miércoles, 21 de abril de 2010

Zoé Valdés Sobre Evo Morales en EcoDiario.es

Evo Inmorales y la imbecilidad transgénica

Zoé Valdés

Dijo Evo “Inmorales”, señor presidente de Bolivia, elegido por unos cuantos millones de boludos, digo, de bolivianos, que la homosexualidad y la calvicie europea es consecuencia de los alimentos transgénicos, notoriamente los pollos engordados con hormonas femeninas. Esto se lo dice a su pueblo, que lo votaron para que los salvara del hambre y la miseria, y él los han hundido aún más en ellas; se lo dice a un pueblo que probablemente no haya visto un pollo desde que él salió presidente, es la razón por la que ataca a los pollos gordos con menstruación, para que nadie los extrañe, ni los anhele.

Evo Inmorales, por otra parte, es un señor con una cabellera abundante, tan abundante que yo imagino que las raíces de sus pelos le entran y le salen del cerebro cual gusanillos de infortunio, y de allí emergen estupefactos (de estupefacientes), de tanta coca que hay almacenada en el cerebro de Evo.

¿Cómo se puede elegir a un presidente que se llame Evo, tú? Pienso de paso.

Las neuronas de Evo, caca y coca, no dan más que para ese tipo de discurso, en el que se atreve a afirmar que acabará con el capitalismo y con los pollos drag queens, y eso que no se ha enterado de que el maíz va por el mismo camino.

Lo de lo homosexualidad lo soltó mientras tenía al lado a la BorraChina en Jefe, la Castro II, que lo miraba de reojo como diciéndose: “¡Qué bugarrón tan bruto ha salido este pendejo indio que no sabe ni hablar su idioma! Aparte de racista, para colmo, sexista.”

De manera que así estamos. Esta es la representación más genuina de lo que hoy deberíamos llamar América Letrina: Dictadores y subnormales como éstos; sin contar a La Mamboleta, la Cretinita Kirchner (apellido de marca de cocina, que se ha hecho ultramegasupermillonaria), y que ayer mientras espantaba uno de los discursos más demagogos del mundo, junto a la BorraChina en Jefe, no paraba de menear la melena de un lado a otro, de tanto menear la cabeza, la silicona de las tetas se le subió a un ojo.

¡Puaf!

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