un grupito de irresponsables como usted se les ocurrió comprar una casa que no podían pagar. Agregarán, de paso, que Bush no tiene nada que ver con esto, y poco importa que el mismo Bush confiese que sí tiene que ver con esto. Porque la función del fanático es defender el dogma pese al dogma. De nada vale que desde Warren Buffett a Karl Rove (que viene a ser como la Virgen María de los fanáticos neoliberales) digan que esta tremenda cagazón se debe a una política económica basada en la desregulación gubernamental y el laissez faire de las corporaciones y los bancos. Para el fanático, la verdad es, por principio, enemiga (Andrés 1:8) Pero diga lo que diga, no puede negar-las pruebas son irrefutables- que el mercado fue controlado de manera artificial por préstamos a quienes no tenían la solvencia para recibirlos, y eso llevó los precios a dimensiones irreales. Ahora sencillamente lo que ha hecho el mercado es corregir ese desastre. Las casas están regresando a su valor real. Y por eso la gente tiene hoy propiedades que valen menos de lo que deben. El sistema crediticio, presionado por políticas populistas, falló estrepitosamente y generó esta crisis, tal y como pasó a finales de los 80’s cuando quebraron los Savings and Loans.

Al rapavelas Andrés y sus acólitos, a los que aquí hemos llamado “los otros fanáticos”, se les olvida que en esta crisis financiera todos pecaron y han quedado privados de la gloria de Dios. Pero ellos actúan como si estuvieran exentos de culpa. Se nos quieren vender como angelitos vírgenes. De la misma manera que se olvidan que durante gran parte de los ocho años de Bush Jr. hubo una bonanza económica de la que nadie se quejaba.

Bush Jr. tiene culpa de la situación económica del país , y yo, que soy un fanático, lo reconozco, pero los demócratas no quieren reconocer que fueron ellos quienes empujaron al sistema financiero a esta hecatombe, a través de Fannie Mae y Freddie Mac, que recibían apoyo del gobierno para que asumieran el gravísimo riesgo de darle respaldo a esas hipotecas. Como explica Rivero Caro en el mencionado artículo que tanto salpullido le provoca al rapavelas en su ajada nalguita izquierda, a través del “Community Reinvestment Act, un programa dirigido a que los bancos detuvieran ‘la discriminación encubierta’ e invirtieran en barrios de bajos ingresos. Negar préstamos se convirtió en sinónimo de discriminación. Esta ha sido una gran bandera populista, defendida a capa y espada por los demócratas (…) dos grandes organizaciones privadas pero con apoyo gubernamental, Fannie Mae y Freddie Mac, respaldaban estas hipotecas de alto riesgo. Obviamente, las inversiones riesgosas pagan más que otras más seguras(…) todo el mundo suponía que el gobierno iba a respaldar su temeraria política económica”.

Ahora acusan a los republicanos de desreguladores excesivos, pero se les olvida que fueron los demócratas quienes se opusieron a que se regulara a Fannie Mae y Freddie Mac. A pesar de las advertencias de Alan Greenspan pedían a gritos más apoyo para los insolventes. Y es que los otros fanáticos son esos desmemoriados a quienes les encanta rebatir con alegorías lo que no pueden hacer con argumentos.

El núcleo de esta crisis financiera radica en el desplome de los valores respaldados con hipotecas. Y esta mala práctica se llevó entre las patas a los millones de inversionistas (fondos de pensiones, fondos de alto riesgo, fondos mutuos y bancos), que han perdido unos 600 mil millones respaldados por hipotecas de alto o de menor riesgo. Y el gobierno tuvo que intervenir a AIG, Washington Mutual (comprado por JP Morgan) e IndyMac de Pasadena. Y Merrill Lynch fue comprada por Bank of America. Pero pese a lo que dicen los fanáticos siniestros, esta crisis está muy lejos de ser otra Gran Depresión. En aquella quebraron 1500 bancos y el desempleo alcanzaba a uno de cada cuatro norteamericanos. La crisis ha descontrolado profundamente a Wall Street , pero la economía norteamericana ha demostrado que puede resistir.

En estos momentos lo que está en crisis no es la capacidad creativa, innovadora y productiva del capitalismo. Lo que está en crisis, en terapia intensiva, es la política. Es la política la que resulta decadente, porque pone los intereses partidistas por encima del bienestar de la nación. La política, que es incapaz de resolver la crisis del seguro social, el medicaid (ley desde 1965) y el medicare(instrumentos propios de una época que se ha visto superada por los nuevos tiempos, que han generado mucha burocracia y parasitismo social en sectores minoritarios que prefieren ser parte del welfare y no de las fuerzas productivas, y que consumen una cuota cada vez mayor del presupuesto y la economía), porque representan herramientas demócratas que dan muchos votos electorales. La política, que es incapaz de legislar para resolver los problemas del sistema de salud (el que más dinero recibe en el mundo), que necesita una legislación bipartidista urgente, que resuelva el problema de los seguros (y no un seguro federal que socialice la atención médica y la sumerja en la mediocridad, más de lo que ya está.), el sistema de demandas judiciales e indemnizaciones y el elevado costo de los honorarios de médicos y hospitales. Sólo entonces se podría pensar en alguna estructura de financiamiento para un seguro universal, porque en las actuales condiciones sería un fiasco. La política, que no se enfoca en legislar sobre la educación y su baja calidad, provocada por la falta de potestad de los maestros, el excesivo proteccionismo del alumnado, los pésimos planes de estudio, la burocracia administrativa, las viejas y entorpecedoras estructuras sindicalistas y los pésimos planes de acceso a la instrucción y la financiación. La política, que sigue subvencionando a una industria agrícola poco competitiva con otros mercados, provocando el encarecimiento de los alimentos que consumimos.

