lunes, 3 de mayo de 2010


Cuba, Entre el Hierro y el Terciopelo



Gracias a Ibis García Alonso

Por Ricardo López Göttig


Las transiciones de terciopelo fueron el fruto de una negociación entre el partido comunista saliente y las fuerzas disidentes que habían surgido en la incipiente y clandestina sociedad civil, que fue objeto de persecuciones, difamaciones y prisión. Las transiciones que aquí denominamos de hierro, son aquellas que fueron manipuladas por el partido comunista en el poder, que se transformó a sí mismo con otro nombre, pero que en la práctica mantuvo su situación hegemónica. Las transiciones del “socialismo real” a la sociedad abierta en Polonia, Hungría y la ex Checoslovaquia, tuvieron como actores políticos a los grupos disidentes, que fueron el elemento humano de recambio tras cuatro decenios de monopolio del Partido Comunista. Los disidentes traían nuevos valores y buscaban que sus países volvieran a formar parte de la tradición parlamentaria y pluralista europea. Si bien las circunstancias históricas son irrepetibles, los ejemplos de Polonia, República Checa y Eslovaquia arrojan algunas lecciones para una transición pacífica y negociada en Cuba.

Ricardo López Göttig es Doctor en Historia, egresado de la Facultad de Filosofía de la Universidad Karlova de Praga en el año 2001. Su tesis doctoral fue “El Foro Cívico y el ocaso de la ilusión no-política”. Es Director del Consejo Académico de CADAL, y profesor en ESEADE y la Universidad de Belgrano.

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Las transiciones de un régimen autoritario a una sociedad abierta y pluralista siempre son traumáticas. Los gobiernos de “partido único”, que monopolizan el poder durante decenios, no quieren abandonar sus posiciones, obtenidas y retenidas con el uso de la opresión sistemática. A partir de 1989, en Europa oriental y central hubo una serie de transiciones a la democracia en varios países que estuvieron bajo la órbita soviética luego de la segunda guerra mundial, y que aquí dividiremos en dos grandes grupos: las transiciones de terciopelo (la ex Checoslovaquia, Polonia, Hungría, incluso la República Democrática Alemana), y las de hierro: Rumania, Bulgaria y Albania.

Lo que distingue a unas de otras, es que las transiciones de terciopelo fueron el fruto de una negociación entre el partido comunista saliente y las fuerzas disidentes que habían surgido en la incipiente y clandestina sociedad civil, que fue objeto de persecuciones, difamaciones y prisión. Estas negociaciones condujeron a transiciones pacíficas, elecciones libres y pluripartidistas y, como consecuencia final, la adopción de los sistemas de estado de derecho, democracia parlamentaria y economía de mercado que estaban vigentes en el Occidente europeo.

Las transiciones que aquí denominamos de hierro, son aquellas que fueron manipuladas por el partido comunista en el poder, que se transformó a sí mismo con otro nombre, pero que en la práctica mantuvo su situación hegemónica. Así fue en Rumania donde tras un “juicio” escenificado a Nicolae Ceaucescu, su esposa Elena y su hijo -tras el cual fueron ejecutados-, el elenco gobernante se convirtió en el “Frente de Salvación Nacional”, manteniendo con firmeza las riendas del poder. Un caso similar–aunque no sangriento como el rumano- fue el búlgaro, en donde el partido comunista destituyó al secretario general Teodor Zhivkov y se transformó en “partido socialista”.

Estas transiciones fueron posibles ante la retirada de la Unión Soviética de sus áreas de influencia, ya que el objetivo del secretario general Mijail Gorbachov era concentrarse en la recuperación económica, por lo que debía resignar protagonismo militar más allá de sus fronteras1. Era la aplicación de la “Doctrina Sinatra”, enunciada por Edvard Shevardnadze –entonces ministro de Relaciones Exteriores de la URSS-, que implicaba que cada país del socialismo real debía seguir su propio camino, tomando distancia de la llamada “doctrina Brezhnev” de soberanía limitada de los países del Pacto de Varsovia.

