jueves, 13 de mayo de 2010

Iglesia Católica Cubana Responde a Oppenheimer

¿CUENTA CUENTOS OPPENHEIMER?
Por Orlando Márquez


Andrés Oppenheimer es un afamado periodista argentino residente en Estados Unidos. Ha demostrado ser, realmente, un periodista de esos que investigan y rastrean los hechos, de los que asumen riesgos en varios frentes antes de abrir un frente propio para presentar así una visión amplia de los temas que le interesan en su habitual columna de opinión El Informe Oppenheimer. Yo había leído dos de sus libros: La hora final de Castro: la historia secreta detrás de la inminente caída del comunismo en Cuba, publicado en 1993 (una “hora” por cierto mucho más larga que el pomposo título profético de la obra), y Cuentos Chinos: El engaño de Washington, la mentira populista y la esperanza de América Latina, de 2005, una crítica a las falsedades que quieren ofrecer algunos presidentes. Independientemente de sus conclusiones y ánimos, son dos textos paridos después de la pesquisa, el cuestionamiento y la confrontación inteligente. Por ese motivo me llamó la atención su trabajo “El cardenal timorato”, publicado en su columna del diario El Nuevo Herald de la ciudad de Miami el pasado 22 de abril y, presumiblemente reproducido en decenas de periódicos de América Latina.

Gracias a internet –sí, tengo en mi oficina del Arzobispado de La Habana el privilegio de acceder a internet– supe del texto, reacción de Oppenheimer a la entrevista concedida por el cardenal Jaime Ortega y publicada el pasado mes de abril en esta revista. No es usual comentar desde acá sobre las cosas que se dicen fuera de Cuba sobre Cuba y los cubanos. Creo que es inevitable comentar sobre Cuba en cualquier parte, quizás no sólo porque los cubanos están en todas partes; pienso que puede incidir también el hecho de que lo cubano se hace sentir en todas partes. Como director de esta revista he visto muchos comentarios, notas y artículos de opinión muy variados escritos en otras regiones sobre lo que ocurre en Cuba, y sobre la Iglesia en particular. Unos dan risa, otros asombran, los hay meritorios que invitan a la reflexión y no faltan los que insultan placenteramente. Uno puede percibir ciertamente que algunos han sido escritos desde el dolor, no pocos desde la ignorancia, y unos cuantos con la ponzoña “heroico-patriótica” de la distancia. Pero cuando quien escribe no es un ignorante, ni encaja en ninguna de las otras dos posibilidades y lo que escribe es como “palabra de dios” que salta las barreras de la libertad de expresión o la ética, y se viste del mismo ropaje que denuncia para llegar a millones de personas, es válido preguntarse ¿por qué?

Veamos. El laureado periodista inicia su opinión con estocada a fondo: “Después de años de bochornosa pasividad, el líder de la Iglesia Católica en Cuba, Cardenal Jaime Ortega, está empezando a manifestarse un poco más explícitamente en contra de los más flagrantes abusos de la dictadura cubana. Pero lo está haciendo tímidamente y muy tarde”. Y cierra su reflexión apelando al puñal de misericordia: “Sus nuevas declaraciones son bienvenidas, pero no es un hombre que me despierte gran admiración”. Apertura y cierre resultan bastante subjetivos, pero la narración que discurre entre ambos extremos resulta muy alejada del periodista que investiga.

De entre la variedad de revelaciones hechas por el cardenal en la entrevista –que van desde el rechazo abierto a los intentos de la Oficina de asuntos religiosos del Partido Comunista cubano por instrumentar una política oficial que uniforme y aglutine bajo el mismo paraguas a cuanta manifestación religiosa o pararreligiosa exista en Cuba, o la negativa eclesial a sumarse a una alianza estratégica entre marxistas y cristianos para poder desarrollar su misión en Cuba (lo cual enfatiza la firme postura de la Iglesia como institución independiente dentro de Cuba); el llamado al diálogo entre los gobiernos de Cuba y los Estados Unidos; hacerse eco del clamor popular por la urgencia de los cambios en la Isla ; recordar el llamado del episcopado cubano a las autoridades a proteger la vida de los presos tras la muerte de Zapata Tamayo; la condena tajante a los actos de repudio contra las Damas de Blanco; la reiteración –ahora pública– a favor de liberar todos los presos políticos, hasta el llamado a la reconciliación de todos los cubanos–, el premiado editor del Herald prefiere recrearse en una sola frase expuesta por el cardenal para sustentar con ella la poca admiración que le provoca el arzobispo de La Habana.

