martes, 4 de mayo de 2010

El Desfile de los Privilegiados

Lucas Garve, Fundación por la Libertad de Expresión

LA HABANA, Cuba, mayo (www.cubanet.org) - El ritual del desfile de los trabajadores se cumplió otra vez. La Avenida Paseo sirvió para que la jerarquía cubana se retroalimentara y posara ante las cámaras de los medios de comunicación nacionales e internacionales.

Recuerdo los desfiles de los años sesenta, cuando participaban trabajadores pertenecientes a los diferentes sectores productivos y administrativos del país. Todos eran iguales de humildes que el resto de la población. Ninguno aparecía con cámaras sofisticadas, como turistas en un país extranjero.

Nuevamente, los carteles de todo tipo repitieron las consignas dictadas por la propaganda oficial para beneficio de la claque que, en las tribunas, aplaudía ante el paso de amanuenses, halalevas, lamebotas e hipócritas de otras denominaciones. Su lealtad se debe a que saben que si no participan en el carnaval político, no cobran el mísero salario en moneda convertible, que les permite sentirse superiores a la mayoría trabajadora.

Por la Plaza desfilaron los trabajadores de las empresas y sociedades mixtas y de las corporaciones estatales pertenecientes al escalón laboral superior, los que tienen que defender el privilegio de viajar a veces al extranjero en misiones de gobierno, y adquirir algunas cosas lo que les permitan mejorar sus condiciones de vida y su estatus social.

En la Avenida Paseo estuvieron los que manejan los últimos carros importados de China. También, los pocos que sueñan todavía con el espejismo de la revolución, y creen que viven en el país más democrático del mundo, aunque no puedan viajar al extranjero sin permiso de las autoridades, ni escoger la casa donde viven sin enfrentarse a los atormentantes requisitos del Instituto de la Vivienda. Estuvieron los que roban desde una resma de papel hasta gasolina, para revender y sobrevivir, mientras claman por la libertad de los cinco espías presos en Estados Unidos.

Desfilaron los que, debido a su juventud, no saben distinguir entre la mentira y la verdad, pues no han conocido algo que las diferencie y porque, de tanto repetir las mentiras, terminaron por confundirlo todo. Pobres jóvenes, impregnados de la jerga política impuesta por la maquinaria propagandística, que desconocen por completo la verdadera historia de nuestra República.

El discurso es el mismo, vacío de significado, incluso para aquellos que pregonan su fidelidad al régimen en su afán por escalar alguna posición que les permita sacar algún partido de la corrupción general. Desfilaron, en fin, muchos de los privilegiados de nuestra Involución.

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