Antecedentes de terciopelo

Estas son las que más sorprenden al observador occidental, puesto que en la historia de la humanidad no ha sido frecuente un cambio de régimen por medios pacíficos.
Los regímenes comunistas de Europa oriental se sustentaban en la presencia militar de la Unión Soviética, ya sea directa o bien a través del Pacto de Varsovia. Cuando en 1968 se intentó reformar internamente el régimen socialista en Checoslovaquia, de la mano del entonces secretario general Alexander Dubček en la denominada “Primavera de Praga”, irrumpieron los tanques de los países miembros del Pacto de Varsovia (excepto Rumania). Allí comenzó el proceso llamado de “normalización” que duró hasta 1989, sostenido por la presencia de las tropas soviéticas en territorio checoslovaco. Era la “Doctrina Brezhnev”, un poderoso disuasivo para los países que intentaran apartarse del modelo socialista que implantó la URSS en la región, a fin de evitar “desviacionismos” como el de Yugoslavia y Albania. Es preciso tener presente este factor externo, puesto que la señal que la disidencia democrática recibió como elemento disparador de sus demandas, fue la elección celebrada el 4 de junio de 1989 en Polonia, cuando el sindicato Solidaridad ganó todas las bancas en disputa del Parlamento (Sejm), cuando se renovó el 35% de los escaños. Este logro de Solidaridad fue el resultado de un decenio de reclamos y protestas que pusieron en jaque la legitimidad del régimen socialista de Jaruzelski, puesto que ponía de manifiesto que la principal fuerza aglutinadora de la disidencia eran los obreros industriales, precisamente aquellos que el partido comunista declaraba ser su “vanguardia”.

Las transiciones del “socialismo real” a la sociedad abierta en Polonia, Hungría y la ex Checoslovaquia, tuvieron como actores políticos a los grupos disidentes, que fueron el elemento humano de recambio tras cuatro decenios de monopolio del Partido Comunista. Los disidentes traían nuevos valores y buscaban que sus países volvieran a formar parte de la tradición parlamentaria y pluralista europea. De allí que, particularmente pretérito de la “Primera República”, aquel período democrático entre 1919 y 1938, en el que fue una isla de libertad rodeada por un vasto mar totalitario.
¿Cómo se formó la disidencia? ¿Cuáles fueron sus valores?

Tanto en la actual República Checa2 como en Hungría, los disidentes fueron intelectuales en su gran mayoría. En la primera, se formó el grupo Carta 77 que bregaba por la vigencia de los derechos humanos de acuerdo a la Convención de Helsinki, firmada en 1975 por Checoslovaquia, en donde entró en vigencia el 23 de marzo de 1976. El punto de partida fue la defensa de la libertad de expresión del grupo de rock underground The Plastic People of the Universe, al que el régimen le prohibió su actuación por su música “imperialista”.

En Carta 77 convergieron profesores universitarios, artistas e intelectuales como el dramaturgo Václav Havel, el filósofo Jan Patočka, el sacerdote católico Václav Malý, pastores protestantes, reformistas de 1968 (el ex ministro de Relaciones Exteriores Jiří Hájek), entre muchos otros. Este grupo actuaba abiertamente y daba a conocer en sus documentos, los nombres y direcciones de sus signatarios. No se oponían ni cuestionaban al régimen, sino que simplemente buscaban que se cumplieran los tratados firmados por la República Socialista Checoslovaca en el ámbito internacional3. Un ejemplo único fue el del sindicato polaco Solidaridad de inspiración cristiana, cuyo líder visible fue el obrero electricista Lech Wałęsa, que comenzó sus reivindicaciones en los astilleros de Gdańsk en el verano boreal de 1980, en el norte del país. A él se sumaron no sólo cada vez más obreros (lo que ponía en cuestión que el partido comunista fuera la “vanguardia del proletariado”), sino también intelectuales como el historiador medievalista Bronisław Geremek y sacerdotes como Jerzy Popiełuzsko -que fue asesinado por agentes de seguridad del Estado en 1984-4. En este caso, los reclamos de este sindicato disidente tuvieron el
oxígeno que les brindó la figura del papa Juan Pablo II, desde 1978 sumo pontífice en Roma. La presencia de las denominaciones religiosas –católicos romanos, luteranos,
reformistas, husitas- en las filas de la disidencia fue también significativa en Eslovaquia y, en menor grado, en Hungría. En Eslovaquia, por ejemplo, la Iglesia Católica Romana llevó adelante una activa campaña por la separación de la religión y
el Estado.