Para cerrar su epístola a los fanáticos, el sacristán, empeñado en cuidar el buen nombre de la prensa hispana de izquierda, anatematiza con tono apocalíptico: Pero la principal característica de un hecho consiste en que no puede ser de otra manera. Y aquí lo tienen, papagayos de la codicia, chupatintas de la opresión, burladores del hombre común y corriente: se les cayó el neoliberalismo. Se les hizo añicos de tanta injusticia, de tanto robo, de tanto descaro. De tanta inhumanidad. Se acabó, kaput, finito, c'estfini. A ver, entonces, si se buscan otra religión, otra atalaya, otro látigo. Otro manual de simplificaciones para compensar su terror a la razón. Por el bien del capitalismo. Por el bien del pensamiento liberal (Andrés 1:9) Y esto me recuerda a un tal Fukuyama, que decretó el fin de la historia, sólo para verla renacer con mayor fuerza. El mismo Fukuyama que ahora habla de un “mundo postestadounidense”, que reemplaza al nuevo orden mundial dominado por Estados Unidos y proclamado por George H. W. Bush tras el colapso de la Unión Soviética.

En realidad, con esta acta de defunción, lo que pretende decirnos el falso profeta, es que él tiene la razón. Él y los otros fanáticos. Él y Barack Obama. Pero lo que no nos dice-por ignorancia o fanatismo ideológico- es que Obama y el gobierno regulador no pueden arreglar la crisis financiera. Jamás lo han hecho. No lo hizo Rooselvelt con su New Deal, no lo hizo Truman con su Trato Justo. No lo ha hecho ningún gobierno populista en esta nación, porque el populismo demócrata sólo transfiere el dinero del gobierno y su poder adquisitivo a millones de personas que, en su mayoría, ni siquiera pagan impuestos. Dinero que no estimula la productividad ni la generación de riqueza, sino el proteccionismo y la inutilidad, y crea instituciones y programas, que se convierten en lastres que paralizan el crecimiento económico, otorgándole, algunas veces, una falsa estabilidad. Y es que el gobierno, como ente improductivo, no genera empleos, sino burocracia.

Si Obama y sus otros fanáticos llegan a la presidencia, este país va a extrañar mucho a los Calvin Coolidge, los Ronald Reagan, e incluso a los Bill Clinton. Tendrá que defenderse de los Rooselvelt, de los Truman y los Mesías. Tendrá que defenderse hasta con las uñas, porque en cuanto Obama liquide las populares y funcionales reducciones de impuestos de Bush y permita que las dos imposiciones fiscales más altas vuelvan al 36 % y 39 %, así como que se eliminen progresivamente las exenciones y deducciones personales para quienes tengan ingresos por encima de los 250 mil dólares, estaremos en problema. Porque la verdad es que Obama pretende acabar con el límite superior del impuesto sobre las nóminas de quienes ganan más de 250 mil, y esto elevaría los impuestos para ellos-entre nómina y un impuesto marginal- a cerca de 55 centavos por cada dólar adicional ganado. Y el impuesto marginal aumentaría al sumarle los impuestos estatales y locales hasta el 60%. Estos impuestos acabaran con la inversión y el desarrollo de la economía.

Por otra parte, la tan cacareada propuesta de Obama de rebajar los impuestos al 95 porciento de las familias trabajadoras es sólo palabrería electoral. Le costará mucho trabajo poder hacerlo real, porque la verdad es que las familias trabajadoras pagan muy pocos impuestos. La tasa federal efectiva del impuesto sobre la renta personal para los dos quintos inferiores es negativa, según estudios de la Oficina de Presupuestos del Congreso. El 50 porciento de los contribuyentes con una renta de 32 mil, ganó un 15 porciento de la renta y pagó menos de un 3 porciento. Mientras el 1 porciento de los que ganan 389 mil ganó un 21 porciento y pagó cerca del 40 porciento de impuestos.

Nunca quitarle a los ricos para darle a los pobres ha generado empleos o riquezas. Como ya he dicho antes en otro artículo, no creo que hagan daño ciertos controles o regulaciones financieras que eviten excesos y corrupciones. Lo que hace daño son las intervenciones innecesarias o populistas del gobierno. Jamás ha hecho daño la generación de riqueza. Lo que hace daño es la riqueza que es producto de la especulación, que no genera bienes materiales. O de la inversión del estado, que no estimula ni el trabajo ni la productividad.

Si Obama y sus acólitos triunfan, volveremos a recordar a Ronald Reagan cuando nos advertía que “el gobierno no es la solución a nuestros problemas, sino que es el problema” .

Las tesis de este paladín del populismo de izquierda, de este otro fanático, no se sostienen. Sus ideas, sus argumentos y sus propuestas, se desfasan en el tiempo con una rapidez que asusta, como le pasó recientemente, cuando publicó el artículo “En defensa del capitalismo” (título que, por cierto, usurpó del libro de Johan Norberg), en el que disertaba sobre los méritos de los países nórdicos. Alababa a “la diminuta Islandia, que se alzó como pujante potencia bancaria, los centros de cuidado infantil funcionan las 24 horas y la educación pública es tan buena que los ricos (porque hay una creciente proporción de ricos) no envían a sus hijos a las pocas escuelas particulares”. Pero dos días después tuvo que, como el avestruz, meter la cabeza bajo tierra. Enmudeció durante días, luego de que su propio periódico anunciaba que Islandia pasaba de “nación rica a la quiebra”. Y es que este nanoperiodista es de los que no entiende el mercado. Pero esto será tema de otra epístola a San Andrés.

martes, 21 de octubre de 2008

¿Qué haremos con la catedral ortodoxa rusa de La Habana?

Durante décadas, el argumento del historiador de La Habana, Eusebio Leal, ha sido que el casco histórico de la ciudad, conocido como La Habana Vieja, que es considerado por la ONU como Patrimonio de la Humanidad, debería restaurarse bajo el criterio de conservar sus características arquitectónicas de ciudad colonial. Y ahora, de buenas a primera, nos encasqueta allí una catedral ortodoxa rusa, erigida junto a la bahía, en un área de 1200 metros cuadrados, con una reluciente imagen neobizantina, que rompe con todo el ambiente arquitectónico y urbanístico colonial de la zona.

