POR CARMEN MUÑOZ/ABC.ES
MADRID. Conseguida la nacionalidad y una vez tenga el pasaporte español en la mano, la única condición que esta presa política, en una especie de libertad condicional, pone para viajar a España a recibir tratamiento médico es poder regresar a su país. Con esa baza juega el régimen comunista: si los disidentes se marchan es para no volver. Aunque Roque cree que en su caso no va a autorizar siquiera una «salida definitiva». «¿Para qué voy a echar al cesto los 500 euros que cuestan los trámites para salir?, se pregunta. En conversación telefónica desde La Habana, añade: «Yo no me voy para siempre. De Cuba se tienen que ir los hermanos Castro, que son los dictadores, no yo que estoy buscando la libertad y la democracia».
De padre de Gáldar (Gran Canaria) y madre de La Gomera, Martha Beatriz Roque Cabello recibió la semana pasada la llamada del Consulado de España para que fuera a recoger la documentación en la que consta su inscripción en el registro civil. «Ya puedo votar en las elecciones y pagar impuestos en España», explica satisfecha. Sólo falta que aquí le hagan el pasaporte.
Sus dolencias
A la directora del Instituto Cubano de Economistas Independientes, nacida en La Habana en 1945, «no le consta» que el gobierno español haya mediado para que las autoridades cubanas le permitan salir del país a recibir tratamiento médico en España, donde vive parte de su familia. «Quizá cuando tenga el pasaporte el gobierno de Rodríguez Zapatero haga alguna gestión...», deja caer.
Mientras tanto, necesita tratamiento urgente para sus problemas neurológicos, cardiacos, diabetes e hipertensión, producidos y agravados durante dos estancias en prisión. La primera entre 1997 y 2000, cuando fue acusada de «sedición pacífica» tras publicar con otros disidentes el conocido documento «La patria es de todos», en el que respondían al llamamiento del régimen de los Castro en el último Congreso del Partido Comunista.
Durante esa etapa, para no «contaminar» a las demás presas de la cárcel de Manto Negro -a las afueras de La Habana-, que «me consideraban una persona decente, con ideas e inteligente», las autoridades la «aislaron» en un cuarto de una «casa de contactos» del Ministerio del Interior. «Es una vivienda donde los funcionarios tienen sus reuniones y entrevistas», matiza. El día de la visita, a sus familiares «les obligaban a agacharse en el vehículo oficial en el que les llevaban a verme para que no supieran donde quedaba la casa». Un ejemplo para Roque de que la tortura psíquica no la sufren sólo los presos políticos sino también sus familias. La «mercenaria», como la califica el régimen, recibió además «golpes de todos los colores».
Después de su nueva detención el 18 de marzo de 2003 -la única mujer condenada del Grupo de los 75-, fue excarcelada año y medio después con licencia extrapenal por razones de salud. Fundadora de la Asamblea para Promover la Sociedad Civil, la economista ahora participa en la Red Cubana de Comunicadores Comunitarios, un grupo que con tesón denuncia desde la supervivencia diaria de los cubanos hasta la reciente y extraña muerte del recluta Dayron Carbon
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