lunes, 12 de abril de 2010

El Rosario de Raúl

Odelín Alfonso Torna

LA HABANA, Cuba, abril (www.cubanet.org) - Siempre he dicho que cualquier concesión en materia económica, política o de derechos humanos que busque un entendimiento con la revolución cubana, será interpretado por su gobierno como una maniobra de descrédito e injerencia en sus intereses monopolistas. Soy de los que piensan, que lejos de procurar para el cubano común el bienestar económico y, por consiguiente, la ruptura ideológica con el régimen, cada guiño de la comunidad internacional hacia Cuba sólo aportará otra dosis de complicidad.

Las personas de buena voluntad dentro y fuera de Cuba, aplauden la resolución condenatoria del Parlamento Europeo, y las 50 mil firmas de la campaña internacional “Yo acuso al gobierno cubano”; también otras iniciativas como las marchas de solidaridad o la propuesta al Premio Nobel de la Paz 2010 a las valerosas Damas de Blanco. Sin embargo, al margen de esto algunos políticos norteamericanos y europeos de izquierda, sedientos de simpatía, le abren filas al castrismo sin que éste muestre siquiera un mínimo de respeto a las libertades individuales.

¿Qué falta para saber, después de escuchar el discurso de Raúl Castro en la clausura del IX congreso de la juventud comunista el pasado domingo 4 de abril, que el vocablo “apertura” es letra muerta?

No se trata de poner traspiés a la buena voluntad de políticos y gobiernos democráticos, porque al menos sortear las excusas del régimen respecto a la situación interna algo deba resolver hacia afuera y nada dentro del país.

Es práctico que comiencen a cerrar capítulos aquellos que, desde afuera, propicien el diálogo con el régimen en pos de nuestro bienestar sin estar en nuestro pellejo; de ahí que piensen y dicten leyes o resoluciones sin consultarnos. Nuestra constante es sobrevivir sin libertades porque no hay tiempo para más, y en esto el gobierno cubano no cuenta.

Si la revolución cubana pretende “parapetarse en la verdad y sus principios” con ese gastado embuste que pone por delante la empresa del internacionalismo y su capital humano -paladín de los derechos humanos-, ¿por qué algunas naciones insisten en darle apoyo moral y económico a Cuba?

Espero que desaparezcan esas concesiones hacia Cuba que sólo hacen convulsionar su ideología. Basta de dejarse embelesar por ese coro manipulado de condenas patrocinadas por los comunistas. Al menos deberían revisar cuál memorándum de entendimiento pueda beneficiar al pueblo, y en específico, a la disidencia interna prodemocrática.

Ya que los mandarines cubanos no van a ceder “jamás al chantaje”, es factible poner de relieve iniciativas con debates en la Asamblea General de las Naciones Unidas, en la Organización de Estados Americanos o en el Consejo de Derechos Humanos. Estimo que si en los últimos cuatro años de gobierno, el heredero para las confrontaciones y para la urgencia de cambios que necesita la nación, Raúl Castro, no ha encontrado la última cuenta en su rosario de lamentaciones, ya es muy tarde.

Este último discurso de Raúl Castro ante los jóvenes comunistas, por demás retorico, urgente y con muestras de alevosía e incondicionalidad al poder, augura que Cuba, “referente humanista ante el mundo, quedará aislada en materia de cooperación económica y política. En otro sentido enfatiza su culpabilidad ante las muertes y encarcelaciones extrajudiciales que puedan venir sobre quienes disienten, los titulados “mercenarios”, según el lenguaje oficial.

Después del discurso de Raúl, no es preciso mencionar a los actores políticos que en este minuto deben estar reformulando su política hacia Cuba. Otros países no tardarán en definir si es más aconsejable quemarse o coger la sartén por el mango. También están los “devotos” al castrismo, esos que se alinean porque no quieren o no les conviene escuchar el reclamo unánime.

Por demás, no cuenta en el rosario de Raúl el llamado a la reconciliación nacional, a la libertad de los presos políticos, a las garantías del trabajador, al derecho individual en toda su extensión o al mero hecho de ser cubano y no un soldado idiotizado por la mentira. La revolución cubana aún no muere pero ya ha cavado su propia tumba. Quitémosle el oxigeno.

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