Guillermo Descalzi continúa su cruzada contra la derecha, el centro, los conservadores, los republicanos, los independientes, y todos los que no piensen como él. O sea contra la mayoría de los norteamericanos. Y lo hace con la misma pasión y entrega con la que algunos años atrás, mientras los empleados de América TeVe nos tratábamos de organizar para defendernos de los atropellos de la gerencia- nos robaban las horas extras, nos trataban como freelancers, nos obligaban a firmar tarjeta, a trabajar 10 y 12 horas, no nos daban seguro médico y ni siquiera cotizaban al IRS, violando las leyes laborales de Estados Unidos-, él hacía campaña proselitista a favor de unos empleadores vulgarmente déspotas y despiadados con sus empleados, la mayoría inmigrantes hispanos pobres, algunos de los cuales eran humillados doblemente por la dependencia que tenían de los avales laborales que les daba la gerencia.
Descalzi pretende ahora erigirse en defensor de la inmigración, cuando antes se hizo de la vista gorda ante tales atropellos y se asoció con la discriminación, el racismo y la violencia del poder que se ejercía en el canal 41, América TeVe.
Una vez que, como Judas, recibió sus monedas y fue desechado por el canal de televisión que lo usó para convencer a los empleados que no se organizaran en un sindicato para defender sus derechos, se refugió en las páginas cada vez más indigentes de El Nuevo Herald- prueba contundente de la decadencia de la prensa tradicional-, para desde allí alzar su nueva bandera.
En su artículo “Adiós a Dobbs” (martes 17 de noviembre 2009), Descalzi se pregunta si el periodista “¿se fue o lo fueron?”, cuando eso, al fin y al cabo, es lo menos importante. Lo trascendente es que CNN no quiso seguir sosteniendo la presencia de una voz conservadora en su parrilla. Y eso, en un canal de televisión radicalmente liberal, era un equilibrio necesario.
Según Descalzi, el discurso de Dobbs estaba establecido sobre la base de que “su premisa era simple, que la presencia de tanto indocumentado en el país nos había hecho perder la pureza ciudadana”. Lo primero que debería hacer el peruano es tener honestidad intelectual y despojarse del eufemismo de indocumentado, porque en realidad el uso de este adjetivo no es correcto. Donde Descalzi ve indocumentados hay ilegales. Y lo son desde el momento que entraron al país sin autorización o se quedaron en él sin ésta, violando las leyes, y haciéndose merecedores de ser penados. Y eso es así en todos los países del mundo. Por demás, según la RAE, indocumentado es el “que no lleva consigo documento oficial por el cual pueda identificarse, o que carece de él”. Y la mayoría de los millones de ilegales tienen una licencia de conducir de este país, o documentos oficiales de su país de origen que los identifica. El que no tengan permiso de residencia o ciudadanía de Los Estados Unidos no los hace indocumentados. Y si seguimos la definición, mucho menos es aceptable semejante calificativo: “dicho de una persona: sin arraigo ni respetabilidad. Ignorante, inculto”. Creo que la mayoría de los hispanos debería sentirse ofendida cuando es catalogada de indocumentado.
En cuanto a lo de “pureza ciudadana”, es un término sino inventado al menos interpretado así por Descalzi. Pero siendo honestos, es claro que Dobbs no acepta, no le gusta y le parece dañino culturalmente, para el futuro de la nación, la presencia de hispanos de diferentes orígenes, que llegamos de manera ilegal y exigimos que nos acepten a la fuerza, para disfrutar los beneficios de la nación, pero nos resistimos a asumir el país en el que vivimos-ni siquiera aprendemos la lengua-, creamos bolsones de resistencia cultural bastante parecidos a los guetos, y seguimos considerando primordial al país de origen. Y esto es profundamente palpable en el desprecio hacia la cultura norteamericana de los puertorriqueños, o el fuerte nacionalismo de los cubanos, a quienes nos importa más lo que sucede en el gobierno de La Habana, que lo que ocurre con la política de Miami. Y ni hablar del odio brutal de los mexicanos (si lo duda sólo tiene que presenciar un partido de fútbol soccer entre las selecciones de Estados Unidos y México) hacia todo lo que representa a los gringos (término despectivo que siempre utilizan), ni el de los musulmanes, que primero que nada son eso, musulmanes, y en aras de una religión infame e intolerante-no puede ser de otra manera en una religión para la que el resto del mundo son infieles-, sienten muy poco respeto por los valores de la nación que los cobija. Dobbs puede estar equivocado para muchos, pero no para millones que piensan como él, y es un punto de vista a ser valorado.