La disidencia checa, como hemos señalado precedentemente, se caracterizó por su pluralismo interno, ya que supo unirse en torno a la demanda por el cumplimiento de los tratados internacionales sobre derechos humanos que había firmado el gobierno comunista. Asimismo, reclamaban por la observancia de las garantías procesales y, luego, añadieron el capítulo del medio ambiente, severamente deteriorado a partir de los años cincuenta en toda Europa oriental. La desaparición de bosques, los problemas de polución en las grandes ciudades, el envenenamiento de ríos y lagos, eran problemas a los que no se atendía, puesto que lo primordial era el logro de metas de producción industrial, sin importar las consecuencias para la salud y la protección de la naturaleza. De este modo, se sumaron demandas ecológicas en las peticiones de Carta 77, sin que esto implicara poner en cuestión al régimen del socialismo real5.

Estas demandas por el cumplimiento de las normas propias del régimen, ponían al descubierto un debate que nunca llegó a cerrarse: ¿eran disidentes u opositores? Términos como “opositor” u “oposición” hacen referencia a una sociedad política en la cual hay pluralismo, hay disenso institucionalizado y que se expresa por los canales habituales de la prensa, las reuniones públicas o el parlamento. De modo que Carta 77 y elresto de las agrupaciones clandestinas no eran “oposición”, puesto que les estaba vedada toda participación abierta, sus miembros eran seguidos y detenidos por los organismos de seguridad, e incluso padecieron la tortura y muerte, como fue el caso del filósofo Jan Patočka, en 1977. La denominación de “disidencia”, por otro lado, pareciera poner el acento en el cuestionamiento a la totalidad del régimen, lo que no ocurría.

Sin embargo, así eran tratados por los gobiernos del socialismo real. Eran despedidos de sus trabajos, debiendo abandonar sus cátedras y mudarse a otros barrios, se prohibían sus escritos, se les impidió moverse por el territorio del país y sus hijos y
familiares padecieron la persecución y el ostracismo. Filósofos, matemáticos, médicos, físicos, historiadores y escritores debieron trabajar en las minas, manejando tranvías, limpiando vidrios o cavando fosas en los cementerios, por el simple hecho
de exigir que se respetara la libertad de expresión y de conciencia, garantizada de acuerdo a la legislación vigente en Checoslovaquia.

Lejos, muy lejos de acobardarse o resignarse, los disidentes desarrollaron una activa vida intelectual que les preparó el camino para la transición, muchos años después. Celebraban reuniones en sus hogares en los que debatían las cuestiones de política del momento, elaboraban sus documentos y peticiones, así como también discutían sobre filosofía política, economía, política internacional y medio ambiente, en un ámbito de respeto por la diversidad de opiniones. Como habían sido expulsados
de las universidades y academias, crearon sus propias “universidades voladoras”, en la clandestinidad, en donde impartían clases libremente, desarrollando una educación
alternativa a la impuesta por el pensamiento único del marxismoleninismo.

Se llamaban “voladoras” porque debían ir cambiando sus lugares de enseñanza, ante las detenciones de la policía y los organismos de seguridad. Esta red de la disidencia, que además se alimentaba intelectualmente con la difusión de los samizdat –que se multiplicaban con el tecleo de las máquinas de escribir y el papel carbónico-, posibilitó la discusión y la reflexión sobre el acontecer en su país y el bloque comunista, así como los caminos que debían seguir para lograr el respeto a las libertades fundamentales, que les estaba vedado.

Václav Benda, matemático de fuertes convicciones católicas y uno de los signatarios de la Carta 77, al observar que las peticiones y las demostraciones por las libertades individuales no cambiaban la naturaleza del régimen imperante, desarrolló su propuesta de la “polis paralela”, en la que la incipiente sociedad civil de la disidencia habría de crear instituciones paralelas al sistema existente6.