Es el colmo del autoritarismo con el que se manejan los líderes cubanos y sus bizarros chalanes, porque construir una edificación de estas características para una comunidad que no sólo no llega a las tres mil personas, sino que están desperdigadas por toda la isla- y la mayoría ni siquiera es creyente-, no sólo es una aberración, sino una estúpida manera de congraciarse con los rusos para pedirles dinero y cachetear sin mano a la sumisa e inconsecuente iglesia católica de Cuba.

Esta edificación- al igual que el monstruoso edificio de la ex embajada soviética en Miramar y la iglesia ortodoxa griega junto al ex Convento de San Francisco de Asís-le deja a la Cuba democrática e independiente del mañana algo más que resolver: ¿qué hacer con este edificio, ajeno a nuestra realidad, que parece un hijo bastardo entre columnas y techos coloniales. Con esta catedral ortodoxa rusa, que estará más vacía a la hora de los rezos que los mercados campesinos? Y es que muchos de los ex soviéticos que viven en el país, que no todos son rusos, por cierto, luego de 40 años en la isla, saben más de la tradición yoruba que de la cristiana, porque un elevado porcentaje de ellos se casaron con cubanos de raza negra.

De todo esto, la nota folclórica la aporta el hecho de que la nueva catedral la construyeron junto al mítico bar "Dos hermanos".

sábado, 6 de septiembre de 2008

Sacudida

Divinidad.

Olfato fino para ambiciones celestiales.
Vida inerte de los siglos de los siglos envasa
divinidad envasa divinidad envasa.

Gloria.

Ángeles protegen volando en círculos.
Esquina rectangular del planeta que canta
gloria canta a coro gloria canta.
Ángeles imaginan en caída libre.
Garganta del sórdido cielo que grita
gloria grita a grito pelado gloria grita.

Dios.

El impulso descortés de la inmortalidad.
Fabrica el enjambre de moscas para cultivar a
Dios cultivar a Dios cultivar.
El huerto avaricioso de la pasión.
Bendice el infierno de dioses para engordar a
Dios engordar a Dios engordar.

Hombre.

Flor silvestre de hábitos que ahúman los anteojos.
Resorte que revienta el codo del tiempo.
¿Qué es lo que nos atraviesa la humedad?
La humedad que se aferra a la sacudida del
hombre sacudida del hombre sacudida.

domingo, 31 de agosto de 2008

La bicicleta y la putica


Era una putica adorable de la calle Zanja. Una mulatica achinada famosa por sus dientes blanquísimos y por el mito que corría de boca en boca: “Cuando abre las piernas la miel se le chorrea”, cuchicheaba uno. “Tiene dientes en la vagina”, comentaba otro. “Ella no tiempla, deja ciego para siempre al Cíclope”, aseguraba el poeta del barrio. Era una putica salvaje que emboscaba extranjeros saltándoles al cuello en cualquier esquina hotelera como una tigresa hambrienta, para masticarles las ganas y perfumarles el cuerpo con el sudor ancestral de sus carnes. Era una putica que se sintió reina; cuando de tanto abrir las piernas la felicidad le regaló una bicicleta china, hecha por manos chinas, en la tierra donde alguna vez vivieron sus abuelos. Era 1994. El horror se humedecía en los apagones. La ciudad te asesinaba a cualquier hora. Y la gente buscaba la libertad o la fuga, que casi siempre es lo mismo, como náufragos sedientos tragándose el mar. La putica se sintió reina. Y rió con sus dientes blanquísimos en una noche sin luna llena. Una noche con una esquina, con dos animales ebrios que no eran lobos. Con dos salvajes que le despedazaron la sonrisa a chavetazos, para robarle su bicicleta y dejarla tirada en un solar yermo como una res destazada, esperando la salida del sol, mientras inmóvil, sin poder hacer nada, veía cómo la miel le corría por sus muslos a la espera de ser servida en el festín del infierno.

