Entrevista a Silvio Rodríguez
“Son los mismos sinvergüenzas de hace cincuenta años”
El cantautor cubano se refiere a quienes controlan la información mediática globalizada y satanizan a Cuba. Silvio plantea una encendida defensa de la Revolución, con una mirada crítica hacia temas concretos. “Hay que superar la lógica de la Guerra Fría”, señala.
Por Karina Micheletto
No parece precisamente cómodo el lugar de Silvio Rodríguez: si lleva consigo el peso de los símbolos, si su solo nombre remite a una época y a una forma posible de canción –que fue posible también por una época–, el paso del tiempo lo ha enfrentado al reto de seguir perfeccionando el oficio de trovador. La forma en que ha salido airoso de tamaño desafío se escucha en Segunda cita, el trabajo que acaba de presentar. Un disco hecho de canciones bellas, potentes, que ganan musicalmente en el despojo acústico del trío jazzero que el cubano propone esta vez para acompañarlo. “No podemos ser prisioneros eternos de nuestro pasado, porque hay más mañana que ayer esperándonos”, dice Silvio Rodríguez en la entrevista que concede a Página/12 a través del mail, la forma que ha elegido en los últimos años –en los que también son contados sus conciertos– para hablar de sus nuevos discos, de sí mismo y, sobre todo, de su país. Lo que dice con poesía, pero también con claridad, lo dice justamente por Cuba, y su posición tampoco es cómoda: su amorosa y encendida defensa implica a la vez una mirada crítica hacia temas concretos. En su nuevo disco también sienta postura en temas como “Sea señora”, “un voto a la evolución política de Cuba”, según define: “A desencanto, opóngase deseo. Superen la erre de revolución, restauren lo decrépito que veo, pero déjenme el brazo de Maceo y, para conducirlo, su razón”, pide allí.
Otro tema del disco, “Tonada del albedrío”, resuena en especial por estos días, en estas tierras. “Dijo Guevara el humano que ningún intelectual debe ser asalariado del pensamiento oficial. Debe dar tristeza y frío ser un hombre artificial, cabeza sin albedrío, corazón condicional”, canta allí el trovador, y en el booklet explica que los versos fueron inspirados por el pensamiento oficial que imponen diariamente, de múltiples maneras, las empresas de comunicación. De esos “dueños de la llamada Gran Prensa” habla también el cubano en la entrevista, “los mismos sinvergüenzas que hace 50 años nos tienen bloqueados de todo, menos de su sacrosanta información”.
Entre la balada, el bolero, el danzón, el son y el jazz –entre esas potentes marcas musicales de Cuba–, Silvio avanza en las historias y tomas de postura de esta Segunda cita. “Pero déjeme comenzar nombrando a los buenos músicos que me acompañan: Roberto Carcassés al piano, Oliver Valdés en la batería y Feliciano Arango en el contrabajo”, arranca el cubano la entrevista, consultado sobre ese abordaje musical, marcando la importancia del sonido logrado por ese trío de jazz que se luce en el disco.
–En este disco se escucha una influencia general más jazzera, desde la participación de músicos de este género hasta los arreglos de los temas presentados en formato de trío acústico. ¿Por qué buscó este sonido?
–El trío de jazz, por su intimidad acústica, me parecía el escalón superior inmediato a la soledad trovadoresca. Es un formato idóneo para presentar las canciones casi como vinieron al mundo, sólo arropadas por vaporosos tules. Siempre me he sentido muy atraído por la voluptuosidad de ese sonido. Y creo que Segunda cita demuestra que es un sonido que se puede expresar con lo que hago.
–Esta Segunda cita aparece después de Cita con ángeles (el disco que grabó en 2003), y esta vez invita a todos los seres humanos a pensarse ellos mismos como querubines, no necesariamente todopoderosos. Desde los nombres de los discos, también desde el arte de tapa, plantea una continuidad. ¿Por qué apareció esto?
–Cuando estaba lanzando Cita con ángeles, que fue un disco motivado por la agresión a Irak, sabía que era muy probable que una Segunda cita estuviera en camino. Era hasta cierto punto lógico que, después de aquella aventura universal, regresara al terruño en los mismos términos de indagación. O al menos por ahí se me fue la inspiración y una vez más he tratado de cumplir con ella.
–En el disco usted dice que la canción “Tonada del albedrío” tomó forma a partir de tergiversaciones mediáticas alrededor de la figura del Che. ¿Podría contar más sobre esas “noticias” que dispararon esta canción?
–No fueron noticias. En los últimos años hay más bien un empeño sistemático en descalificar los símbolos revolucionarios, entre ellos el ejemplo de altruismo del Che. Les molesta que ese hombre haya llegado a ser un icono de los jóvenes del mundo. Empezaron a decir que su imagen se comercializaba, siendo, como fue, un anticapitalista. Precisamente porque lo mató el capitalismo es por lo que ha surgido la leyenda y la contradicción de que su imagen sea vendida. Si el Che hubiera ganado su lucha, no habría tenido sentido usarlo así, él tampoco lo habría permitido. Hoy algunos se dedican a tratar de minar su memoria con mentiras grotescas. Me fui dando cuenta de que no era casual y me dije: aquí les va una más. Tomé frases textuales y las reuní en un contexto diáfano. Por yo vivir en un país socialista subrayé su idea de que el socialismo no necesitaba intelectuales asalariados al pensamiento oficial. Yo había jugueteado con algo parecido hacía tiempo, cuando canté “Yo te quiero libre / como te viví / libre de otras penas / y libre de mí”.
–“Los que gobiernan la información mediática trazan paisajes ideológicos”, dice usted en las notas del disco. La sanción de una nueva ley de medios, a lo que se agregó la investigación sobre las adopciones realizadas durante la dictadura por Ernestina Herrera de Noble, abrió el debate sobre el tema en la Argentina. ¿Está al tanto de esta situación?
