viernes, 16 de abril de 2010

Patria con Alambradas

Odelín Alfonso Torna

LA HABANA, Cuba, abril (www.cubanet.org) - Mientras se desarrollaba el Concierto por la Patria, el sábado 10 de abril, en el escenario de las protestas antiimperialistas, dos vecinos comentaban que el frigorífico de más capacidad para el almacenamiento de productos cárnicos en la capital, pasó a ser administrado por las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR). El rumor no me era ajeno. Esta dependencia ubicada a doscientos metros de donde vivo, en calle 3ra entre 8 y 10, reparto Parcelación Moderna, en el municipio Arroyo Naranjo, tiene historia por los desfalcos que allí se han producido.

Si es cierto que los nuevos administradores de esta entidad son oficiales licenciados del ejército, no pasará de ser otra alambrada más para la economía. Por lo visto, cuando alguna empresa civil en Cuba anda de mal en peor y sus déficits económicos se “pierden” en el mercado informal, se precisa de managers vestidos de verde olivo.

Por eso también suena raro que se haya dado un concierto por la “patria” y no por la revolución; más aún en momentos en que Raúl Castro se parapeta y coloca alambradas desde mucho antes de que el prisionero de conciencia Orlando Zapata Tamayo muriera a causa de una prolongada huelga de hambre. Pero mi duda va más allá. ¿Por qué la lista de “invitados” al concierto del sábado no corresponde con los presentes en la tribuna de las banderas?

Algo pasa que la mayoría calla y los que no, gritan desaforadamente consignas revolucionarias, o se ponen a filosofar en clave. ¿Por qué los estudiantes, trabajadores y organizaciones de masas en general, condenan a ciegas las acusaciones del Parlamento Europeo? ¿Qué cubano puede ver más allá de las alambradas que impone el régimen?

Quizá sea esta una de las tantas causas por las que el cantautor Silvio Rodríguez cree que las “alas se vuelven herrajes”, tanto así como los disidentes en “mercenarios”, o la ganancia de las Tiendas Recaudadoras de Divisas en salarios para la casta. Me pregunto por qué Miguel Barnet en su poema de turno, dice que se ha “pasado la vida empujando un país”, si este no puede moverse, o al menos no lo dejan.

Algo pasa tras las alambradas que no me dicen. Sigo sin entender por qué un jefe reflexiona y otro se esconde; o por qué los ministros tronados firman cartas de renuncia, mientras los generales en iguales circunstancias asumen “otras funciones”. ¿Sobre esto, me pueden explicar los artistas e intelectuales afines a la revolución? ¿Queremos salvarnos o hundirnos?

Yo sólo veo rollos y más rollos de alambradas, reguetoneros cantando la Internacional y trovadores con pasaporte en el país de las tarjetas blancas. Me parece que el pollo de importación no va a ser más pulcro, ni menos prohibitivo el costo de la telefonía celular, por el simple hecho de ser administrado por un ex militar de Raúl Castro. Por eso digo: si vamos a cantar y condenar lo condenable, que no sea en blanco y negro. Que se oiga todo.

Si cuesta trabajo entender a los gobernantes, menos entenderíamos a quienes alguna vez se inspiraron en la marginalidad del prójimo, en su falta de oportunidades o su deseo de escapar de la dictadura que hoy los convoca a cantar por la patria. Por eso no me extraña que un administrador de oficio sea sustituido por un ex oficial de tropas antiaéreas, o que el músico Baby Lores, vestido de Iyabó y forrado en oro de 18 quilates, incursione en la canción protesta.

Quedan escasos objetivos económicos, sociales y de servicio en manos de civiles. Parece que un “mundo mejor es posible” si se le quita el sueño a la economía informal, de la que hemos sobrevivido hasta hoy con campaña internacional o sin ella.

Pero “de las miserias suele ser alivio una compañía”, decía Miguel de Cervantes Saavedra. Claro que en una patria con alambradas, cada quien busca la suya.

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