Durante décadas, el argumento del historiador de La Habana, Eusebio Leal, ha sido que el casco histórico de la ciudad, conocido como La Habana Vieja, que es considerado por la ONU como Patrimonio de la Humanidad, debería restaurarse bajo el criterio de conservar sus características arquitectónicas de ciudad colonial. Y ahora, de buenas a primera, nos encasqueta allí una catedral ortodoxa rusa, erigida junto a la bahía, en un área de 1200 metros cuadrados, con una reluciente imagen neobizantina, que rompe con todo el ambiente arquitectónico y urbanístico colonial de la zona.
Es el colmo del autoritarismo con el que se manejan los líderes cubanos y sus bizarros chalanes, porque construir una edificación de estas características para una comunidad que no sólo no llega a las tres mil personas, sino que están desperdigadas por toda la isla- y la mayoría ni siquiera es creyente-, no sólo es una aberración, sino una estúpida manera de congraciarse con los rusos para pedirles dinero y cachetear sin mano a la sumisa e inconsecuente iglesia católica de Cuba.
Esta edificación- al igual que el monstruoso edificio de la ex embajada soviética en Miramar y la iglesia ortodoxa griega junto al ex Convento de San Francisco de Asís-le deja a la Cuba democrática e independiente del mañana algo más que resolver: ¿qué hacer con este edificio, ajeno a nuestra realidad, que parece un hijo bastardo entre columnas y techos coloniales. Con esta catedral ortodoxa rusa, que estará más vacía a la hora de los rezos que los mercados campesinos? Y es que muchos de los ex soviéticos que viven en el país, que no todos son rusos, por cierto, luego de 40 años en la isla, saben más de la tradición yoruba que de la cristiana, porque un elevado porcentaje de ellos se casaron con cubanos de raza negra.
De todo esto, la nota folclórica la aporta el hecho de que la nueva catedral la construyeron junto al mítico bar "Dos hermanos".
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