Oppenheimer se detiene en la expresión “violencia mediática” empleada por el cardenal para referirse a críticas externas al gobierno cubano tras la muerte de Orlando Zapata Tamayo, y ya todo lo demás… está de más. Evidentemente cualquiera puede estar en desacuerdo con el cardenal –el capelo no otorga el don de la simpatía pública o la infalibilidad– o con la expresión “violencia mediática”. El adjetivo es fuerte y en el contexto nuestro ajusta mejor, por ejemplo, a lo que por esos días veíamos y se comenta en la entrevista: los actos de repudio, la violencia contra las Damas de Blanco. Pero hay ciertas acepciones que pueden ser aplicadas más allá de lo estrictamente físico. Violencia es también sinónimo de agresividad, combatividad, belicosidad, fogosidad, impulso, ímpetu, vehemencia, exasperación, rabia, rabieta, ira, furor, furia, arrebato, cólera, enfado, enojo, odio, irritabilidad… Mucho de esto había en no pocos artículos de opinión sobre lo acontecido, y eso, considera el cardenal, contribuía a “exacerbar la crisis”.

Pero admitamos que el término resulta inapropiado. Si molestó tanto al periodista laureado, ¿no hubiera sido mejor dirigir directamente su crítica y cuestionamiento al propio cardenal? En cambio prefirió otra vía y así lo describe: “Intrigado, llamé a Fariñas [Guillermo Fariñas, el cubano que inició huelga de hambre tras la muerte de Zapata] para preguntarle cuál era su reacción ante las declaraciones del cardenal Ortega. Según Fariñas, las declaraciones del cardenal ‘son tímidas' (…) ¿Por qué cree que Ortega es tan tímido?, le pregunté a Fariñas. ‘Porque la jerarquía de la Iglesia no quiere perder las prebendas que le ha dado el gobierno cubano…” (¡¿?!) No hizo falta contrastar esto con una fuente eclesial, ¿para qué? Esa es la “verdad”. Y el vocablo “tímida” expresado por Fariñas se convirtió en el “tan tímido” de Oppenheimer, quien finalmente lo convirtió en el “timorato”, y dio para más: “No me extrañaría que Ortega haya publicado esa entrevista en la revista de la Iglesia porque se sienta presionado por sus propios súbditos a tener una actitud un poco menos timorata ante lo que está pasando en Cuba (…) Por mis propias entrevistas con obispos y sacerdotes cubanos en el pasado, me consta que muchos de ellos consideran que el cardenal ha sido un freno a los esfuerzos por defender más vigorosamente las libertades fundamentales. Ellos, y Fariñas, tienen razón”, pontifica sin miramientos ni pudor el analista del Herald.

Uno se dirige a quien le plazca, pero al menos habría sido más ético y periodísticamente correcto dirigirse, también, al autor del supuesto desatino. Es el “factor humano” que el periodista debe cuidar, según palabras del propio Oppenheimer expresadas en Montevideo, Uruguay, el 14 de junio de 2007 a voceros presidenciales, que encontré en internet y guardé con agrado hace un tiempo y ahora rescato.* El “factor humano” se fue a bolina y así se le hizo “más fácil pegarle con el garrote a alguien con el que nunca habló, que a alguien con quien uno se sentó a tomar un café, y le dio una cierta impresión de buena voluntad o de ganas de mejorar la sociedad o el país por más equivocado que uno piense que esté”, como él mismo ejemplificara tan floridamente en aquel discurso.

