El Hombre no se Puede Enjaular
Leonel Alberto Pérez Belette
LA HABANA, Cuba, abril (www.cubanet.org) - Los totalitarismos se visten de colores populistas, pero terminan por convertirse en la cárcel de la libertad. Es posible que Raúl Castro haya clausurado la puerta y sepultado en la misma tumba a la Unión de Jóvenes Comunistas, a su Partido y a la posibilidad de implantar una sociedad más justa para el siglo XXI.
El deterioro de la economía y la lentitud de los cambios son los principales indicadores del hundimiento de un sistema que genera la corrupción que lo carcome. El régimen se mantiene aún a flote por la fuerza de sus aparatos represivos y la habilidad de adherirse a la economía chavista y de otros estados interesados en mantener a la Isla como cabeza de lanza de sus intereses de política exterior.
Raúl, durante el IX congreso de la UJC, centró su discurso en frases trilladas: “La batalla económica constituye hoy, más que nunca, la tarea principal del trabajo ideológico de los cuadros”. Nada nuevo bajo el sol de los Castro; llevan medio siglo con la misma cantaleta, sin comprender que han de renovarse ellos mismos y ceder espacio a nuevas ideas.
Contrario a lo que opinan Fidel y su hermano, sí se puede aprender a nadar en pantanos, o construir implementos para caminar sobre el mar. Todo es probable. Lo que resulta improbable es que alguien lo logre si está atado. A los seres humanos no se les puede enjaular en una ideología impuesta a la fuerza; hacerlo anula su capacidad de creación. Quienes buscan dirigentes, obtienen clones degradados. Adulones sin criterio que agachan la cabeza para aprobar lo dispuesto.
Como en la era soviética, la batalla económica continúa invocándose en la Isla, bajo la bandera del absolutismo marxista y el mercado cautivo.
Este año la industria azucarera aún no ha superado la producción de un millón de toneladas, y ya no hay caña en los campos. Otros productos agrícolas e industriales escasean. La esfera de los servicios se ha deteriorado a la par que los inmuebles. Los burócratas proliferan más rápido que el marabú. Tal vez el mayor signo de enclaustramiento del régimen es que los comisarios políticos, en vez de rebatir ideas, intentan desacreditar a quienes se les oponen.
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