martes, 27 de abril de 2010

Haroldo, Dios nos Coja Confesados

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Pocas veces como esta he estado tan distante de las opiniones que mi amigo Haroldo Dilla, publicadas en el diario digital 7 días, lo que se me hace curioso porque suelo establecer fuertes diferencias con su visión acodada en reminiscencias de la Cuba que él vivió y en un maltrecho comunismo (o marxismo, no es cosa de términos) que él defiende a ultranzas.
Lo que sucede es que su “análisis” sobre el intercambio epistolar entre Silvio Rodríguez y Carlos Alberto Montaner, más allá de los epítetos repetidos y la manía de replicar los apelativos que se esgrimen contra Montaner, suerte de folclor de la tradición revolucionaria cubana, traducen una saña engorrosa y una posición irracional de aprovechar la oportunidad para pasar sus “mensajes clave”.
Me apena leerlo de Haroldo, en quien suelo buscar reflexiones inteligentes, esté o no de acuerdo con ellas, y no la rima oportuna de una guerra avisada.
Todo falla desde el comienzo, con aquello de “el político profesional Carlos Alberto Montaner y el trovador Silvio Rodríguez”, apuntando a una diferencia que no lo es porque, miembro del parlamento cubano, una institución puramente política, Silvio ha sido, al menos profesionalmente, más político que CAM.
Por otra parte, lo de “magros valores argumentales” destila una ironía fallida que Haroldo ha creído que con sólo adjetivarla así, basta para que sea jugosa.
Hay, por demás, una chapucería curiosa. Blandir el pluralismo justamente censurándolo es un desliz que crea dudas en su concepto de pluralidad y tolerancia. Dice Haroldo “la República democrática, justa y pluralista a que aspiramos” y que él coloca en la negación al diálogo simple y racional, más allá de las teorizaciones conceptuales de una “escuela política” que pesa en Haroldo como percepción de la totalidad.
¿Cree Haroldo que hay otra acepción de los 50 años de revolución cubana que no sea aceptando “la polarización del escenario nacional”? No creo que el escenario cubano pueda apartarse de un enfrentamiento meramente político y polarizado de origen. El error es aceptar tal realidad como un fallo y no como el único campo de enfrentamiento con el gobierno cubano, porque no existe otro, ni cultural, ni social y nada en Cuba está ajeno a la polarización más extrema. Por tanto, confío en que quienes pretendan un cambio en Cuba sólo lo hagan polarizando ese enfrentamiento político que es el único que pudiera allanar el tránsito frente a una posición extremadamente polarizada, política y metida en la psicología de la guerra fría.
¿Lo sabe Haroldo? Claro que lo sabe. Justamente su consonancia con los ataques folclóricos a CAM, llenos de epítetos discutibles y asumiendo su percepción sobre Montaner como la verdadera, no es más que la multiplicación de las posturas de un enfrentamiento político polarizado y digno de la guerra fría, lo que confirma su cita sobre el “estalinismo y el marcartismo” que el propio Haroldo asume con una ligereza desafortunada.
No me sorprende que Gramsci vuelva a aparecer en las reflexiones de Haroldo, quien, como el italiano, no acepta el descalabro del socialismo real y se empeña en desconocer que el socialismo no es compatible con el capitalismo avanzado y que ha terminado en una entelequia teorizante y racionalmente injusta. Por eso se equivoca al colocar el “mercado” diferente al “uso inteligente del mercado”, es un ejercicio de retruécano tan cercano a lo otro, es decir, negar la utilidad de la esencia contraponiéndola a la misma esencia adjetivada, que retóricamente se evidencia tanto como esa revisión del marxismo argumentando su valor original, que tanto le gusta defender a Haroldo cerrando los ojos a un siglo de historias traumáticas.
Resulta de una crueldad irreverente referirse al embargo de EEUU sobre Cuba diciendo que “No importa ahora cuánto ha influido o no este asunto en el curso de los acontecimientos” cuando es eso en realidad lo que importa y no cuestionarse a la ligera la política exterior del comercio que EEUU asumió sobre Cuba porque eso es un derecho de soberanía establecido y que ni Haroldo ni nadie, menos asumiendo la manipulación misma que asume el gobierno de Cuba, puede tratar de definir de un plumazo escondiendo las reales argumentaciones desde principios de 1960. Es un tema que Haroldo ha planteado con la misma ridiculez, ligereza e infantilismo con que Silvio Rodríguez lo hace en sus cartas.
De hecho, bloquear el comercio es tan intromisorio como desarrollarlo. La dependencia no está a expensas entonces de eso o deberíamos definir igual el resto de las naciones que comercian con EEUU. Es que la creación de la república legítima no está atada a tal argumento ajeno, y creerlo de tal modo es asumir como auténtica la dependencia. Por demás, citar el “plattismo” a estas alturas es una burla a la inteligencia ajena.
Al final, Haroldo alude a la famosa frase martiana “con todos y para el bien de todos”, con la que trata de ejemplificar precisamente lo que niega en los tres renglones anteriores. No, la Cuba necesaria es aquella donde CAM y SR puedan opinar y polemizar sin que Haroldo Dilla u otros como él, quieran cuestionarle ese derecho.

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