lunes, 15 de marzo de 2010

El Escritor Cubano Félix Luis Viera Recuerda al Padre de Guillermo Fariñas

Guillermito


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Foto: Delio Regueral

A mediados de 1973, no por los azares de la vida, sino por un conjuro del orden establecido en mi país, debí trabajar, si bien en el área administrativa, en una empresa industrial. Antes, había rebotado de un sitio a otro del sector cultural, sin éxito; de todos me despedían aduciendo razones fabulosas. Hasta que alguien, bajo riesgo, confiando en mí, me dijo: no busques más por ahí, sé de buena fuente que tienes que trabajar en el sector industrial "un rato". Así, en la empresa a la que fui a dar, conocí a Guillermo Fariñas Key, administrador de uno de los talleres, con los cuales yo, por el puesto (o puestecito) que ocupaba debía relacionarme. De todos los administradores y obreros de "abajo" que conocí, fue con Fariñas Key con quien mejor me llevé, al extremo que, después que dejé aquella empresa y luego de que él se jubilara, siempre teníamos contacto de una manera u otra.

Cuando conocí a Fariñas Key, en los años ya apuntados, yo era un joven y su hijo, Guillermito, todavía un niño. Fariñas Key, o el "negro Fariñas", como cariñosamente lo aludíamos, era, para definirlo sólo con dos palabras: un hombre bueno. Alto, levemente encorvado, intensamente negra su piel, jamás levantaba la voz ni siquiera para replicar; lo recuerdo en invierno con una camisa de corduroy azul oscuro. No pocas veces fui al taller que administraba –donde en algunas ocasiones me encontré, de pasada, con Guillermito–, y allí se podía apreciar la armonía que el zapatero Fariñas Key mantenía con los obreros a su cargo. Él no mandaba a sus hombres, más bien les pedía con suma delicadeza que realizaran la tarea que fuere.

Igual armonía se podía constatar en su casa, en la calle Villuendas, pasando el llamado Parque de la Audiencia. Ya jubilado, el "negro Fariñas" se dedicaba a hacer lo que sabía: salvar zapatos del apocalipsis, algo que se agradecía sobremanera si nos ubicamos en una Cuba donde un par de zapatos nuevos podría no llegar a las manos nunca.

Un pasillo corría a lo largo de la casa, humilde, y al final, en lo que quizás vendría a ser el comedor, tenía el zapatero sus útiles. Cerca de la mesita de trabajo, si era de tarde, había un vasito con alcohol de 90 grados. Él me brindaba, yo a veces me daba un sorbo. Él, cuando tenía alcohol, sólo bebía par de vasitos en la tarde, "para entonar". Cuando yo llegaba a la entrada del pasillo gritaba su apellido y él me respondía: "Entra, Luis (así me llamaban en aquella empresa donde nos habíamos conocido, y donde omití el Félix en un lírico y unipersonal acto de rebelión)", siempre con un tono quedo, aunque hablase en voz alta.

La esposa, una mujer dulce hasta la médula, menos negra de piel que Fariñas Key, alguna vez le reprochó entre risas dirigiéndose a mí: "Seguro que te dijo que hoy es su cumpleaños y por eso tiene el alcoholito... Bueno, todas las tardes en que tiene alcohol es su cumpleaños". Yo echaba una conversación más o menos larga con el zapatero, dependía de cómo estuviéramos de tiempo. Nos preguntábamos por la familia, y Guillermito estaba "en la escuela" o "estudiando". Finalmente le explicaba cuál era el mal de los zapatos que le llevaba, y siempre había una respuesta esperanzadora: se podían salvar, cómo no. Me iba con ese dulzor que sentimos cuando hemos dialogado de tú a tú con la nobleza.

Ya en México, hace aproximadamente siete años, un ex compañero (aquí sí cabe esta palabra) de aquella empresa, con el cual también seguí en contacto y que había viajado desde Santa Clara hasta acá invitado por alguien, me localizó por teléfono y, entre otros temas, tocó uno triste: Guillermo Fariñas Key había muerto. "Yo quería a ese negro", dije y se me aguaron los ojos. ¿Y Guillermito? "Bueno, anda metido en la disidencia... ¡Y allá en Santa Clara!... figúrate, donde todo es tan difícil", me respondió.

Entonces, digo, se me aguaron los ojos por "el negro" Guillermo Fariñas Key. Hoy, la historia se repite, por su hijo.


Félix Luis Viera.
Poeta, cuentista y novelista, nació en Santa Clara, Cuba, el 19 de agosto de 1945. Ha publicado los poemarios: Una melodía sin ton ni son bajo la lluvia (Premio David de Poesía de la Uneac*, 1976, Ediciones Unión, Cuba), Prefiero los que cantan (1988, Ediciones Unión, Cuba), Cada día muero 24 horas (1990, Editorial Letras Cubanas), Y me han dolido los cuchillos (1991, Editorial Capiro, Cuba), Poemas de amor y de olvido (1994, Editorial Capiro, Cuba) y La que se fue (2008, Red de los Poetas salvajes, México); los libros de cuento: Las llamas en el cielo (1983, Ediciones Unión, Cuba), En el nombre del hijo (Premio de la Crítica 1983. Editorial Letras Cubanas. Reedición 1986. ) y Precio del amor (1990, Editorial Letras Cubanas); las novelas Con tu vestido blanco (Premio Nacional de Novela de la UNEAC 1987 y Premio de la Crítica 1988. Ediciones Unión, Cuba), Serás comunista, pero te quiero (1995, Ediciones Unión, Cuba), Un ciervo herido (Editorial Plaza Mayor, Puerto Rico, 2003) y la novela corta Inglaterra Hernández (Ediciones Universidad Veracruzana, 1997. Reediciones 2002, 2006 y 2008, Edizoni Il Flogio, Italia.) El Premio de la Crítica es el mayor reconocimiento que recibe un libro en Cuba.

Su libro de cuentos Las llamas en el cielo es considerado un clásico del género en su país. Varias de sus creaciones han sido traducidas a distintos idiomas y forman parte de diversas antologías publicadas en Cuba y en el extranjero. En su país natal recibió diversas distinciones por su labor en favor de la cultura. Fue director de la revista Signos, de proyección internacional y dedicada a las tradiciones de la cultura. Su más reciente novela, Un ciervo herido –que aborda el tema de las Umap,eufemísticamente llamadas Unidades Militares de Ayuda a la Producción y, en realidad, campos de trabajos forzados establecidos en Cuba en la década de 1960–, ha recibido un notable reconocimiento de la crítica y de los lectores y ha circulado en España, Puerto Rico, México y otros países; durante cinco meses estuvo entre los libros más vendidos en Miami y ha sido traducida al italiano por la editorial L´Ancora del Mediterráneo. En Italia ha sido objeto de un notable reconocimiento de la crítica especializada, así como de los lectores. Tiene inédita su novela El corazón del rey, que refleja los primeros pasos de la instauración del socialismo en Cuba, en la década de 1960, y actualmente trabaja en el poemario La patria es una naranja, inspirado en la añoranza de su tierra natal y en sus vivencias en México, donde radica desde 1995. En México ha colaborado en diversos periódicos con artículos de crítica literaria y de contenido cultural en general, ha impartido talleres literarios y conferencias, y asimismo se ha desempeñado como asesor de variadas publicaciones periódicas. Actualmente es ciudadano mexicano.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Hemos aprendido a descifrar el lenguaje ofensivo de la Tiranía, donde dicen delincuente debe leerse disidente, si dice mercenario es contra ellos.el padre un hombre de pueblo y su hijo un valiente