Cuando leo que, junto a Fariñas, “tienen razón” los “obispos y sacerdotes cubanos” quienes le aseguraron que el cardenal ha sido un freno cuando ¿ellos? han querido defender las libertades en Cuba, ya no sé si se trata de ignorancia ajena o propia disfrutada con placer. ¿Es posible que existan tales figuras eclesiásticas? Tal vez. No lo afirmo, no lo niego. Aquí también podemos tener aquel clericus clerico lupus que definió muy bien Hans Urs von Baltasar, o el laicus , que también existe bajo las cúpulas de los templos. Al experto en temas latinoamericanos y cubanos –y a sus supuestas “fuentes” eclesiásticas–, me permito sugerirle la lectura del libro “Te basta mi gracia”, una “ladrillezca” compilación de más de mil páginas con escritos, declaraciones, homilías, conferencias y discursos del cardenal Ortega que van desde 1987 hasta 2001, cuando se imprimió (por cierto se vendió en Miami). Ahí podrá encontrar pronunciamientos sobre la pena de muerte, la comunión eclesial, los derechos humanos, los católicos y los comunistas, el hundimiento del remolcador 13 de Marzo, etc., etc., etc. Todo ello fruto del celo pastoral que no es ajeno a la cuestión social y no, como tampoco ahora, resultado de “presión de súbditos”. Y hay más que no está en ese libro que algún día, quizás, salga a la luz. ¿Pudiera indicar el muy leído e influyente Oppenheimer –si primero fuera capaz de consultar el libro– alguna otra persona, eclesiástica o no, que haya sido –¡dentro de Cuba!– tan consecuentemente crítica con los males de la sociedad cubana durante más de veinte años, al tiempo que se empeña en ver el lado bueno del cubano y mantiene la palabra que invita al diálogo y a la reconciliación entre todos sin distinción?

Resulta verdaderamente decepcionante que un líder de opinión que acumule los títulos –según su propia página web– de editor para América Latina y columnista de The Miami Herald , analista político de CNN en Español; conductor del programa de televisión Oppenheimer Presenta, y autor de varios best-sellers sobre temas políticos y económicos internacionales, quien escribe regularmente en más de 60 periódicos de Estados Unidos y América Latina; es co-ganador del Premio Pulitzer junto con el equipo de The Miami Herald que descubrió el escándalo Irán-Contras, y ganador de los premios Ortega y Gasset, Rey de España, Maria Moors Cabot de la Universidad de Columbia, Overseas Press Club Award del Overseas Press Club de Washington D.C. y el Emmy Suncoast de la Academia Nacional de Televisión, Artes y Ciencias de Estados Unidos; el seleccionado por el Forbes Media Guide como uno de los “500 periodistas más importantes” de Estados Unidos en 1993, y por la revista Poder como uno de las 100 figuras “más poderosas” en América Latina en 2002, etc., se baje con semejante artículo de opinión, magnífico ejemplo del periodismo-chatarra, ese que se prepara rápido y fácil echando mano a ingredientes pre-elaborados por otros, sin consulta e indagación seria, acomodado al gusto de quien quiera consumir de forma expedita y de pie lo que le agrada leer sin necesidad de emplear las células grises, aunque se “envenene” el cerebro, se contamine el ambiente social con la mentira que propagarán sin frenos muchos de esos consumidores pasivos y se destroce el “factor humano”.

Esperé el artículo con la opinión de Andrés Oppenheimer sobre la intervención del cardenal Ortega a favor de la marcha de las Damas de Blanco, una gestión eclesial y una respuesta gubernamental sin precedentes en la Cuba posterior a 1959, pero no llegó. Sus millones de lectores se quedaron con su opinión del 22 de abril cargada con la frivolidad y la politización que él mismo denunció en su intervención de Montevideo en 2007. ¡Ah, sí!, aquí también vale aquello de “lo escrito, escrito está”. No creo que haya llegado, ni mucho menos, la hora final de Oppenheimer, pero cuando pienso en el formulario quién dice, qué dice, dónde dice, a quién y por qué lo dice sugerido por Harold Laswell para entender el ejercicio periodístico, pienso que el multipremiado periodista sabe contar muy bien, cuando quiere y hay consumidores dispuestos, cuentos chinos.

(*) Discurso de Andrés Oppenheimer

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