lunes, 14 de julio de 2008

Obama: la ilusión óptica


Por Raúl Dopico

George W. Bush se ha convertido en un presidente tan impopular, que ha desatado la euforia de los demócratas que, tras ocho años fuera de los corredores de la Casa Blanca, comienzan a saborear la presidencia. Los demócratas están convencidos de que el próximo presidente de los Estados Unidos será Barack Obama. Y eso, a pesar de que, a medida que van pasando los días, el mulato se va destiñendo cada vez más. O sea, como dicen los mexicanos de manera muy folclórica, “está enseñando el cobre”.
Barack Obama es un fenómeno mediático más que un líder: un excelente uso de la internet, como plataforma de recaudación monetaria; una oratoria llena de retórica e ideas huecas, magnificada por los medios; un agitador en el lugar del estadista; un ego desmedido en sustitución de la prudencia política; y una sonrisa carismática que enceguece la razón de los más jóvenes, de los desprejuiciados racialmente y de los jodidos que siempre buscan el camino fácil a sus problemas: el proteccionismo estatal. En resumen, detrás de Obama se oculta un idealista. Y detrás de un idealista con ambiciones de poder y liderazgo, siempre acecha la hecatombe. O cuando menos, alguna ave de mal agüero, que agita tempestades y profundiza las desgracias.
El país no está económicamente bien. Eso lo sabemos todos, y también sabemos que los pueblos no tienen ideología. Eso es cosa de las elites. El pueblo vota según como tenga el bolsillo. Y el pueblo norteamericano, aunque, en ese sentido, es menos irresponsable que la gran mayoría, no es la excepción. Pero culpar al modelo económico implementado por los republicanos desde la era Reagan, como hacen algunos seudoprofetas liberales de la prensa hispana, es de un grado muy elevado de estupidez. Reagan es responsable de varias cosas, entre las que se pueden señalar la reinvención de la nación y el fin del bloque de la Europa del Este-aunque los voceros e ideólogos de la izquierda americana no lo reconozcan-, pero no de la situación económica actual.
En el pasado Estados Unidos ha sido hundido con políticas nefastas, que aún hoy se sufren. El idealismo populista de Kennedy o la mediocridad política y la invalidez intelectual de Carter, han hecho más daño a los Estados Unidos en los últimos 50 años, que cualquier política económica liberal-y no me refiero a liberal en el sentido que se le da al término en Estados Unidos.
Pero los demagogos y los mancos mentales siempre están atormentados por el hecho de que los ricos sean más ricos. Les enloquece que el ingreso sea desigual, que aumenten las ganancias corporativas, y que se reduzcan los impuestos, aun cuando esto conlleve al aumento del nivel de vida de la población y al auge económico de la nación. Incluso critican a un demócrata como Clinton, por ser de centro, y seguir políticas económicas liberales a lo Reagan.
¿Pero por qué esta obsesión de los demócratas contra la economía liberal?
Simple. Bajar los impuestos significa, obligatoriamente, menos dinero recaudado por el gobierno, para que minorías parásitas como los afroamericanos o los hispanos-que pertenecen a los grupos pobres del país- reciban mayores beneficios de la seguridad social. Estos grupos, mayoritariamente votantes demócratas- creen que es obligación del gobierno asumir la responsabilidad de su irresponsabilidad social.
Los republicanos ponen el peso del éxito económico y el bienestar de la sociedad en la responsabilidad y el esfuerzo del individuo. Los demócratas lo ponen sobre los hombros del estado. Y cada vez que hay una administración demócrata populista, hay más dinero recaudado para obsequiar en programas sociales, subsidios e irresponsabilidad económica. Dinero que termina estancando el crecimiento real, el desarrollo y la riqueza de la nación, porque es dinero improductivo.
Mientras más capital generan los ricos, más inversión económica se produce. Esta es una verdad de Perogrullo. Y si se bajan los impuestos, hay más dinero para invertir y gastar. Creer lo contrario, es tapar el sol con un dedo. Pero los demagogos demócratas y la prensa liberal norteamericana-y sus imitadores hispanos-, que hacen la apología ideológica más recalcitrante del populismo económico, sienten náuseas porque el ingreso del 40 porciento de la población esté en manos del diez por ciento de quienes reciben mayores ingresos; pero lo que no dicen, es que mientras menos capital tenga ese diez por ciento, menos es el porcentaje de la población que recibe ingresos. O más es el porcentaje de la población que depende de las arcas del estado. ¿Qué tiene de malo que el 1 porciento de las familias más acaudaladas posean más del 40 porciento de los medios económicos? ¿Acaso que ese 1 porciento tenga menos hace que los demás tengan más? Esa es una utopía igualitarista estúpida. Y quitarles más riqueza a los ricos nunca ha generado más riqueza para los pobres, ni ha generado más empleos, ni ha generado más productividad ni rentabilidad del capital. Los que dicen lo contrario y trafican con estas tesis han sido y son unos farsantes y embusteros.
La crisis actual tiene más que ver con la irresponsabilidad política de gastarse el presupuesto de la nación y la riqueza generada en una guerra mal planteada, mal planeada, injustificada y errática, que en las políticas de liberalismo económico de los republicanos. Y en eso, la responsabilidad no es sólo de los republicanos.
La decadencia de la nación tiene que ver con factores mucho más profundos, en el que la responsabilidad también es bipartidista: la crisis del seguro social (se necesita reestructurarlo, fomentar el ahorro, etc), la crisis del sistema de salud (legislar sobre los seguros y el sistema de demandas e indemnizaciones , por ejemplo), la baja calidad de la educación (darle más potestad al maestro, reformar los planes de estudio, eliminar viejas prácticas sindicalistas, eliminar la burocracia administrativa, reformar los planes de acceso a la instrucción y de financiación, etc), o los subsidios a la agricultura (liberar los precios, estimular la competitividad con otros mercados, etc.), por sólo mencionar algunos. Y nada de eso se resuelve con subir los impuestos. Se resuelve con voluntad política y mucha legislación, principalmente, y en eso radica la intervención fundamental en la que se debe inmiscuir el estado. Lo demás es proteccionismo, paternalismo y populismo.
Es cierto que la abolición de controles financieros y ciertas regulaciones económicas han provocado corrupción y mucha especulación en grandes corporaciones, pero eso no significa que las estructuras básicas de la economía neoliberal de libre mercado y competencia estén erradas. No creo que hagan daño ciertos controles y regulaciones financieras, para evitar excesos, pero es una falacia que la filosofía de intervención del estado en el manejo de las finanzas, la leyes del mercado y el libre flujo de los capitales en una economía tan diversificada como la norteamericana, sea la filosofía que soluciona los problemas del país. La praxis ha demostrado todo lo contrario. La riqueza desmedida no hace daño. Lo que hace daño es cuando esa riqueza no es real, sino producto de la simple especulación que no genera bienes materiales o de la inversión del estado con recursos públicos, que no estimula ni el trabajo ni la productividad.
Creer que Obama es la solución más práctica y eficiente de que se dispone en estos momentos, para intentar al menos poner freno a la decadencia de esta nación, es un espejismo. Una ilusión óptica, que volverá a sumergir al país en los años 60’s, herederos de la sonrisa y el idealismo de Kennedy. O en los 70’s, llenos de la ineficacia, pusilanimidad e infantilismo político de Carter. Gobiernos que provocaron descalabros económicos y políticos devastadores en el ámbito doméstico e internacional, que a duras penas se han podido corregir en el transcurso de las tres últimas décadas.
George W. Bush será el principal culpable si esto llegara a pasar, por habernos metido en esta guerra desgastantemente absurda, de la que no supo salir a tiempo. Una guerra que, de haberla hecho de forma más contundente, económica y menos timorata, pudo ser su gran victoria, pero en cambio se ha convertido en su Waterloo.
Ojalá que los norteamericanos voten con la razón y no con el bolsillo. Las ilusiones ópticas son sólo eso, ilusiones.

lunes, 30 de junio de 2008

La televisión hispana en los Estados Unidos


Muchos analistas consideran que la televisión hispana en los Estados Unidos está atravesando su mejor momento, gracias a que atrae la atención de poderosos anunciantes, mientras que las grandes cadenas estadounidenses ceden terreno ante los cambios que sufre la configuración étnica del televidente en el mercado general, con un notorio aumento de la población hispana-crece a un ritmo vertiginoso, gracias a la llegada de un millón de inmigrantes anuales como promedio, y en la actualidad hay más de 45 millones de hispanos en el país -en grandes mercados de la nación, y con el reflejo en estos de su importante poder adquisitivo, que sobrepasa los 700 mil millones de dólares.