Desde mi parecer, en la opinión de Dobbs sí caben las generalizaciones. La presencia de la inmensa mayoría de los ilegales atenta no sólo contra la “pureza ciudadana”, al crear micronaciones antinorteamericanas dentro de la nación americana, sino contra la seguridad de los millones de inmigrantes legales que somos muchísimos más. Y eso hay que decirlo aunque suene políticamente incorrecto.
No cabe la menor duda de que la situación de la inmigración ilegal es un gravísimo problema que el gobierno tendrá que solucionar. Pero no es callando con la censura a un periodista que representa el punto de vista legítimo de muchísimos millones de ciudadanos norteamericanos que, hay que decirlo, tienen el derecho constitucional de expresar lo que piensan y de oponerse a la inmigración ilegal nos guste o no, que lo vamos a lograr. La salida de Dobbs de la CNN empobrece el debate y estaliniza los medios. Y todo por una sencilla razón: esta es norteamérica, el país de los norteamericanos y de los Dobbs- no el de los inmigrantes ilegales. Y ellos son un pueblo generoso, magnánimo y hospitalario, pero no tenemos ningún derecho a robarles una decisión poniéndoles un cuchillo en la garganta. Y la defensa de ese derecho no hace a Dobbs un nazi, como lo ha querido dibujar Descalzi.
Pretender, como hace Descalzi, que el periodismo de Dobbs es partidario, y verlo como un delito, es sencillamente no conocer la prensa del país. Una prensa en su mayoría inclinada hacia el liberalismo más radical del partido demócrata-CNN es un baluarte de eso-, y donde las voces como las de Dobbs aportan equilibrio estemos o no de acuerdo con él.
Por otra parte, criticar a Dobbs y a los que como él hacen un “periodismo provocador que busca las llagas de nuestra sociedad para meter el dedo en ellas para que la gente grite”, no sólo es estúpido, es antiperiodístico. La prensa tiene la obligación ética de provocar, meter el dedo, aunque la gente grite. Sólo así el cuarto poder juega su rol y atenta contra el inmovilismo de la conciencia social. El verdadero periodismo, señor Descalzi, es crítico y provocador. Aunque su labor en los medios es el mejor ejemplo que de eso usted sabe poco o nada.
Busca justificar su diatriba contra Dobbs-es una obsesión para él por la excesiva atención que le prestó- diciendo que “el periodismo estadounidense que yo admiré a mi llegada a este país en 1966 es objetivo en su contenido y balanceado en su presentación, algo que se está perdiendo. Se ha caído en lo que el jefe de CNN caracteriza eufemísticamente como periodismo proselitista o partidario”. Miente descaradamente Descalzi. La prensa norteamericana ya era proselitista cuando él llegó a Estados Unidos-quizás desde sus orígenes, como toda prensa. Sólo basta revisar la posición de algunos comentaristas televisivos durante la guerra de Vietnam o las ediciones del New York Times de la época en que llegó Descalzi para rebatir argumento tan mediocre. El periodismo, señor Descalzi, nunca ha sido ni será objetivo. La pretendida objetividad es una de las más grandes falacias del periodismo tradicional- y una de las causas de la crisis actual, provocada por el surgimiento de la blogosfera-, porque el verdadero periodismo es el de opinión, el crítico, el que mueve pasiones. No se puede emitir una opinión ni hacer una crítica sin tomar partido por determinado punto de vista, y ese siempre, escúchelo bien, siempre será subjetivo-tal y como lo hace usted en su columna, ¿o acaso me va a decir que al opinar sobre Dobbs ha sido imparcial, objetivo y desapasionado?, porque si es así, tendría que decirle, a la manera de mi abuelo gallego, ¡vaya usted a la porra!