El dramaturgo y ensayista Václav Havel, cuyo prestigio como escritor había trascendido las fronteras y había pasado la cortina de hierro, llamaba a la “vida en la verdad” –tomando un concepto desarrollado por Jan Patočka-7, como opuesta a la “vida en la mentira” en la que se simulaba creer en las proclamas del partido comunista, de la solidaridad de la URSS y en el marxismo-leninismo8. Esta postura de “vivir en la verdad”, fue criticada por algunos disidentes. Emanuel Mandler y Bohumil Doležal, por ejemplo, denominaban a esta actitud como “radicalismo moral”, que aislaba a los miembros de la disidencia del resto de la sociedad, que no estaba dispuesta a perder el empleo, el auto, las vacaciones en Bulgaria y la educación universitaria de los hijos.

La implosión de 1989
Ante una Unión Soviética que se replegaba de su política exterior expansionista por escasez de recursos en los años ochenta, tras intensas huelgas del sindicato Solidaridad durante 1988 en Polonia, el partido comunista se avino a negociar con
el sindicato y concedió elecciones para renovar el 35% del parlamento y la votación de la totalidad del Senado.

Sorpresivamente, el 4 de junio de 19899 Solidaridad ganó todas las bancas del Parlamento, y 99 de los 100 escaños del Senado. Esto precipitó la caída de los regímenes comunistas en Hungría, Alemania oriental, Bulgaria, Checoslovaquia y Rumania.

Un elemento clave para estas transiciones fue la decisión soviética de no intervenir militarmente, dada la presencia de tropas y tanques soviéticos en algunos de estos países. Si bien algunos líderes occidentales –como George H. Bush y François Mitterrand- eran escépticos en cuanto a las transiciones en Europa oriental, los movimientos disidentes supieron transformarse rápidamente en alternativa frente a los partidos comunistas en Hungría, Polonia, Checoslovaquia y Alemania oriental. No fue lo que aconteció en Bulgaria, Rumania y Albania, en donde las transiciones fueron conducidas por miembros del partido comunista “conversos” en socialistas, socialdemócratas o incluso en versiones nacionalistas, manteniendo su predominio en la economía, la seguridad, los medios y las Fuerzas Armadas.

En la parte checa de Checoslovaquia, los estudiantes universitarios, artistas y miembros de la Carta 77, junto a otras agrupaciones disidentes, formaron el Foro Cívico para4 demandar por la investigación de la represión ocurrida el 17 de noviembre de 1989 contra una manifestación estudiantil. En Bratislava surge Opinión Pública Contra la Violencia, de características similares al Foro Cívico que nació en Praga.

En las transiciones que aquí denominamos de terciopelo10, las fuerzas que aglutinaron a la oposición celebraron “mesas redondas” con el régimen en retirada. En Polonia, durante un tiempo convivieron el parlamento y el Senado electos en junio de 1989 con el presidente General Wojciech Jaruzelski. El 10 diciembre de 1989, Václav Havel asumió como presidente de la República Socialista Checoslovaca, electo por un parlamento compuesto por comunistas y algunos partidos títeres. En pocos
meses de transición, hasta las elecciones generales de mediados de 1990, se les revocó el mandato a algunos diputados comunistas para darles escaños al Foro Cívico y a Opinión Pública Contra la Violencia.

Solidaridad, El Foro Cívico y Opinión Pública Contra la Violencia actuaron de modo pacífico y llamaron a toda la ciudadanía no comunista a formar parte de su movimiento.

Tuvieron una gran diversidad política, religiosa y étnica, ya que su primer objetivo era lograr elecciones pacíficas y pluralistas, con el objetivo de que sus países llegaran a ser
democracias y estados de Derecho como los de Europa occidental11. Sabía que este carácter de movimiento amplio y heterogéneo era una circunstancia excepcional, pero debían enfrentarse electoralmente a un partido poderoso y disciplinado, que aún mantenía las riendas del poder en las empresas, las fábricas, los medios de comunicación, las universidades, la policía, las Fuerzas Armadas y tenía el manejo indiscriminado de los archivos personales. No obstante, cuando se formaron los gabinetes de unidad nacional, mantuvieron a los miembros comunistas que se destacaban por su capacidad técnica –los que luego abandonaron su afiliación al PC-.