Ante este panorama, en apariencia alentador, se imponen dos preguntas inevitables: ¿Será cierto esto? ¿Hacia dónde va la televisión hispana en los Estados Unidos? Trataremos de encontrar algunas respuestas a estas interrogantes.

La población hispana en Estados Unidos, los mercados y la televisión en español

Si bien es verdad que la población hispana en el país crece a un ritmo tan rápido que ha convertido a los hispanos en la minoría mayoritaria, al mismo tiempo que ha inspirado un fuerte movimiento antiinmigrante en los grupos más conservadores de la nación, también es cierto que ese crecimiento, a un ritmo del 15 % anual, no sucede de manera homogénea en todas partes, y que la conformación étnica juega un rol importante, ya que si bien el mercado de Los Ángeles, Dallas, Houston, Phoenix, Chicago, San Diego, San Antonio, El Paso o San José tiene una audiencia preponderantemente mexicana, no es el caso de Nueva York, Filadelfia, Nueva Yersey, Miami, Hialeah o Tampa, donde la composición es mayoritariamente de otras nacionalidades, con el predominio de la cubana y la puertorriqueña, haciendo que mercados como Nueva York o Miami sean los más heterogéneos y cosmopolitas. Por eso, aunque para las autoridades norteamericanas todo el que habla español es catalogado de hispano, y por demagogia política se suele decir que todos los hispanos son hermanos, los hispanos no son un mismo grupo. No tiene nada que ver un mexicano de California, con un cubano de Miami o un puertorriqueño de Nueva York. Cada grupo tiene sus características, sus preferencias, sus tradiciones y recibe tratos diferentes en función de su origen, preparación y condición socioeconómica.

Las grandes cadenas hispanas han preferido dirigir su programación hacia California, Texas y Arizona, donde están las mayores concentraciones de hispanos mexicanos, y han obligado a los hispanos no mexicanos de otros grandes mercados, como Nueva York y Florida a consumir un producto con el que no se identifican a plenitud, lo que ha contribuido al desarrollo de canales locales en algunas ciudades importantes, con contenidos más cercanos a los intereses de los grupos de hispanos mayoritarios.

El caso de Miami es especial, porque se ha colocado por encima de Nueva York en ingresos por publicidad, debido a que es un mercado donde la etnia cubana, mayoritaria, posee niveles educativos superiores y un gran poder adquisitivo, que resulta muy atractivo para los anunciantes del mercado general.

Pero este enorme grupo de habitantes de origen hispano en Estados Unidos, del que unos 12 millones son ilegales, tampoco es homogéneo a la hora de interesarse por ver televisión hispana. Esto tiene una relación directa con el grado de aculturación que poseen con relación a la cultura norteamericana dominante. Y son los ilegales, los recién llegados y los grupos más resistentes culturalmente a la integración- los que por lo general no hablan inglés- quienes consumen los contenidos en español que se producen en la actualidad. Y si no cambia la calidad de los contenidos, el porcentaje del público hispano que ve televisión en español no variará mucho en comparación con los 16 millones que la ven hoy día, e incluso me atrevería a decir que podría disminuir si las leyes migratorias se endurecen y el proceso de aculturación sigue su intenso ritmo, pues en la actualidad el volumen de hispanos jóvenes es altísimo, lo que contribuye al aumento de la integración cultural- que se posibilita con el dominio del inglés- y al consumo de televisión en inglés por parte del público estadounidense de origen hispano.

Entre el 2000 y 2007, la población hispana de los Estados Unidos aumentó en 10 millones, y aunque los hogares hispanos son grandes consumidores de televisión, el crecimiento de la población de origen hispano en Estados Unidos no ha sido proporcional al crecimiento del público que ve televisión en español, y eso tiene una relación directa con la calidad de los contenidos y con la fragmentación de la oferta.

Esta situación ha provocado otro fenómeno: el surgimiento en los últimos tiempos de lo que algunos han dado en llamar “programación bicultural”, con el surgimiento de canales como Mun2 y Mtv3. Esto no es más que una aberración de los programadores. Un producto que pretende vendernos un mestizaje cultural, que en la práctica no es tal, porque al final no resulta ni una cosa ni la otra. Mun2 hasta ahora ha sido un fracaso en cuanto a niveles de audiencia a nivel nacional (sólo en Los Ángeles ha encontrado un pequeño nicho de audiencia), y su resultado como producto es, a nivel idiomático, un desastre, porque ni es bilingüe, ni es inglés, ni es español, y ni siquiera es spanglish. Mun2 es cualquier cosa menos televisión hispana. Y el caso de Mtv3, aunque es un fenómeno más joven, no demuestra que vaya por mejor camino. Llamarle bicultural a estos engendros híbridos, es sólo una etiqueta de comercialización. A través de ellos no se trasmite ningún valor de la cultura hispana, más allá de poder ver a algún que otro artista latino que ha hecho el crossover (Enrique Iglesias por ejemplo, que hace una entrevista en inglés en Mun2, en la cual no habló en español nunca) o a conductores que salpican su presentación en inglés con algunas frases en español. Conductores que la mayoría de las veces ni siquiera hablan bien el español y se sienten plenamente identificados con la cultura anglo, pero que han encontrado en la hispanidad un camino para obtener empleo en los medios de comunicación.

