Mi Ebó
Tania Díaz Castro
LA HABANA, Cuba, abril (www.cubanet.org) - Hace un año, el periodista independiente Yosvany Anzardo entrevistó al representante del tradicionalismo religioso nigeriano en Cuba, el babalawo Víctor Betancourt, quien, según su propio testimonio, hace cuatro años sacrificó un caballo, un cocodrilo y una tortuga, todo dedicado a Olokum, misterioso dios yoruba de las profundidades, para hacerle un ebó -limpieza en nuestra lengua- a Fidel Castro, cuando se esperaba que iba a morir.
Desde entonces se ha especulado mucho sobre esa historia. Enemigos y amigos no lo creen, seguros de que el Comandante es un materialista nato que niega la existencia de toda divinidad. Otros, también enemigos y amigos, piensan que si le hicieron un ebó fue a sus espaldas, puesto que él lo hubiera rechazado.
Pero lo cierto es que el colega Yosvany -los periodistas independientes nos cuidamos mucho de no escribir falsedades o exageraciones, porque somos los más vulnerables- da por cierto que un grupo de babalawos del Consejo de Estado acudió al señor Betancourt para que intentara hacer algo, ya que se esperaba que el Comandante moriría de un momento a otro. En asuntos tan serios nadie mentiría.
Si analizamos el dichoso ebó (sacrificio) que se le hizo al dictador cubano, cabe suponer que no fue hecho a sus espaldas. Fidel Castro ama la vida. Le gusta vivir en su casa, donde recibe a ciertas personalidades extranjeras y sobre todo, donde escribe para todos sus periódicos, porque esa fue, si mal no recuerdo, la profesión que dijo preferir para su próxima reencarnación.
Entonces, ¿qué hay de malo en que ame la vida, si, excepto algunos locos, casi todos la amamos? Está muy bien que ame la suya y mucho mejor sería que hubiera amado la vida de todos aquellos que mandó al paredón de fusilamiento.
Si aceptó el ebó del babalawo, lo comprendo y lo justifico; aunque claro, es también penoso.
Paradójicamente, el señor Betancourt recuerda en la entrevista, que creció viendo cómo sus padres tenían que esconderse para realizar sus ritos religiosos, porque el gobierno que Fidel comandaba prohibía toda ceremonia que no fuera política a favor del comunismo.
Recuerda también que sólo en los años noventa, después de tres décadas de prohibiciones, los cubanos pudieron respirar tranquilos y confesar en sus cuadras que eran creyentes de religiones afrocubanas.
De todas formas, comprendo el ansia de vivir de Fidel. Por ejemplo, por estos días en que me operaré de cálculos en la vesícula en un hospital administrado y dirigido por el Estado, me estoy muriendo de miedo. Amo demasiado este planeta, esta isla donde vivo, esta casita de Santa Fe donde amanezco cada día con mis perros, mis gatos, mis libros, mis recuerdos, mis ganas de escribir. Les aseguro que aunque yo no crea ni en la paz de los sepulcros, me haría un ebó con un babalawo si me dijeran que me salvará de la Pelo
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