Estos movimientos de oposición democrática que legítimamente aspiraban a triunfar en las elecciones libres, supieron ganar la confianza de una ciudadanía que por primera vez asomaba con gran ingenuidad ante los beneficios de la libertad. Sumaron a su seno a economistas de prestigio académico, así como a los intelectuales disidentes que habían emigrado a Europa occidental, Estados Unidos y Canadá. Sus mensajes no fueron de revancha, sino de entusiasmo y confianza en el futuro.

Lecciones para una transición de terciopelo en Cuba.

Si bien las circunstancias históricas son irrepetibles, los ejemplos de Polonia, República Checa y Eslovaquia arrojan algunas lecciones para una transición pacífica y negociada en Cuba, a saber:
- Respetar y fomentar el pluralismo de ideas, la diversidad religiosa y étnica en los movimientos disidentes, ya que estos son la única escuela política de democracia que existen ahora. Debe fortalecerse la confianza de los miembros de
estas “sociedades de resistencia”12.
- Promover la discusión franca e inteligente desde diferentes puntos de vista, a fin de arribar a consensos fundamentales para llevar adelante la transición. Los samizdat son una fuente valiosa de información y reflexión.
- Convocar a personas de talento y prestigio, para que puedan aportar sus conocimientos y visiones para el desarrollo de un gobierno democrático y respetuoso del derecho.
- Formar un movimiento amplio que reúna a todas las corrientes del pensamiento democrático a fin de enfrentar electoralmente al Partido Comunista cuando se celebren las primeras elecciones libres. La plataforma debe hacerse sobre un consenso en torno a la nueva Constitución, al restablecimiento de las libertades y garantías, y a la apertura ante el mundo.
- Respetar a los miembros del Partido Comunista que se destaquen por su idoneidad profesional, técnica y científica. Deberán ser juzgados sólo los miembros del PC y de los organismos de seguridad que hayan cometido crímenes comprobables, de acuerdo con las garantías del debido proceso.
- La transición debe darse lentamente, sin transformaciones traumáticas que desalienten o que provoquen la aparición de movimientos demagógicos y populistas. Se debe desmonopolizar la propiedad, el poder, la economía, los sindicatos, las empresas, las universidades y la educación sin espíritu de revancha.

Notas:
1 LÉVESQUE, Jacques, The enigma of 1989. The USSR and the Liberation of Eastern Europe. University of California Press, 1997, Berkeley.
2 Si bien en 1919 se crea la República Checoslovaca, checos y eslovacos son dos naciones diferentes en su historia, con distintos grados de desarrollo cultural, industrial y político. Estas diferencias se potenciarán entre 1990 y 1992, llevando al “divorcio de terciopelo” de enero de 1993, en el que finalmente se separaron pacíficamente. Aún durante los decenios del socialismo real, era muy distinto el surgimiento de la disidencia en la República Checa en comparación con la de Eslovaquia.
3 Charta 77. Ústav pro Soudobé Dějíny (USD), 1990, Praga, pp. 9-13.
4 BEREND, Ivan, Central and Eastern Europe 1944-1993. Cambridge, 1996, pp. 257-258.
5 VANĚK, Miroslav, “O některých problémech ekologického hnutí v českých zemích před rokem 1989”, en Soudobé Dějíny 1, 1995. Ústav pro Soudobé Dějíny (USD), 1995, Praga.
6 BENDA, Václav, Paralelní polis. En Charta 77, op. cit.
7 PATOČKA, Jan, Péče o duši. Oikúmené, 1999, Praga, Tomo II. Tb. TUCKER, Aviezer, Fenomenologie a Politika. Votobia, 1997, Olomouc. El pensamiento de Havel tenía grandes influencias de los filósofos Patočka, Edmund Husserl y Martin Heidegger.
8 HAVEL, Václav, Moc bezmocných. En O lidskou identitu. Rozmluvy, 1990, Praga.
9 El mismo día, en Beijing se producía la masacre de Tiananmen.
10 En rigor, esta denominación históricamente es la de la transición en la ex Checoslovaquia.
11 KUNC, Jiří, Stranické systémy v re/konstrukci. Slon, 2000, Praga, pp. 190-200.
12 Sugiero la utilización de este término, que era utilizado por anarquistas y socialistas a principios del siglo XX en varios países de América latina.

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