Los mercaderes de lo latino en Estados Unidos, respaldados en que somos la gran minoría, han intentado vendernos la idea de que vemos más televisión, somos más fieles con los programas y compramos y gastamos más que los no hispanos. Y aunque es verdad que el poder adquisitivo de los hispanos ha aumentado (como lógica consecuencia de nuestro crecimiento en cantidad, mas no por un aumento de nuestro poder económico, como resultado de un incremento de los niveles salariales), y esto hace que seamos un público de mucho interés para los anunciantes de los medios de comunicación, no somos los que más gastamos, y la supuesta fidelidad es un fenómeno del hispano que ve televisión en español. Una fidelidad que arrastra del país de origen, y que a mí me gusta llamar “la fuerza de la costumbre”. Porque es la costumbre la que hace que el mexicano inmigrante (la mayor fuerza hispana de la nación en cuanto a consumo de televisión en español) continúe consumiendo el producto de Televisa que le ofrece Univisión, a pesar de que Telemundo le pueda dar, en algunos momentos de su programación, producciones con otros valores estéticos o con contenidos de mayor calidad, como en algún momento era el caso de TV Azteca en México. Y esta “fuerza de la costumbre” es la que obliga a Telemundo, como obligó a TV Azteca, a imitar el producto de Televisa. El público hispano que habla inglés y consume televisión en inglés, tiene un único patrón de fidelidad: el zapping en busca de lo que más le gusta, de lo que mayor calidad tiene.

Los hispanos y la televisión en inglés

Estados Unidos no es un país normal cuando se habla de televisión. Es el único lugar del mundo en el que, a nivel industrial, se hace en dos idiomas: inglés y español. Y las diferencias entre una televisión y otra son verdaderamente notables; pero hay una que es la más significativa y diferenciadora: en sentido general, la que se hace en inglés es buena y la que se hace en español es mala. Y no me refiero sólo a los contenidos, sino a los niveles de realización. El pretexto de los ejecutivos en el mundo hispano es el presupuesto. Pero aunque el del mundo hispano es pobre, en comparación con el del mundo anglo, las ganancias de compañías como Univisión o Telemundo no son pírricas. Lo que sucede es que la inversión en el producto es baja. Y mientras esto sea así, es muy difícil que crezcan la calidad y el presupuesto.

La televisión hispana en Estados Unidos se ha convertido en programadora de los contenidos hechos en países como México (Univisión) y Colombia (Telemundo) fundamentalmente. Contenidos donde el género de la telenovela es la médula alrededor de la cual gira todo, aun cuando en el caso de Univisión, que es casi una repetidora de Televisa, veamos una mayor diversificación.

Esta estrategia de las dos grandes cadenas, a la que se ha sumado Televisión Azteca en años recientes, sumerge a la televisión en español en la mediocridad. Por eso, contrario a lo que dicen algunos analistas, interesados en que el mercado de la televisión en español sea más como ellos quisieran que sea, que como en realidad es, la televisión en español no está atrayendo el interés de grandes anunciantes, ni las cadenas estadounidense están cediendo terreno ante los cambios que está sufriendo la configuración étnica del televidente en el mercado general.

Basta echarle un vistazo a lo que anuncian las cadenas anglos y las cadenas hispanas, para darnos cuenta de la abismal diferencia. Incluso, cuando vemos un anunciante de peso en una cadena en español, no sólo está ahí por cubrir un pequeño sector del mercado general, sino porque paga muchísimo menos por el mismo tiempo al aire que paga en la televisión en inglés. Y la razón es muy simple: el alcance y penetración de su producto es muchísimo menor. Mientras un punto de rating a nivel nacional en la televisión en inglés en promedio significa que un millón de personas están sintonizadas, en la hispana son apenas ciento cincuenta mil.

En los últimos 15 años la televisión anglo se ha transformado, gracias a la manera en que es elaborada (bajo la influencia de las nuevas tecnologías), al manejo de los contenidos (el cable permite eliminar la censura y elimina las interrupciones de los cortes comerciales) y al surgimiento de series de todo tipo con varias temporadas, que posibilitan grandes ventas, debido a que una inmensa mayoría consume estos productos una vez que se comercializan en DVD. Esa transformación ha sido tan significativa, que un elevado porcentaje de lo que se produce en televisión tiene calidad cinematográfica, debido a la apropiación que han hecho del lenguaje del cine. Sin embargo, en ese mismo período de tiempo la televisión hispana ha permanecido anclada en el pasado, por la falta de voluntad de ejecutivos mediocres que sólo están interesados en las ganancias, y no son capaces de asumir riesgos, para producir formatos novedosos, limitándose a la copia de los que ya están probados en otros mercados, como ha sucedido con el tantas veces imitado y mal copiado “Big Brother” o con la producción de series americanas exitosas, como el desastroso intento de Univisión con “Amas de casa desesperadas”. Después, la justificación esgrimida es tan simplona como anodina: “las series no funcionan”. Y cómo van a funcionar si es una producción aislada, no tienen un proyecto para estabilizar el producto en la programación, lo programan según las reglas y características del mercado anglo (una vez a la semana), el contenido no refleja la identidad de los hispanos y la producción es de mediana calidad.

Los ejecutivos de las cadenas hispanas se han convertido en promotores de la idea de que la buena televisión no es rentable, pero el caso de HBO latino demuestra todo lo contrario. Ha generado ganancias multimillonarias haciendo buena televisión o programando el producto de calidad de productoras independientes.

Por supuesto, es más fácil programar una lata que ya se probó en su mercado natural, que crear un público hispano propio. Las cadenas quieren ganar mucho y gastar poco. Esa mentalidad genera que el público hispano que ve televisión en español es el de menos poder adquisitivo, que no habla inglés o no lo domina y el recién llegado. La mayoría del público hispano en Estados Unidos no se siente seducido por la televisión en español y consume televisión en inglés. Y la causa principal es que las cadenas hispanas no crean un producto hispano de calidad que permita atraer audiencia bilingüe con identidad hispana. Han equivocado el camino, creyendo que la manera de atraer al hispano aculturado es dándole mediocres productos bilingües que no son capaces de conectarlos ni con la realidad anglosajona ni con la hispana.

