jueves, 6 de mayo de 2010

Cuba: Despertó el Caimán

Luis Manuel de Lima

CARACAS, Venezuela, mayo, www.cubanet.org -El pueblo de Cuba ha despertado del “letargo revolucionario”. ¡No hay dudas! La salida de Fidel del poder formal acrecentó la crisis económica, política y generacional. Se abrió la caja de Pandora que puede terminar el control político y social del régimen. ¿No sé si por la fuerza podrán devolver el “genio” a la botella?

El sistema socialista cubano sucumbe junto con su ineficiente aparato productivo que no puede sostener las condiciones de subsidio de la población y menos de los servicios públicos caóticos que en muchos casos funcionan peor hoy que durante el conocido “periodo especial” y la percepción de la población de las causas que la provocan están más relacionas con la burocracia y la corrupción que por la falta de recursos.

La crisis general de la sociedad cubana es tan evidente que las manifestaciones de descontento nunca habían tenido tanta resonancia. Esta vez para mal del régimen se juntaron la crisis económica internacional y nacional, el efecto político de la salida de Fidel del poder, el auge de la disidencia organizada, el surgimiento de nuevas expresiones de inconformidad dentro del oficialismo (Lage-Pérez Roque), la aparición del movimiento de blogueros y el auge de periodistas independientes, entre otras.

Las reflexiones del Jefe de la Revolución no han podido superar las esperanzas que tienen los cubanos de a pie. La “Batalla de ideas” está siendo derrotada a diario por las Damas de Blanco y las manifestaciones pacíficas de opositores que han sido capaces de morir de hambre por defender sus ideas de justicia. Tampoco Raúl Castro ha cumplido las expectativas que alimentó el discurso que pronunció en la toma de posesión: mejorar la gestión y la economía.

Hasta ahora muchas de las pocas medidas que se han observado son impopulares: el racionamiento de combustible, electricidad y la aplicación de castigos ejemplares a los incumplidores. Por otro lado, el anuncio de cerrar los comedores para trabajadores y la posibilidad de eliminar la cartilla o tarjeta de racionamiento.
Nunca, en más de cincuenta años, la “revolución” había dado muestras de la pérdida del control de los mecanismos administrativos que crearon la dependencia absoluta de la población, del Estado: educación, salud, producción y distribución de alimentos, empleo, transporte, etcétera.

La venta de teléfonos celulares, la posibilidad de hospedarse en hoteles para turistas, las tibias medidas en la agricultura, la insuficiente operatividad de las vías y las unidades de transporte, entre otras acciones del gobierno, no han sido suficientes para satisfacer las expectativas de más de once millones de personas que quieren vivir mejor.

La ofensiva represiva

La decisión política de reprimir las manifestaciones de la disidencia tienen antecedentes funestos en Cuba (recordar los criminales y bochornosos actos de repudio cuando la crisis del Mariel, 1980) que resultan más impopulares que cualquiera de las medidas de racionamiento económico.

“Los cubanos no queremos más guerra entre nosotros, aspiramos es a dialogo”, escuche decir a un opositor en La Habana. Menos hoy que el régimen muestra debilidad en sus instituciones, algo que lo limita y obliga a buscar otras vías de mediación política que sustituya la represión. Liberar a los presos políticos hubiera evitado la muerte de Orlando Zapata, la presencia de las Damas de Blanco y la huelga de hambre de Guillermo Fariñas.

Quizás la aplicación de la represión está muy relacionada con los cambios de cuadros efectuados por Raúl Castro. La presión por obtener resultados, por parte de sus superiores, puede haber llevado a los nuevos cuadros a cometer errores como la golpiza pública a las Damas de Blanco, trasmitida al mundo por los medios de comunicación. Hasta ahora el régimen había evidenciado “creatividad coercitiva” para disuadir o neutralizar las manifestaciones opositoras.

La situación actual es muy difícil para el gobierno y los opositores. La ofensiva emprendida por el régimen es una especie de huida hacia delante que no contaba con la firmeza de hombres como Orlando Zapata, Guillermo Fariñas, los hermanos Sigler Amaya y muchos otros que han dicho estar dispuestos a morir por sus principio. Pero pone en peligro la vida de líderes insustituibles. La decisión y comportamiento de esos luchadores no combinan con los valores de los llamados “mercenarios” y el pueblo lo sabe mejor que el gobierno.

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