domingo, 21 de marzo de 2010

Claudia Cadelo Sobre Las Damas de Blanco

Esta calle es de las Damas de Blanco


Fue el último día de academia blogger, pero el quinto de marcha de las Damas de Blanco. Al final de la clase Juan Juan Almeida, Yoani Sánchez, Laritza Diversent, Joysi García, Silvio Benítez, Ciro Díaz y yo decidimos acompañarlas.

Llegamos a la iglesia una hora antes. Desde la esquina ya podían reconocerse las caras de aquellos que nos han vigilado o agredido; Yoani vio a una de las muchachas que la golpeó al día siguiente de la muerte de Orlando Zapata Tamayo. Poner un pie en la casa de Dios fue un alivio, sabemos que lo militares tienen pocos límites en este país, y la tierra santa es uno de ellos.

Dentro todo era paz, sin embargo se colaba desde la calle el barullo de los nacidos sin piedad, llamados a través de los sindicatos de sus centros de trabajo para reprimir. Las Damas llegaron precedidas de gritos “¡Viva Fidel!”, y nos agrupamos en la puerta curiosos, segurosos, fieles, periodistas y solidarios.

Cuando dieron los primeros pasos dentro del recinto con sus gladiolos, sus magulladuras -algunas con yesos en los brazos- y su infinita entereza, los de la calle se esfumaron y a mi alrededor la gente comenzó a murmurar “Bienvenidas a la casa de Dios”. No soy devota, pero juro que ése fue el primer instante sagrado de la tarde, y no fue el último.

Los sin rostro se colaron, para ellos los soplos del espíritu parecen no existir. Incluso indisciplinaron bastante en los laterales, a pesar de la advertencia del padre al inicio de la Misa.

Tratar de describir los siguientes minutos me es imposible, terminé secándome los ojos mientras abrazaba a las mujeres delante y detrás de mí, besaba a mis amigos al lado mío y olvidaba que a unos metros de mí el odio aguardaba atacar la procesión.

No sé si fue el efecto de haberse metido en la iglesia o si simplemente las órdenes habían sido otras, pero el mitin de repudio que nos esperaba no se comparaba a los otros que yo he vivido: gritos a media voz, miradas pegadas al suelo, consignas racistas que no creí podrían salir de las gargantas de esos que dicen representar al Partido Comunista…porque entonces el Partido de la Revolución es muy, pero muy racista.

Caminar por las calles de Centro Habana de la mano de las Damas de Blanco ha sido un honor inefable. Como íbamos vestidos de cualquier color varias veces trataron de sacarnos del grupo pero ellas se pasaban la voz: aguanten a los bloggers, hay que protegerlos.

Nadie me soltó la mano, nadie se atrevió a tocarlas, y el pueblo -el verdadero pueblo- desde los balcones y las aceras miraba con orgullo a esas mujeres que cargan sobre sus hombros la moral de todos los cubanos.

Nota: Hoy he ido a casa de Laura Pollán a verlas, caminaron 11 kilómetros en su sexto día.


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