La Guerra que Estamos Ganando
René Gómez Manzano
LA HABANA, Cuba, 30 de abril, www.cubanet.org -En estos días, la propaganda castrista compele sin descanso a los ciudadanos para que acudan a los desfiles del primero de mayo. Entre uno y otro programa de televisión se repite constantemente un promo dirigido a ese fin.
El argumento central de la campaña radica en una frase: Frente a la injerencia extranjera, unidad. Desde luego, por esto último se entiende el sometimiento incondicional de todos a la misma dirigencia que ha metido a nuestra Patria en el hoyo en que hoy se encuentra.
Vale la pena contrastar esa consigna con otra parecida de la Cuba de ayer, que pronunció el prócer mambí Manuel Sanguily en los primeros años del Siglo XX: Frente a la injerencia extraña, la virtud doméstica.
Vale decir: que, según el insigne patriota, lo fundamental, ante los intentos foráneos por inmiscuirse en los asuntos internos de nuestro país, debe ser la coherencia del desempeño cubano, la pureza de la actuación desplegada.
Porque, ¿de qué unidad hablan los personeros del régimen? Esa es una pregunta que resulta conveniente y necesario que nos hagamos. ¿Unidad de quiénes y para qué? ¿Unidad entre las dignas Damas de Blanco y la turba envilecida que movilizó la policía política para atropellarlas!
Los partidarios suyos que aglomeró el régimen para retener y acosar este pasado domingo —¡durante siete horas!— a las valerosas esposas y madres de nuestros presos de conciencia, constituyen una carta de presentación realmente fidedigna de lo que es y lo que representa el castrismo.
Esos mozalbetes que gritaban palabrotas a señoras con edad para ser sus madres, esas hembras desaforadas que apretujaban a las damas y hacían los más asquerosos comentarios de carácter explícitamente sexual, esos policías políticos que sonreían ante esas muestras de desenfrenada desfachatez, son el vivo retrato del comunismo.
Dice un refrán bien conocido: El panadero hace el pan con la harina que le dan. En este caso, si el personal humano con que cuenta el régimen de La Habana para enfrentar a esas honorables mujeres es de esa calaña, ello describe, con más elocuencia que mil palabras, cuál es la verdadera esencia del gobierno de los Castro y cuáles son sus perspectivas reales de triunfo.
Ahí está la raíz de lo que los alabarderos del régimen, con exageración infinita, llaman “campaña mediática”. Cualquiera diría que, en su delirio, no conciben que las personas honestas de todo el mundo civilizado se indignen ante los burdos ataques que perpetran contra los más elementales principios de la decencia humana.
También les parece una enormidad que los hombres y mujeres de buena voluntad sientan admiración —y lo manifiesten— por luchadores pacíficos que demuestran no estar dispuestos a matar por sus ideales, pero sí a morir por ellos. Como Orlando Zapata antes, y como el Coco Fariñas y Félix Bonne ahora.
Si esa es la índole de la Batalla de Ideas que está librando en estos momentos el régimen, entonces los demócratas cubanos podemos exclamar con absoluta certeza: ¡Estamos ganando no sólo esta batalla: Estamos ganando la guerra!
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