–No conozco lo de la ley de medios, pero sí la larga y dolorosa lucha de las Abuelas de la Plaza de Mayo, reclamando saber la suerte de sus seres queridos. Supongo que para algunos enfrentar lo que pasó debe ser angustioso; pero muchos otros llevan décadas viviendo en una pesadilla de ausencias y preguntas. Me parece que todas esas interrogaciones merecen sin falta su respuesta.
–Recientemente un cable de noticias informó que Pablo Milanés, consultado sobre la huelga de hambre de Guillermo Fariñas Hernández, ha expresado su de-sacuerdo con la actitud del gobierno de Cuba hacia los disidentes. ¿Cuál es su posición?
–Si estuviera en mis manos, yo habría amnistiado a esos cien presos que algunos llaman “de conciencia”. Creo que hay que superar la lógica de la Guerra Fría y que nuestra política no debería articularse con la política de nadie. No me importaría que dijeran que los liberé por presión. Yo sabría que lo hice porque hay que cambiar la vieja lógica, porque no podemos ser prisioneros eternos de nuestro pasado, porque hay más mañana que ayer esperándonos. Por otro lado, nuestra prensa –inicialmente por causas de defensa– se acostumbró a ser muy recatada y triunfalista. Hemos criticado mucho eso, pero hasta ahora no ha aparecido la voluntad de superarlo. Mi posición es que todos tengamos derecho a la información, a crearnos una opinión personal de cada cosa y a comentar lo que sea, sin limitaciones. Como usted comprenderá, soy bastante idealista, porque lo que uno lee, aunque lo haga críticamente, tiende a influir. Y en la información no sólo pesa la calidad, sino también la cantidad.
–Volvemos entonces a la pregunta anterior, y a su “Tonada del albedrío”...
–Si, como dice Chomsky, la mayoría de la información que circula en el mundo la maneja la derecha, ya podrá usted imaginar lo que constantemente cae sobre Cuba. O sea que la isla lo tiene difícil porque, a pesar de sufrir la satanización, tiene el sagrado deber de no negarle su derecho a nadie. Ante este dilema, ¿hay que racionalizar la información? ¿Hay que dosificarla? ¿Censurarla? Australia acaba de decirle a Google que ella tiene derecho a escoger lo que se lea en su territorio. Creo que sólo Google protestó; el resto del mundo no le hizo el más mínimo caso a la noticia. Sin embargo, si China dice lo mismo que Australia, se dedican semanas a despedazar el antidemocrático Partido Comunista Chino. No me estoy posicionando: estoy expresando una verdad elemental de nuestros días. Y además quiero decir que a cada instante se habla peor de Cuba, la mayoría de las veces sin fundamentos, sólo porque lo desean los que pagan, los dueños de la llamada Gran Prensa y del 90 por ciento de Internet; los mismos sinvergüenzas que hace 50 años nos tienen bloqueados de todo, menos de su sacrosanta información. Usted no me lo ha preguntado, pero deseo que sepa que en el reciente curso escolar sólo se han podido admitir dos estudiantes de piano en cada conservatorio cubano. No hace muchos años podía entrar una docena de niños. He aquí una “gloriosa hazaña” de ese bloqueo que muchos aplauden.
–¿Cómo hizo todos estos años para conjugar su trabajo de músico y el de diputado? Disculpe si caigo en una pregunta repetida, es que desde aquí su doble profesión se ve como una conjunción extraña, casi un oxímoron...
–Hace ya dos años que no soy diputado. Lo fui durante quince años por votación popular, no porque me haya postulado. En Cuba hay pocos diputados profesionales. La mayoría de la Asamblea está compuesta por trabajadores de los diferentes sectores y se concurre a las reuniones ordinarias dos veces al año. En cualquier caso, mientras lo fui, no hubo contradicción profesional entre el diputado y el músico, porque se entendía que mi trabajo me llevaba constantemente de un lugar a otro.
–“Cuando tenía veinte años estaba seguro de que la poesía podía salvar el mundo”, recuerda usted en el prólogo del Cancionero editado el año pasado. A los 63 años, ¿cuál es el poder que le asigna a la poesía?
–La poesía es revelación; contribuye al saber, al mejoramiento espiritual y por ende incluso al bie-nestar físico. Es lo que creo.
–Su proyecto “Expedición al centro del hombre” lo llevó por las cárceles de Cuba. ¿En qué medida lo enriqueció a usted mismo? ¿Piensa repetir la experiencia?
–En el 2008 participamos pintores, cineastas, escritores, poetas y músicos de varias especialidades. Una de las cosas más lindas era la participación artística de los presos; ellos tienen un fuerte movimiento de aficionados. Siempre terminábamos cantando juntos porque en muchas cárceles hay muy buenos grupos musicales. Estuvimos en 16 prisiones, ante unos 40 mil reclusos. Después vi que en España estaban haciéndolo con la ópera y me pareció tan hermoso que pensé en algo parecido en Cuba, quizá con música de cámara y –¿por qué no?– también sinfónica. Pero ese sueño tendrá que esperar. En las condiciones económicas actuales, lo veo difícil.
–Ha dicho que no piensa cantar durante mucho tiempo más, pero también ha hecho público su deseo de actuar en el Colón. ¿Sigue en pie?
–Lo del Colón fue postergado porque lo estaban reparando, ahora no sé cómo andará...
–Si pudiera saber cuáles van a ser los últimos años de su vida, ¿cómo los planearía?
–Haría cosas, por supuesto; trataría de realizar algunos sueños. Pero creo que la mayor parte del tiempo lo pasaría con mi familia.
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