Fogones Apagados
Reinaldo Cosano Alén, Sindical Press
LA HABANA, Cuba, mayo (www.cubanet.org) - La afirmación de Raúl Castro el 4 de abril en la clausura del congreso de la Unión de Jóvenes Comunistas: ''La batalla económica constituye hoy más que nunca la tarea principal'', y el anuncio de que las empresas deben eliminar hasta un millón de puestos de trabajo, de un total aproximadamente de tres millones, no sólo resulta impactante, sino que pone en entredicho el andamiaje productivo laboral y propagandístico del régimen.
¿Qué harán con tantos brazos caídos en plena capacidad laboral, y tantos estómagos dependientes de esos brazos? Un millón al que se suman cientos de miles de empleados cesanteados hace unos meses, sin subsidio. La situación se inserta en la peor crisis interna, y la batalla económica se enfoca en la agricultura, la industria y el turismo.
Sin embargo, no puede haber agricultura que satisfaga las necesidades de alimentación, y ni soñar con exportar si, como reconoce el diario Granma, para cultivar la tierra muchos dueños de fincas en usufructo deben acudir a familiares y amigos para surcar, sembrar y desmontar el marabú, pues carecen de los utensilios necesarios. Incluso en el sector estatal se hace sentir la escasez de carretas y máquinas cultivadoras, que son las necesidades más perentorias.
¿Cómo se van a rediseñar industrias con setenta, sesenta, cuarenta años de explotación? ¿Turismo extranjero en momentos de la peor crisis mundial?
Hay plantillas infladas, trabajadores que permanecen en sus puestos haciendo malabares para que el salario les alcance al menos la primera quincena. La batalla económica no tiene base logística.
Por otro lado, por los entresijos del mutismo oficial escapan los escándalos de corrupción que sacuden las estructuras de poder. Fidel Castro había dicho: ''O la revolución acaba con la corrupción, o la corrupción acaba con la revolución''.
Hay quienes piensan que la corrupción es la respuesta lógica a los controles del gobierno, que se opone sañudamente al libre mercado. La paradoja está en el capitalismo encubierto que sale a flote de entre la hojarasca socialista. Se imponen cambios estructurales, lo dijo Raúl Castro, aunque sin tocar los cimientos.
Vale recordar la expresión popular que hizo época durante las dictaduras de Gerardo Machado y Fulgencio Batista: ''Las revoluciones nacen de los fogones apagados''.
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