La objetividad de un medio periodístico no radica en la línea editorial, ni en buscar el balance individual-lo que no es delito tampoco, pero sí soso y poco interesante la mayoría de las veces-, sino en la pluralidad de opiniones. El periodismo no puede ser analizado desde un fenómeno aislado y monolítico-llámese Dobbs, Limbaugh, Olberman, Rick Sánchez, Barbara Walters, Sean Hannity, O´Reilly, Beck o Wolf Blitzer- , ni desde las singularidades. Los periodistas, como sujeto, siempre serán subjetivos. La subjetividad es la esencia del periodismo. La unión de las subjetividades permite, en su diversidad, encontrar la objetividad. Lo demás no es periodismo, es panfleto, propaganda. Y esa es la razón por la que El Granma no es un periódico, sino un libelo panfletario que emite una opinión única. Y que pudiera ser el ideal de Descalzi de prensa objetiva, aunque en su descargo debo decir que no creo que quiera que CNN llegue a esos extremos.
No es aceptable el purismo de Descalzi, cuando está atacando con ferocidad y virulencia lo que él considera una actitud purista, virulenta y partidista de Dobbs. La inmensa mayoría de los periodistas ejercen el oficio, opinan y critican porque se creen dueños de la verdad-los que no, es porque ejercen el oficio sin verdadera vocación o por narcisismo. La mayoría de los periodistas son apasionados, y por consecuencia, virulentos-en mayor o menor medida-, porque no existen periodistas modestos, y mucho menos los que ejercen el oficio en la televisión. Los hay menos o más aburridos. Menos o más engolados. Menos o más divertidos. Menos o más brutos. Menos o más desagradables. Menos o más empáticos. Menos o más sinceros. Pero nunca, nunca, modestos.
Para la gente de izquierda- aunque Descalzi se disfrazó bastante de derecha cuando pululaba en su infame “Quiéreme Descalzi” en el canal 41-, el periodismo sólo pierde la objetividad cuando se inclina hacia la derecha. Y es por eso que les parece indigno Fox News y excelencia periodística CNN. Pero lo verdaderamente indigno es pretender que Dobbs es un racista porque ataca la inmigración ilegal, y la Casa Blanca no lo es cuando trata de sacar a Fox del equipo periodístico que cubre la presidencia. Es más indigno que la puertorriqueña María Celeste, conductora de un programa de nota roja, que tiene faltas de ortografías al hablar, diga que “Dobbs es un descarado, porque afirmó que le interesa colaborar con Telemundo”.
Además, señor Descalzi, es ofensiva su ceguera. Decir, refiriéndose a CNN, que con “la salida de Dobbs podrá volver a reclamar su sitio entre los vehículos del periodismo respetable”, es algo más que estupidez, es intencionada manipulación “opinionista”, para decirlo con sus palabras. CNN, que, por sólo poner un ejemplo, ha tenido durante años una corresponsalía en Cuba negociada en términos denigrantes, que le impiden reportar la realidad de la isla.
Han sido los medios hispanos- en Univisión y Telemundo le prohíben a sus periodistas decir inmigrantes ilegales-, quienes han inventado el eufemismo de indocumentados, como herramienta para sostenerse en un mercado que depende de los millones de inmigrantes que no hablan inglés. Sobre todo la televisión y la radio, que se sostiene de la masa uniforme, a la que la barrera del idioma no le permite hallar contenidos de mayor dignidad, más allá de las idiotizantes telenovelas. Son los recién llegados y los ilegales los que sostienen a los medios electrónicos hispanos. Y no les conviene una guerra frontal contra estos consumidores. Una verdad de Perogrullo. Negarlo es una hipocresía absoluta.
Yo estoy a favor de los que apoyan el periodismo de opinión. Por eso los blogs y el internet están devorando al periodismo tradicional. A la gente le interesa saber lo que otros piensan y debatir y confrontar las líneas de pensamiento.
Por favor, a todos los que hacen un periodismo subjetivo, hagan su trabajo, y háganlo con crítica, virulencia y metiendo los dedos en la llaga. Eso siempre será movilizador y saludable. Lo demás es una fantochada disfrazada de periodismo serio y objetivo.
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