Estudios recientes consideran que los hispanos aculturados (totalmente integrados a la cultura norteamericana) o parcialmente aculturados (que todavía conservan ciertos valores de su cultura de origen) representan el 75 % de la población hispana y los inaculturados (los recién llegados o los que llegaron adultos y nunca se apropiaron totalmente de los valores culturales del país, y viven aferrados a la cultura de su país de origen), representan el 25 % de los hispanos. Y si consideramos que sólo el 35 % de los hispanos ve televisión en español, debemos de deducir que sólo un 10 % de los hispanos parcialmente aculturados consumen televisión en su lengua materna, a pesar de que algunos ejecutivos de las grandes cadenas nos vendan otra idea. La razón es que, aunque un 66% de los parcialmente aculturados hablan español, la programación que les dan los canales hispanos está muy lejos de satisfacer sus intereses y reflejar su mundo y sus conflictos en Estados Unidos.

Una opinión bastante generalizada últimamente entre ejecutivos de la televisión, analistas y asesores de los medios, es la de que debe haber dos líneas de producción de televisión hispana. Una para el latino que no habla inglés, y otra para el que lo habla. Y parecen creer que la propuesta es hacer programas latinos en inglés. Están convencidos de que eso va a provocar un crecimiento de audiencias en los canales latinos de Estados Unidos.

Pocas veces había escuchado tanta confusión y tanta vacuidad en los criterios sobre el manejo de la audiencia hispana de este país. La solución para crear mayor audiencia hispana es la de hacer una programación en español de calidad que pueda representar a los latinos con el grado de complejidad con el que viven en esta, su nueva realidad. Lo otro, es conservar la mediocridad de las cadenas hispanas y crear nuevas televisoras que producen una televisión para minorías, que nunca va a generar grandes audiencias. El hispano americanizado, y en gran mayoría el bilingüe, siempre va a preferir ver la televisión en inglés, porque está más cerca de su modo de vida, y porque es de mayor calidad. El resto es crear una televisión de segregación disfrazada como televisión de nicho. Tal y como sucede con Mun2 o los distintos canales de televisión para negros, al estilo de BET.

Es imposible hacer una televisión hispana o latina en inglés, de la misma manera que es imposible hacer una televisión americana para negros, porque es una necesidad creada artificialmente, a diferencia de la televisión en español, que cubre una necesidad real, porque está dirigida a millones de televidentes que no hablan inglés. A lo máximo lo que pueden hacer es televisión para ciertos hispanos bilingües y para ciertos negros. La mayoría de los hispanos y de los negros ven televisión americana, por llamarla de una manera genérica. Esta lógica no funciona culturalmente. La cultura norteamericana dominante siempre ha tenido gran capacidad de absorción de todo tipo de movimiento contracultural, para convertirlo en cultura. Siempre ha sido así, pasa hoy con el hip hop y pasó en su momento con el movimiento hippie.

Las cadenas hispanas, la televisión digital y la creación de nuevas audiencias

Univisión, la cadena hispana dominante, ha sostenido su éxito en las telenovelas, porque su programación para un público hispano que no habla inglés e identificado con el género, es una estrategia que resulta atractiva para gran parte de esa audiencia y le da a la empresa máximas ganancias a bajos costos, ya que no son producciones propias, sino de Televisa, su suministrador por excelencia.

Esto tiene un gran inconveniente: minimiza los niveles de producción propia de la compañía, quien no ha probado en más de una década programas nuevos, o formatos propios que puedan funcionar para el público cautivo que poseen, o que puedan agregar otras audiencias hispanas que no gustan de su producto. Univisión debe comenzar a producir, aun cuando no le dé grandes ganancias, como estrategia a largo plazo, si es que quiere sobrevivir a los desafíos que se avecinan a partir del 2009 con la llegada de la televisión digital, que obliga a las empresas a generar o adquirir mayor contenido.

Univisión es, en estos momentos, una compañía con una estructura de deuda muy elevada, producto de la compra de la compañía en 13 mil millones, y con una mentalidad corporativa escasa de valores innovadores. Ni siquiera tiene un departamento creativo, porque la política de la gerencia ha sido poner programas enlatados y no producir programas propios. Esto conduce a que tampoco es una compañía con capacidad para programar. Ellos sólo preguntan cuál es el programa que tiene buenos ratings en México y lo incluyen en la parrilla de programación.

Univisión necesita crear talento propio y programación propia, con nuevos valores de producción, que se identifiquen con la audiencia hispana inaculturada y bilingüe, y programarla en función de los hábitos de sus televidentes. Y hacerlo sin temor al riesgo, si es que desea mantenerse como una empresa competitiva en el futuro inmediato.

Si proyectos nuevos como “Ama de casa desesperadas” han fracasado, ha sido porque se equivocaron al escoger el producto, y en la manera de producirlo y programarlo.

Telemundo, que tiene una estructura distinta a la de Univisión, produce su propio contenido, pero no ha podido establecer una programación exitosa por muchas razones:

1. Le han encomendado su producción a los colombianos, que a pesar de sus altos estándares de calidad, con historias más novedosas, no toman en cuenta que el tipo de producto que hacen tiene un público mayoritariamente mexicano, con sus costumbres y tradiciones, y con un alto sentido del nacionalismo, que generalmente rechaza el género cuando no es una producción mexicana.
2. No poseen talento propio capaz de arraigar en la audiencia.
3. No genera formatos propios y novedosos. Es una empresa de reacción en vez de acción, que se limita a programar basada en los mismos productos que programa Univisión, por lo cual no es alternativa y limita su posibilidad de impactar en la audiencia como una opción real.
4. No ha podido desplazar de la audiencia la costumbre de ver Univisión ni ha creado nuevas audiencias.
5. Su estrategia empresarial ha sido imitar a Televisa como productor de contenidos, aunque lo ha hecho con los parámetros equivocados y sin una política de programación agresiva.

Pero este canal pudiera estar pensando en una asociación estratégica con Televisa o incluso en una venta a ese conglomerado mexicano si los conflictos de la compañía mexicana y Univisión no se solucionan. De hecho, ya existe un acuerdo a través del cual Telemundo puede pasar su programación en México, donde también ha abierto estudios de producción.

