Hugo Chávez ha demostrado a lo largo de sus diez años en el poder que es un enfermo mental. Y cuando los pueblos son gobernados por personajes oligofrénicos están destinados a una larga peregrinación por los caminos del sufrimiento. Pero si el oligofrénico que gobierna se considera un comunista, como es el caso de este oligofrénico venezolano, entonces el sufrimiento está marcado por la miseria, la desolación, el miedo, la represión, el desarraigo provocado por el exilio, el sometimiento, la división familiar y el caos. Los oligofrénicos como Chávez ni siquiera son capaces de ser originales y creativos en la imposición de sus disparates, pero tienen un gran acierto: van adormeciendo a las masas a base de prebendas y la van envolviendo en sus tremendos delirios, hasta lograr que la masa amorfa, patética, amoral, haragana, en fin, el populacho, el vulgo mediocre y necesitado de un padre poderoso que los apapache y les ponga la comida en la boca como pichón de gorrión inútil, enloquece por el oligofrénico primero, y con el oligofrénico después. Y esa masa vulgar y desposeída, con el paso del tiempo, será más vulgar y más desposeída, pero para entonces, su desencanto no servirá de nada. El oligofrénico ya estará enraizado hasta la médula, habrá radicalizado su gobierno hasta las profundidades de la dictadura, y lo controlará todo: desde qué come, cuánto come, hasta cuánto gana, qué ve, qué escucha, qué dice, qué hace. Para entonces, ya no habrá remedio, el oligofrénico habrá construido un país oligofrénico, y la cordura y la decencia estarán enterradas tres metros bajo tierra o incineradas.
Cuando este oligofrénico dice que se preparen para la guerra, que prohíbe que nadie más llame “Salto Angel” a la caída de agua más alta del mundo, que va a radicalizar su revolución; cuando dice que va a tumbar aviones, que Holanda deja que usen sus islas para atacar a Venezuela, que Fidel estará en la reunión del ALBA; cuando dice que aquel Chávez pa’ pendejo quedó atrás, que promulgará la ley que otorga poder al pueblo; cuando dice, cuando simplemente dice cualquier cosa que diga, y a usted le provoca rabia, risa, indignación o silencio, mientras la masa amorfa validada como borrega mayoría acepta, aplaude o calla cómplice, es el momento de cortarle la cabeza al oligofrénico, porque la oligofrenia es una enfermedad que no tiene cura, que se va agravando con el paso de los años, y porque cuando el oligofrénico tiene poder, la oligofrenia se convierte en una enfermedad muy peligrosa.
Dicen que los pueblos tienen el gobernante que se merecen. Y es verdad. Cuando un pueblo deja que un oligofrénico tome el poder y luego le permite a ese mismo oligofrénico que los convierta a todos, por convencimiento o imposición, en oligofrénicos, se merecen a ese gobernante. Les pasó a los cubanos, y le pasa ahora a los venezolanos. Los hondureños no se dejaron. Los nicaragüenses no creo que se dejen, ni los salvadoreños, aun cuando hoy estén gobernados por oligofrénicos, pero los ecuatorianos y los bolivianos (este tal vez sea el más oligofrénico de todos) están bien encaminados por sus respectivos oligofrénicos.
Pero en el caso de Venezuela, madre de la oligofrenia continental hoy día (el padre ya sabemos que está en La Habana), el caso es doblemente lamentable, porque estaban advertidos. No conozco a un venezolano, que hace diez años no me dijera que a ellos no les iba a pasar lo mismo que a los cubanos, que ellos no eran tan cobardes. Sin embargo, en estos momentos llevan un rumbo más dramáticamente trágico, atrapados en una sola disyuntiva: cortarle la cabeza al oligofrénico o convertirse en oligofrénicos todos. Y deben hacerlo rápido, porque encima, el oligofrénico que les tocó es bastante cabezón, lo que quiere decir que tiene mucho espacio para acumular su oligofrenia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario