Jaime Ortega: El cardenal Indigno
Por: Iliana Curra
Todavía recuerdo aquel 8 de septiembre de 1993 cuando la Iglesia Católica Cubana sacó a la luz la Carta Pastoral, "El amor todo lo espera" que, aún manifestándose en contra del embargo comercial norteamericano y otros detalles, logró hacer un análisis bastante profundo de la situación socio-política en la isla.
Las dificultades de tipo económicas, el deterioro del clima moral con el incremento de la delincuencia, robos, asaltos, prostitución galopante, y una violencia desproporcionada era, en ese momento, la manifestación de una agresividad reprimida que genera inseguridad, decía en esencia el documento episcopal. Pero es que, nada ha cambiado desde ese año. O más bien sí: ha empeorado realmente.
Mencionar en aquel momento la violencia irracional en la población, los altos índices de alcoholismo, así como la depresión y evasión de la realidad (drogas) en una sociedad desesperanzada sin cambios inminentes, era todo un reto para una institución que había sido sometida y ultrajada por años por un régimen totalitario que negaba la fe católica a un pueblo que tuvo que esconderla para sobrevivir. Para nosotros era como el despertar de algo, más allá de una oposición interna que ya hacía tiempo daba signos de rebelión en un nuevo estilo, pacífico, pero sin miedo.
¿Qué ha estado pasando con la alta jerarquía de la Iglesia Católica cubana? Sabemos cómo funciona la inteligencia castrista y hasta dónde mete sus narices, no quedando exenta la Iglesia. Las presiones a que son sometidos los párrocos, pues no pocas veces tuvimos que enfrentar, con mucho pesar, que un Padre se negara a orar una misa por los presos políticos, previa visita de un oficial de la Seguridad del Estado a su parroquia. Sienten el mismo miedo.
El Cardenal Jaime Ortega y Alamino ha sabido sobrevivir en un sistema ateo, quedando siempre bien con la cúpula del régimen. Ha dado hasta una misa por la salud del dictador, pero no a nombre de aquellos que han fusilado ante el paredón, los niños asesinados en el remolcador "13 de Marzo" o por opositores muertos en las cárceles.
Sus frases, casi exactas a las oficiales, demuestran su condición sumisa ante un régimen que todo lo controla. Habla de "campaña mediática", "bloqueo" de los Estados Unidos, "espacios para un diálogo", olvidando incluso, que es una injerencia en los asuntos internos de los Estados Unidos pedir el levantamiento de sanciones que éste país se arroga con todo su derecho.
¡Qué diferencia tan grande con aquella Carta Pastoral de 1993! ¿Qué pasó? Lo de siempre, el miedo inducido, el terror implantado hasta en una capilla. Para nadie es un secreto cuántos curas y monjas fueron desterrados de su patria, incluyendo la encarcelación de algunos de ellos, mientras que en el gobierno anterior le tiraban la sotana encima a aquellos que ponían bombas y asaltaban cuarteles.
¿Cuáles han sido las ventajas de la visita del Papa Juan Pablo II a Cuba? ¿Dónde están las escuelas católicas que prometieron al Sumo Pontífice en su momento? ¿Dónde la posibilidad real de una emisora radial o televisiva para la Iglesia cubana? Ya han pasado muchos años después de su arribo a La Habana y nada de lo prometido por ese régimen se ha cumplido, y el Cardenal ni lo menciona para no caer en desgracia.
Aquellos que esperen los cambios de Raúl Castro, ya sea la Iglesia, la disidencia complaciente o los infelices desesperanzados de un pueblo sometido, tendrán que reconocer algún día el error de haber esperado sentados porque una dictadura cambie en nombre del amor.
Son tiempos de definiciones y el Cardenal no es una excepción en momentos en que hay que dilucidar entre la verdad y el temor de vivir siempre en la mentira, en la simulación permanente, en los discursos sin sentido. Cuba ha entrado en una etapa final donde cada cual toma ya sus posiciones entre un lado y el otro y, al final, la historia juzgará en la tierra a aquellos que se alinean con la fuerza del poder y la injusticia. Dios, en el Cielo, se encargará de todo lo demás.
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