Por su parte, Azteca América es una compañía que produce muy poco, y lo que produce lo hace con estándares de calidad muy bajos, que ni siquiera se acercan a los del producto elaborado en México. Es un fuerte productor en México y le ha dado la pelea a Televisa, arrebatándole parte de la audiencia. Pero en Estados Unidos no producen para este mercado y se limitan a ser una repetidora de TV Azteca de México, y no parecen estar preparados para los cambios de la televisión digital y contraprogramar frente a Univisión y Telemundo.

La televisión digital irrumpirá en el 2009 y transformará definitivamente la manera de ver la televisión. La tecnología hará que la competencia sea mucho más pareja de lo que ya es, ya que habrá un universo mayor de posibilidades, lo que llevará incluso a una mayor oferta. Si hoy las compañías de televisión satelital y por cable ofrecen unos 200 canales, muy pronto podrán multiplicar esa cifra por cincuenta.

Este aumento en la oferta de canales traerá seis consecuencias inmediatas:

1. Una necesidad urgente de contenido, provocando una explosión de productoras independientes que nutran a los canales; y productos elaborados con bajos presupuestos, mediante el uso de múltiples plataformas, como el internet y la telefonía inalámbrica. Y esto, a su vez, provocará una mayor diversificación en la producción de contenido y una mayor tolerancia hacia la creatividad y la experimentación.
2. Una nueva manera de cautivar y medir las audiencias.
3. El uso de internet para la transmisión y globalización de la televisión.
4. Una manera distinta de comercializar la televisión.
5. La especialización de los canales a través de los contenidos que ofrecen y la inevitable fragmentación de la oferta, que obligará a un aumento de la distribución.

La televisión digital no llevará necesariamente a un aumento de la calidad de los contenidos, pero sí a una casi instantánea diversificación y diferenciación del producto que se ofrece. El gran desafío será producir contenidos de interés para el televidente en los diferentes temas. Quien lo haga con mayor calidad y creatividad tendrá mayor posibilidad de imponerse.

La creación de nuevas audiencias y el futuro de la televisión en español

Un estudio reciente encargado por el portal Terra a la firma comScore revela que los hispanos en Estados Unidos usan más la internet de lo que ven televisión. Según el estudio, el 56% afirma pasar al menos una hora por día en línea, comparado al 50% que sostiene que pasa una hora al día viendo televisión. El 72% tiene computadoras y televisores en la misma habitación de los cuales 75% utilizan Internet y la televisión a la misma vez o con mucha frecuencia. De este 75%, el 44% envía mensajes instantáneos o por correo electrónico sobre el programa que está mirando, el 40% dice que investiga los productos que se anuncian en televisión y el 35% visita el sitio web del programa que está viendo.

Estos datos inducen a pensar que los productores de contenido para la televisión tendrán que dedicarse más seriamente a producir contenidos televisivos interactivos para la red, y a fusionar ambas plataformas, porque se avecinan los tiempos en que la televisión tendrá en internet el principal medio para ser consumida, sobre todo cuando la televisión por cable ya ofrece internet y telefonía.

Hoy, la televisión vía cable es popular debido a la amplia variedad de programación, donde más de tres millones de hispanos están pagando los paquetes de canales en español. La TV de pago crea una nueva audiencia, captura público que no veía televisión y roba audiencia a la TV abierta. Los cable operadores que deseen obtener una buena tajada de la publicidad y del abono, deberán ofrecer buenos contenidos, y vender publicidad dentro del tiempo que tienen para hacerlo. O sea, tendrán que ser muy competitivos.

Los canales de pago deben orientarse más al marketing. El éxito para competir en la TV de pago lo tendrán aquellos que saben que la clave del éxito será la inversión y el trabajo de marketing, que permitirá el crecimiento en géneros de programación y en la oferta de canales específicos, donde se va a usar más el multiscreen como ventaja tecnológica. La discusión del must-carry de varias señales en vez de una sola, es la tendencia que se incrementará.

La TV de cable incorpora la televisión abierta de varios países para satisfacer una audiencia que desea mantearse vinculada a sus países de origen y prefieren pagar para ver los noticieros y la mayor información directamente desde sus países. Pero hay que reconocer que la variedad de contenidos en español que se nos ofrece es de baja calidad, y no atrae a la mayoría de la audiencia hispana. En realidad, lo que se produce es una migración de la audiencia hispana que no habla inglés y de mejor nivel de vida, de la televisión abierta a la televisión de paga.

Para que la audiencia de la televisión en español en los Estados Unidos crezca tendrá que poseer una programación que sea capaz de transmitir contenidos elaborados especialmente para este mercado. El futuro es ya, y el modelo de negocios tiene su eje en la producción de contenidos, lo cual se logra impulsando el desarrollo y la creatividad. Sin mejores contenidos en español, capaces de atrapar al público bilingüe, de hacer la diferencia y conectarse con la audiencia, la televisión en español no podrá tener acceso a espectadores de mayor poder adquisitivo y mayor nivel educacional, que le permitan crecer en publicidad y facturar cuentas más jugosas.

En el futuro inmediato, la especialización de la programación también conllevará a que las cadenas hispanas se vean obligadas a producir menos productos estándar y más programas que atiendan a comunidades mayoritarias, si quieren enfrentar la fuerte competencia que le harán los canales locales en ciudades como Nueva York, Miami, Chicago y Los Ángeles. Y esto propiciará que los anunciantes también se especialicen, y fragmenten sus cuentas, en busca de atender las características de los mercados locales, y no inviertan su dinero de manera homogénea, sin tener en cuenta particularidades como nivel educacional y poder adquisitivo de las etnias.

Con la llegada del 2009 y la digitalización, la televisión en español en los Estados Unidos cambiará radicalmente. La forma en que se dé ese cambio dependerá de cómo se invierta en la calidad del producto y de cómo se especialicen las programaciones y los anunciantes en los diferentes mercados. Pero una cosa si queda establecida, si no cambia la forma de tratar sus contenidos y de mirar al hispano en el contexto de este país, tan distinto culturalmente al de nuestros países, corre el peligro de atomizarse como industria ante la infinita diversidad de la oferta.